Directores técnicos descartables

El fútbol moderno no tiene memoria. El fútbol moderno exige resultados. “Ganar, ganar y ganar”, como decía Luis Aragonés. Ni hablar de títulos, ligas, trofeos o campeonatos. El fútbol de nuestros días, ese que cada vez más consumimos por televisión y menos en las gradas de los estadios, sufre de demencia senil, padece de Alzheimer, y se olvida día a día de los entrenadores. Los D.T., como servilletas de papel, se usan una sola vez y luego se tiran al contenedor.

Para la muestra, dos botones. La temporada pasada, Claudio Ranieri sacó campeón al Leicester FC, por primera vez en su historia, en la Premier League. Hace dos años (2015) en su debut, como técnico del FC Barcelona, Luis Enrique Martínez logró el triplete: Copa del Rey, Liga de España, y Champions League. El primero ha sido despedido recientemente, porque su equipo no tiene ni la regularidad ni el nivel del curso 2015-2016, y está en peligro de descender de categoría. El segundo, líder de la Liga, finalista de la Copa del Rey, y clasificado a los cuartos de final de la Champions League en una llave histórica contra el Paris Saint-Germain, ha dicho que no renovará su contrato. Que está cansado y quiere dejar el banquillo azulgrana.

El fútbol moderno evoluciona. El fútbol moderno necesita de entrenadores que, al menor atisbo de crisis o de presión del entorno, pueda hacer a un lado, como esos vasos o platos descartables que se utilizan una vez en la fiesta o reunión de turno y sucios se lanzan a la basura. No hay que perder tiempo. El espectáculo debe continuar.

El francés Arsene Wenger es uno de los últimos dinosaurios que va contra esta norma. Pero poco son los días que le quedan al frente del Arsenal. Hasta hay una campaña de parte de los propios seguidores de los ‘gunners’, en la capital inglesa, para que sus 21 años al frente del equipo terminen al final de temporada. Luego de la estrepitosa eliminación contra el Bayern de Múnich, en los octavos de final de la Champions League, el economista parece tener los días contados.

Otro que vive en igual situación es Unai Emery, que tras el desastre del Paris Saint-Germain en la Champions League, contra el FC Barcelona, tiene marcado el boleto de salida. China sería un buen destino para guardar el luto de la eliminación, ganar mucho de dinero, y volver a relanzar su nombre en el mercado europeo.

De ese fenómeno, no se salva la Liga de España. En la presente temporada, ocho directores técnicos de distintos equipos han sido cesados. Abelardo Fernández, de Sporting de Gijón; Paco Jémez, Granada; Juande Ramos, Málaga; Enrique Martín y Joaquin Caparrós, Osasuna; Gustavo Poyet, Betis; Pako Ayestarán y Césare Prandelli, Valencia.

Así no estamos lejos de que en los banquillos, las directivas de los equipo sienten muñecos hinchables, de los que muchos equipos utilizan para los entrenamientos a modo de barrera. Y ante la menor crisis, lo manden a pinchar, para sacarle el aire, mientras consiguen otro que se pueda encargar e impulse, bajo consignas pregrabadas y dibujos tácticos copiados, el equipo hasta los primeros lugares de la tabla. ¡Vamos, carajo!

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