Leicester o no Leicester, he ahí el dilema
“Ser o no ser, esa la cuestión”. Llegan tan justitos los cuartofinalistas (en especial los equipos españoles) de la Uefa Champions League (UCL), a esta fase del torneo, que la mayoría pide una llave con el rival, sobre el papel, menos fuerte. ¡Hombre! Que no es momento para machadas o ufanarse de grande y decir: “no nos importa el contrario”. Las necesidades son urgentes. Y una cenicienta despejaría el camino hacía el estadio Millennium de Gales, en Cardiff, donde se disputará la final esta temporada, el 3 de junio.
Arriban a esta altura del campeonato de clubes más prestigioso del planeta con tan poco de sí, inseguros y con problemas de personalidad -dudas más de tratarse en el diván de un psicoanalista que en el vestuario-, que los superpoderosos, entre ellos el FC Barcelona, Real Madrid CF, y Atlético de Madrid, por no decir Bayern Múnich, Juventus, Borussia Dortmund, y hasta el Mónaco, se desgañitan en privado para que el sorteo de Nyon (Francia) los favorezca y puedan avanzar sin problemas a la semifinal.
¿Leicester o no Leicester?, esa es la pregunta. El último campeón de la Premier League está en la diana de los otros siete equipos. De dientes para dentro. Es el candidato que todos buscan para aligerar cargas. Es un equipo con poca -por no decir ninguna- experiencia en la UCL, pelea por no descender de categoría en el campeonato inglés, y está enfrascado en una crisis de malos resultados en la Premier, que ya dejó como víctima al héroe de la pasada temporada, su ya ex director técnico, el italiano Claudio Ranieri.
Sin embargo, que las bolas -calientes o no-, de la mano del ex internacional galés Ian Rush, emparejen a uno de los grandes con ‘The Foxes’, como son conocidos en Inglaterra, también puede ser arma de doble filo. El equipo azul, ahora dirigido, hasta final de temporada, por Shakespeare, Craig Robert Shakespeare, no tiene nada que perder. Y liderado en el campo por el talento del argelino Riyad Mahrez y la efectividad y enjundia de Jamie Vardy puede ser la sorpresa y gestar la proeza. Nada más literario, Shakespeare quiere escribir una gran obra sobre el campo, para asegurar su puesto como entrenador y, de paso, gestar la tragedia en un grande. Nada más shakesperiano.
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