Lecturas de una clasificación

REUTERS/Paul Hanna
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Esto es lo que ocurre cuando una jugada polémica acaba por decidir un partido (o la eliminatoria en este caso) en los instantes finales de un partido. 90 minutos de juego y acciones sobre las cuales se podrían haber debatido durante días, quedaron claramente oscurecidas por la decisión de Michael Oliver de pitar el penalti sobre Lucas Vázquez que, a la postre, significó el pase del Real Madrid a semifinales de la Champions League por octavo año consecutivo.

En un partido flojo de los blancos, la Juventus se plantó en Madrid sin absolutamente nada que perder y fue capaz de ganar al conjunto de Zinedine Zidane 0-3 durante 92 minutos. El resultado forzaba la prórroga y la Vecchia Signora contaba aun con dos cambios, pero la jugada de Benatia destrozó los planes de Allegi. Ronaldo tomó la responsabilidad y marcó en el minuto 97, con Gigi Buffon ya en el vestuario, pero ese árbol no debería tapar el bosque.

El Real Madrid tembló desde el momento en que Mandzukic anotó el 0-1. De repente, todo el plan que había diseñado Zidane saltó por los aires, y todavía quedaban 89 minutos por jugarse. Al contrario de lo que hizo el Liverpool ante el City el día anterior, los de Zidane manejaron el balón pero no se mostraron consistentes en defensa en ningún momento. Es difícil saber si el problema fue que Marcelo y Carvajal no tuvieron ayudas para frenar a Douglas Costa y Mandzukic (malas noticias si pronto se pueden enfrentar a Sané y Salah, o a Robben y Ribery), o que el sistema defensivo en general, con Casemiro fuera de foco y Sergio Ramos en el palco, sufrió demasiados cambios para lograr ser efectivo.

Lo que si sabemos es que Allegri dio un repaso táctico a Zidane desde la alineación. El francés esperaba una Juventus desbocada en busca de los goles, como si fuera un cuadro pequeño, mientras que los bianconeri prepararon un festín a fuego lento. Seguros atrás con la reincorporación de Benatia a la retaguardia, impasibles en el medio con Matuidi y Pjanic acompañando a Khedira, y afilados arriba con dos cuchillos en las bandas. Zidane, con su 4-4-2 ya clásico en los grandes partidos, despobló los costados para ganar presencia en el medio, y seguro imaginó una defensa super adelantada a la cual Gareth Bale podría ganar la espalda una y otra vez. Craso error.

La baja de Sergio Ramos maniató a la defensa blanca, pues aunque Jesús Vallejo (20 años, debutaba en la competición y salía de una lesión) no hizo un mal partido, su inexperiencia condicionó mucho la salida del balón. Con Modric tocado desde el minuto 15 tras un choque con Matuidi, y los laterales más pendientes de cubrir a sus marcas que de empujar hacia el ataque, el Real Madrid no encontró nunca los caminos en la primera parte. Gareth Bale, además, fue un islote –otra vez– que no aportó absolutamente nada. Con Benzema en el banquillo, el galés tenía una oportunidad de oro para demostrar que sigue teniendo hueco en el equipo pero, una vez más, mostró su cara más indolente y fue sustituido al descanso. Su sitio está lejos del Real Madrid.

Tras las entradas de Asensio y Lucas, que está vez no estuvieron tan activos como en otras ocasiones, el Real Madrid se rearmó y volvió a ganar el mediocampo, pero siguió muy expuesto en defensa –más aun con la salida de Casemiro. La Juve no intimidaba, pero en una jugada calcada a la del primer gol hizo el segundo. Esto habla de los fallos en las coberturas, de la poca disposición para ayudar en la marca.

Los blancos intentaron seguir jugando el balón con criterio, pero ahora sí, se les notaba atenazados por el miedo. Muchos de los jugadores merengues, entre ellos Asensio, Kroos o el propio Modric, no paraban de pedir el balón al pie. Nadie quería arriesgar. La salida desde la línea defensiva era lenta, con Varane y Carvajal convertidos en los mayores surtidores, pero con pases cortos que no saltaban líneas de presión. El juego era anodino y la Juve, sin hacer mucho, pudo frenar los ataques de los hombres de Zidane con relativa facilidad.

El Real Madrid llegó a semifinales de la Champions League pero bien haría Zidane en aprender las lecciones que le deja este partido. La más importante quizás sea que su equipo necesita un serio trabajo mental para no venirse abajo cuando tiene todo de cara. Obviamente, el resultado sorpresivo del día anterior del FC Barcelona en Roma rondaba los cerebros de todos los presentes en el Bernabéu, pero el Real Madrid tiene mucho más fútbol y ha demostrado saber manejarse en situaciones adversas mucho mejor de lo que demostró ayer.

Además, Zidane debe darse cuenta que su equipo lleva toda la temporada jugando gran parte de sus partidos con un hombre menos. Ni Benzema aporta ese “otro fútbol” que Zidane se empeña en ver, ni Bale es capaz ya de sembrar el miedo en carrera en los partidos de enjundia. Como además estos dos jugadores ni presionan, ni se asocian, ni ayudan en el medio, el Real Madrid juega siempre con handicap. Normalmente, el trámite dura 60 minutos, hasta que el elegido esa tarde deja el terreno para que entre Asensio o Lucas e intente arreglar el desaguisado. Contra la Juve sólo duró 45 minutos. Quizás esta sea la señal de que Zidane ha aprendido la lección.

El otro nombre propio del partido fue Keylor Navas. El tico, que venía de una racha de partidos y paradas salvadoras espectacular, pudo hacer mucho más en el segundo gol y pifió completamente en el tercero. Es cierto que sacó un par de mano a manos complicados, pero volvió a dar esa imagen desconfiada y escurridiza que exhibió en mitad de la temporada pasada. Keylor debería intentar pasar página y olvidarse de una noche aciaga para él y para todo el equipo. Sus reflejos en este final de temporada importantísimos para el buen devenir del equipo.

(AP Photo/Francisco Seco)
(AP Photo/Francisco Seco)

Mención aparte merece Cristiano Ronaldo. El portugués está en un momento de forma espectacular. Lleva ya 15 goles en esta Champions, a dos de su mejor marca, y son ya 11 partidos seguidos marcando –todos los que ha disputado. Tiene el arco entre ceja y ceja, y fue inspirador verle batirse en duelo él solo con Benatia y Chiellini, tirando desmarques, encarando, buscando el ansiado gol que le diera el pase a su equipo. CR7 sabe que está a tres victorias de hacer historia con su club, pero también a nivel personal. Si es capaz de levantar su tercera Champions League seguida, Ronaldo será a buen seguro el Balón de Oro del 2018 (a menos que Messi gane el Mundial en plan estrella con Argentina), por lo que batiría a su rival rosarino tanto en Champions Leagues como en el preciado galardón otorgado por France Football.

Por eso Ronaldo no está dejando títere sin cabeza en esta Champions. Se ha preparado a conciencia y no le importa perderse los últimos 30 minutos de un Derbi que ya no cuenta para nada en Liga, si eso significa que va a llegar mucho más afilado al compromiso de Champions. Sus compañeros saben de su gran estado de forma y le buscan sin cesar. Mientras que Ronaldo entiende que apoyado en el talento de los suyos pueden volver a reinar en Europa.

La fórmula parece ganadora, y Zidane lo sabe, pero bien haría el francés en hacerle entender a los suyos que con la camiseta sólo no se gana a nadie, que hay que correr, que hay que sudar, que hay que esforzarse y ser solidario con el compañero, si lo que se pretende es ganar la tercera Champions League seguida.

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