Cuando Gareth Bale es un trueno: mensaje para los catastrofistas

(AP Foto/Hassan Ammar)
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Los catastrofistas siempre se han apresurado a meter a Gareth Bale en el mismo saco que a Kaká, Anelka o Prosinecki. Jugadores que costaron mucho y rindieron poco en el Real Madrid, algo de lo que se puede tachar también al galés, sin duda, sobre todo si ponemos en boga el hecho de que es –hasta el momento– el fichaje más caro de los 116 años de historia de la entidad.

Como tal, Gareth Bale debería estar ya en el Olimpo de grandes glorias madridistas, junto a Ronaldo, Di Stefano, Raúl o Puskas, pero cinco años y medio después de su llegada a Chamartín, la calidad del galés sólo se ha visto a cuentagotas. No está ni cerca de la lista de leyendas blancas recién nombradas, y quizás no entre si quiera en el top 10, incluso top 20, de jugadores históricos que vistieron la camiseta merengue si los alistáramos por importancia deportiva –pero tampoco es un juguete roto.

Es cierto que Bale ha pasado una gran parte de esos casi seis años como madridista en la enfermería y seguro que en gran medida él mismo haya tenido la culpa. Su forma de correr, su alimentación, su afición al golf… Un atleta con sus condiciones no puede nunca ser un caso sin remedio, sino que se lo digan a Arjen Robben, que pasó un calvario similar los dos años que vivió en el Bernabéu, pero que nada más pisar Munich se convirtió en una máquina perfectamente oxidada. Y es que la vida de Munich no es tan divertida como la de Madrid.

Pero Bale, al contrario que esos jugadores que llegaron como grandes estrellas y se fueron de vacío tras su periplo en la casa blanca, sí ha hecho cosas importantes. El galés ha marcado en tres de las cuatro finales de Champions League que ha disputado como madridista, en la última siendo decisivo con un doblete imponente. Ganó también la Copa del Rey de 2014 con un golazo espectacular en el minuto 87 y en el Mundialito de Clubes está (con seis) a un gol de alcanzar a Ronaldo como el máximo goleador del torneo. Además, en 2014 fue una de las grandes estrellas, marcándole un gol en la final a San Lorenzo.

(AP Foto/Hassan Ammar)
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Ante el Kashima Antlers, Bale volvió a tener una de esas actuaciones de trono. Su entrenador le había pedido que saliera a comerse el campo, y parece que el galés le hizo caso. Estuvo en todo, firmó un hat-trick, y todavía tuvo un par de ocasiones más. Jugando en la banda izquierda del ataque blanco fue un torbellino imparable, se sintió cómodo, y piso el área con facilidad.

Jugando así, Gareth Bale es un jugador insustituible en el Real Madrid, pero ¿por qué no siempre juega así? No sería justo achacar todos los problemas a su estado físico, pues es bien cierto que durante alguno de sus mejores momentos de forma, el 11 merengue se ha mostrado apático a más no poder. Su compromiso –a diferencia del de Cristiano en su década en el club– sí que se ha puesto en entredicho en muchas ocasiones, y un partido ante el Kashima Antlers en Abu Dhabi no puede borrar esos manchones en su curriculum merengue.

Sin embargo es un a delicia ver a Bale jugar cuando se siente con fuerzas y se crece en un gran escenario. Está claro que el Mundialito de clubes de la FIFA no es el torneo más importante del año, pero es de esas copas que parece que hay que ganarlas porque sí, pues perderlas hundirían al club en una profunda crisis.

Justamente a Bale le gusta aparecer en estos partidos y cuando lo hace hay que aplaudirle. Su exhibición ante el conjunto japonés augura una bonita fiesta el sábado en la final ante el sorprendente Al Ain, que venció a River Plate en los penaltis. Seguro que Gareth Bale tendrá ganas de sacar a pasear su zurda de nuevo por los Emiratos Árabes.

Después, valdría la pena que alguien exigiera al galés ese mismo compromiso en los partidos en Huesca o en Valladolid, por ejemplo.

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