Un año después de la muerte de Cruyff

El entrenador de fútbol holandés Johan Cruyff, durante un partido entre la selección de Cataluña y la de Túnez, en el estadio olímpico Lluís Companys de Barcelona, el 30 de diciembre de 2011. AFP
El entrenador de fútbol holandés Johan Cruyff, durante un partido entre la selección de Cataluña y la de Túnez, en el estadio olímpico Lluís Companys de Barcelona, el 30 de diciembre de 2011. AFP

El próximo 24 de marzo se cumplirá un año de la muerte de Johan Cruyff. La noticia de la desaparición del “holandés volador”, por causa de un cáncer de pulmón, se dio a conocer a mediodía del Jueves Santo, de 2016. El mismo día de su deceso. Hasta para eso fue grande. Nada más preciso, ya que fue tanta la fe, tanto el dogma del fútbol que sembró en sus seguidores, admiradores, colegas, compañeros, dirigidos, que no necesitó resucitar tres días después -como otro JC-, para que su palabra se diera a conocer por todo el mundo. De hecho, ya se conocía casi todo de él. Su muerte fue el escalón final de una carrera, como jugador y director técnico, que lo catapultó a lo que ya era: una leyenda. Un mito.

Como lo resumió L’Equipe en su portada del Viernes Santo 25 de marzo, de 2016: “Il était le jeu” (Él era el juego). Johan Cruyff fue un genio que se estrenó, como jugador en la Liga de España, en un clásico Real Madrid-Barcelona con un contundente 0-5. El iceberg de todo lo que construyó aguas más abajo como futbolista azulgrana. Fue en la Liga de 1973-1974. Aquella temporada llegó cuando el equipo era penúltimo y lo sacó campeón, ¡luego de 14 años! Cruyff fue un genio como entrenador. Además de los trofeos ganados con el Ajax, su club de origen en Holanda, y de lograr cuatro ligas y la primera Copa de Europa del FC Barcelona, veinte años después le endosó otra “manita” de goles al Real Madrid, 5-0. Esa vez ya no estaba en el campo sino en el banquillo. Pero sus dirigidos, Romario, Stoichkov, Laudrup y compañía, leían muy bien sus indicaciones. También fueron campeones en 1994.

Homenaje a Johan Cruyff, Wembley Stadium de Londres. AFP

Johan Cruyff fue un genio. No solo del fútbol. De la vida. Si se lo hubiera propuesto, habría brillado en cualquier campo: matemáticas, pintura, música, política, construir casas, pescar atún, ser pastor de ovejas o maestro quesero. Etcétera. Fue un revolucionario del deporte y del idioma. Hablaba mal castellano pero creó una nueva forma de hacerse entender. Por ejemplo, ante una emoción mayor no dijo “se me pone la piel de gallina” sino “gallina de piel”. Así quedamos muchos tras su muerte. Así estamos muchos, este mes de marzo, cuando se conmemora el primer aniversario de su fallecimiento.

Hace un año, miles de personas desfilaron delante del Memorial que el FC Barcelona abrió para rendirle homenaje, a manera de despedida, en el Camp Nou. Muchos de ellos pidieron que se retirara la camiseta 14, que se le pusiera su nombre al estadio, que se construyera una estatua al lado de la de Kubala. Nada de eso se ha hecho. Y, tal vez, no se hará.

Eso sí, hubo homenajes en radio, televisión, periódicos, internet. Que también se extendieron por todo el mundo. Columnas, fotos, documentos, artículos, reportajes. Anécdotas de sus amigos, de sus compañeros, de sus dirigidos. Todo directamente proporcional a la figura de lo que fue el holandés para el fútbol, para la sociedad y en, especial, para el FC Barcelona.

Hace un año, el sábado 2 de abril, cuando se reinició la Liga, tras el parón por la Semana Santa, se le rindió homenaje durante el clásico Barcelona-Real Madrid (1-2). Quien escribe fue testigo de primera mano. Hubo un mosaico en la gradería, minuto de silencio, palco de personalidades lleno, muchos asistieron con la camiseta 14 y hasta aplausos tímidos en el minuto 14. Todo ello estuvo demás, porque en el primer clásico Barcelona-Real Madrid después de la muerte de Cruyff, el primero como mito, lo importante fue que el balón dio en el palo, a tiro de Ronaldo, y se pudo escuchar el “¡oooooohhhh!” del público. Ese fue y será siempre el homenaje del fútbol a quien mejor lo entendió y lo practicó en vida.

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