Gareth Bale y la oportunidad perdida

AP Photo
AP Photo

La situación de Gareth Bale es todo un expediente X en el Real Madrid, al nivel de los de Kaká, Prosinecki o Robben. Todos ellos grandes jugadores, pero todos ellos hombres que pasaron por el Real Madrid con más pena que gloria por culpa de las malditas lesiones. Es cierto que en el caso del galés su juego tampoco ha sido el adecuado en muchos tramos de los últimos cinco años, pero siempre quedará la duda de si se debió, simplemente, a sus continuos problemas físicos.

En el Estadio Insular, contra Las Palmas, Gareth Bale volvió a dar un clinic de fútbol de desmarque, de potencia y finalización. Con espacio por delante y sin ataduras tácticas, Bale suele dejar una sensación de caballo desbocado pradera abajo que le convierte en imparable. En la primera parte del partido, recibió un pase de lujo de Luka Modric –el compañero que mejor le conoce y entiende– y corrió para destrozar a la defensa amarilla y fusilar a Chichizola. Fue la imagen que todos quieren ver de Gareth Bale, la imagen que seguramente imaginó Florentino Pérez en 2013 cuando puso sobre la mesa 100 millones de euros para llevarse al segundo máximo goleador de la Premier, un auténtico portento físico. Ahora, sin embargo, parece que ni siquiera tal exhibición física pueda asegurarle un puesto en el once ante la Juventus de Turín el martes que viene en la Champions League.

Bale pocas veces ha dejado un buen sabor de boca al salir del campo con la camiseta del Real Madrid. En su primera temporada el galés ganó un doblete histórico, Champions League y Copa del Rey, con un golazo descomunal en la final de Copa ante el Barça, y otro que ponía un momentáneo 2-1 en Lisboa ante el Atlético de Madrid en la final del torneo continental. En aquel momento, se decía que –más allá de sus problemas físicos– el Real Madrid había acertado fichando a Bale en lugar de Neymar, que había decidido firmar por el FC Barcelona y sólo pudo levantar la Super Copa de España de la mano del Tata Martino.

Hoy, cinco años después, las sensaciones son muy diferentes. Tan sólo en el periodo que fue de septiembre a noviembre del año 2016 puede considerarse que el galés haya rayado al nivel necesario, al nivel que ameritan los 100 millones invertidos en él. En esas fechas, Bale se convirtió en un verdadero tiro físico, líder indiscutible del equipo ante la baja forma de Cristiano Ronaldo y goleador consumado, poderoso en el tiro y en el remate de cabeza. Siete goles y partidos descomunales como en las victorias en Anoeta y el Vicente Calderón. El madridismo se frotaba las manos con la explosión definitiva del galés, a sus 27 años, que parecía prometer unos años de verdadero dominio en Europa.

Nada más lejos de la realidad. Su lesión de tobillo ante el Sporting de Lisboa le llevó a pasar por el quirófano, y a partir de entonces sólo hemos visto al mejor Gareth Bale con cuenta gotas.

Y no será por oportunidades, la verdad. Tanto Ancelotti, como Benítez, como Zizou han confiado en él y le han esperado pasara lo que pasara. Quizás por decreto del club o quizás porque ellos vieron el verdadero potencial del zurdo, pero lo cierto es que Bale ha tenido infinidad de oportunidades de brillar y sólo lo ha conseguido en partidos de poco rango y siempre amparado por el liderazgo de los otros próceres del equipo.

Por eso ahora, por más que destaque en los partidos de Liga que quedan por jugarse –en los que el Real Madrid ya no se juega absolutamente nada– será difícil que Gareth Bale pueda cambiar la decisión ya tomada sobre su marcha el verano que viene. Zidane parece ya haber tomado la decisión de relegarle al banquillo, poniendo a Isco, Asensio y Lucas delante suya, y el galés –esto es lo peor– parece más que resignado.

Tal y como hizo con Kaká, Florentino Pérez le ha dado un margen a Bale de cinco años para que pudiera destacar. Se presupone que en ese tiempo el fichaje se ha amortizado desde el punto de vista económico, y tampoco se puede negar que en lo deportivo al equipo no le haya ido de perlas, pero queda un regusto amargo por la falta de protagonismo de un jugador que por su alto coste estaba llamado a ser el ancla del club en el próximo lustro.

En julio el galés cumplirá los 29 años y este puede ser quizás el último verano que los blancos consigan sacar rédito económico por su traspaso. El año pasado se habló de un interés del Manchester United, mientras que otros grandes europeos como Liverpool, Bayern o Tottenham podrían también pujar por su fichaje. Lo que parece claro es que a los blancos ni siquiera les preocupa que Bale repunte físicamente como hizo Arjen Robben al llegar al Bayern de Múnich, pues parece claro que a la actual plantilla le iría mucho mejor otro tipo de jugador que case mejor con el resto de jugadores que la conforman.

La historia de Gareth Bale llegará así a su fin en el Real Madrid. Una historia que pudo ser grandísima y que se quedó en casi nada, y que seguramente será recordada como una terrible oportunidad perdida por parte del galés, que entre la mala suerte con las lesiones y su falta de adaptación, acabará saliendo del club con la sensación de que podría haber hecho muchísimo más vistiendo la camiseta blanca.

También te pueden interesar:

Cristiano Ronaldo y la depresión

¿Qué hacemos con Danilo?

La inoperancia de CR7