Inglaterra 1966: la Copa que fue robada y Pickles, el perro héroe que la encontró

Tal vez por haber promocionado la Copa del Mundo de 1966 como la “más segura de todos los tiempos”, los británicos sufrieron una de las mayores vergüenzas organizativas de la historia de la competencia. Es que allí, y de una forma casi ridícula, la copa, esa que se mira y no se toca, fue robada. Y no volvería a aparecer si no fuese por la actuación de una pieza clave de la historia. No, no se trata de Scotland Yard, sino de Pickles, un perro de barrio.

“Inglaterra pierde la Copa del Mundo”, decían los tabloides locales. Y no estaban refiriéndose a un resultado, a la caída del selecionado inglés, sino a la desaparición de la Copa el día en que se la expuso en Westminster, centro de Londres.

El guardia que se tomó un descanso para cenar

Ante la conmoción, el Jefe de Seguridad del evento, perdió los papeles. “Les pido que tengan en cuenta la enorme presión bajo la que me encuentro. Apenas tenga la oportunidad de tratar de entender qué pasó, hablaré con ustedes y les diré todo lo que pueda”, dijo, visiblemente perdido ante una situación inesperada.

Lo cierto es que más temprano que tarde se supo que ese “gran operativo de seguridad” para mantener la copa a salvo se reducía a la custodia de un guardia de más de 70 años, que se había tomado un descanso para cenar.

Foto: BBC

Pickles, el perro: un ídolo nacional

Tomándoselo en serio esta vez, Scotland Yard salió detrás del trofeo, a pesar de la desconfianza y las burlas del pueblo británico, que no confiada en que la Copa apareciese. Y no aparecería. Al menos, no por la actuación de la policía, y sí por la pericia de Pickles, el perro de Dave Corbett, un vecino londinense.

“Salimos de casa y Pickles se fue derecho a donde estaba el auto de mi vecino. No dejaba de olfatear, así que cuando fui a ponerle la correa, me fijé y vi en el piso un paquete muy cuidadosamente empacado”, contó Corbett, a quien lo invadió la curiosidad y quiso saber qué había allí.

Corbett adoraba los perros y Pickles era su amigo más fiel. También era amante del fútbol y se sentía avergonzado, además de preocupado, por el robo de la copa. Su corazón casi escapó del pecho al ver lo que había adentro del paquete encontrado por su cachorro. “¡Era la copa del Mundo! Casí me dio un infarto al entenderlo”, explicó el vecino.

“Me subí al auto así como estaba, de chancletas, y me acuerdo que al llegar, empujé la puerta y fui derecho hacia un sargento que estaba detrás de un escritorio brillante y le dije: ‘¡Creo que encontré la copa del Mundo!‘”. Lejos de ser tratado como un ídolo, Corbett pasó a ser el sospechoso número uno de la nerviosa Scotland Yard, entidad ridiculizada y ofendida como nunca antes.

Pickles, un “rockstar”; su dueño, un sospechoso

Los interrogatorios no llevaron a mucho, está claro, y Corbett acabó siendo testigo del posterior juicio contra los reales ladrones del trofeo codiciado por todos. Pickles, por su parte, se convirtió en ídolo del pueblo inglés, además de recibir una medalla al honor, 1500 dólares y todo tipo de premiaciones.

Tras el título de Inglaterra ante Alemania, que le dio el primer y único del país en mundiales, nadie se olvidó de Pickles, el gran responsable de que Bobby Moore, capitán del equipo, estuviese levantando el trofeo. “Después del partido, nos invitaron a la recepción en Londres. El equipo estaba en un enorme balcón y la calle estaba repleta de gente. Bobby Moore levantó a Pickles y se lo mostró a la multitud. Fue muy emocionante para mí, y pienso que también para todo el país“, contó Corbett en una entrevista con la BBC.

“Fue gracias a Pickles que cambió mi vida. Me ayudó a comprar mi casa. Está enterrado en el jardín y, en las agradables noches de verano, salgo con una copa de vino, hablo con él y digo: ‘¡Salud, Pickles, y gracias!'”, agregó el dueño del perro más emblemático de las Copas del Mundo.

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