Zinedine Zidane, más que títulos y gestión de vestuario

Fui escéptico cuando el Real Madrid apostó por Zinedine Zidane para revitalizar al Real Madrid enquistado de Rafa Benítez. El desembarco de Zizou en el Bernabéu me agarró descreído. Lo recibí subido al barco de los avinagrados, ese en el que solemos enrolarnos tanto los analistas como hinchas con más frecuencia de la recomendada por cualquier médico. La escasa experiencia del francés en los banquillos y la magnitud del reto al que se iba a enfrentar condicionaban mi visión de su futuro a medio plazo. No tengo problemas en reconocer que me equivoqué de cabo a rabo.

Títulos como la Champions League apuntalan cualquier valoración pero las razones del galo van más allá de lo numérico.

Zidane táctico. Gran parte del periodismo sigue empeñada en ningunear la capacidad de Zidane para leer el juego. Zidane sigue siendo tan solo un gestor de egos y un líder para cierto sector de la opinión. No son pocos los que cuestionan sus alineaciones, no faltan los que aprovechan cualquier oportunidad para criticar su manejo del banquillo en los cambio y, en general, su capacidad para influir en los partidos. Hay razones evidentes para cuestionar esos argumentos.

Sin embargo, Zidane ha conseguido un equipo solvente en varios esquemas tácticos. Tanto el 4-3-3 como ese 4-4-2 tan solicitado por el periodismo le han funcionado. Esta segunda segunda solución, que implica la aparición de un centrocampista más, le ha servido al francés para dominar el partido en muchas segundas partes. Lucas Vázquez, Isco, James o Kovacic han sido de vital importancia para lograr esa riqueza táctica de la que puede presumir ZZ a un año vista de su debut en plaza grande.

Deslabazado en ocasiones, Zidane ha ido cuajando un Madrid muy solidario en defensa y atinado en la presión en los partidos señalados. La ausencia de Casemiro o Modric en el centro le han obligado a retocar el dibujo aunque siempre ha conseguido que su equipo transmita verticalidad y apego a la pelota. Ha buscado lo natural con acierto.

Zidane líder. Pese a ser una de las virtudes que se le intuían a un futbolista de su talla y legado, la duda era comprobar como iba a ser capaz de ejercer como líder en un vestuario top. El manejo de los tiempos con un Cristiano Ronaldo necesitado de reposo en un ciclo durísimo y el reparto de minutos para todos los miembros de su plantilla son ejemplos de gestión impecables.

En este sentido, que los teóricos suplentes hayan asumido sus roles con naturalidad para aportar el empuje necesario ante las bajas habla bien del ambiente que ha sido capaz de generar en el vestuario blanco.

Zidane comunicador. Continuador de la línea Ancelotti, Zidane ha sabido utilizar las ruedas de prensa para mandar mensajes precisos hacia fuera y hacia dentro. Cuando quiso pedirle más intensidad al equipo lo hizo siempre con respeto. Además, su estilo conciliador le ha permitido lidiar con cintura en asuntos de debate general como el reparto de minutos entre futbolistas esenciales como Isco o James. No ha pisado un charco y eso es oro para la convivencia.

Si 2016 sirvió para descubrir las virtudes de un entrenador emergente en el escenario más exigente, 2017 ha de ser el año de las pequeñas evoluciones. Muy solvente en liga, logrando un fútbol efectivo y por momentos brillante, el reto de Zidane es mantener la continuidad y seguir creciendo como entrenador mientras suma títulos. No hay nada más difícil en el fútbol, pero ahora sabemos que puede conseguirlo.

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