El inmovilismo de Zidane condena al Real Madrid

Mauricio Pochettino and Zidane / AP
Mauricio Pochettino and Zidane / AP

El Real Madrid mostró su peor cara de los últimos dos años y perdió un partido por nocaut ante un Tottenham que fue muy superior del minuto 1 al 90. Era la primera vez que el Real Madrid perdía un partido de fase de grupos desde 2012 con Mourinho como entrenador, y no hincaba la rodilla en dos partidos consecutivos desde el arranque de la temporada 2014-15, con Ancelotti a la cabeza, al perder en Anoeta y 15 días después en casa contra el Atlético de Madrid. Además, desde la derrota en Wolfsburgo hace ya 18 meses, no perdían los blancos por más de un gol de diferencia, lo que deja bien a las claras no sólo el pobre estado de forma de gran parte de la plantilla, si no también que el equipo anda bastante falto de actitud y de esfuerzo.

El 3-1 final pudo ser mucho peor si Harry Kane, que se perdió los últimos dos partidos de su equipo por problemas físicos, hubiera estado a tope o si los hombres del Tottenham hubieran estado más finos de cara a portería. Sin embargo, tras la lectura final del choque, quizás lo peor con lo que se quede el aficionado madridista sea el inmovilismo de Zinedine Zidane, que condena al equipo a tropezar siempre en la misma piedra.

Nadie podrá quitarle a Zizou el mérito ganado hasta ahora. Llegó al club como una golpe de aire fresco y redirigió una temporada abocada al fracaso para acabar ganando la Champions League. Luego repitió al año siguiente añadiendo la Liga, el Mundialito de Clubes y la Super Copa de Europa. Todo eso lo hizo él, ni su flor, ni la suerte, ni el viento a favor. Ganó batallas tácticas importantísimas, ante algunos de los mejores estrategas del mundo: Mourinho, Simeone, Sampaoli, Luis Enrique, etc. Pero ahora está cayendo en el error.

Tras la derrota volvió a asegurar que no estaba preocupado, que el equipo no estuvo tan mal, que el Tottenham simplemente fue mejor y que ahora hay que tener calma y seguir trabajando. Todos mensajes muy bonitos de cara a la galería, pero juzgando por sus acciones no parece que sean sólo frases hechas para mostrar que tiene todo bajo control de puertas hacia afuera. El técnico vio a su equipo desmoronarse ante el Girona sin encontrar respuesta alguna, y volvió a apostar por el mismo once inicial tres días después. Sólo el cambio obligado de Nacho por Varane logró introducir en el equipo titular, por lo que no sorprende que los Marcelo, Modric, Kroos, Ramos o Benzema, de pésimo rendimiento en Montilivi, volvieran a dejar mucho que desear en Wembley.

Un grave problema para los merengues

El inmovilismo de Zidane y la poca cintura táctica al ver que el equipo se cae físicamente le ha llevado a perder en cuatro días los mismos partidos que en sus primeros 12 meses en el cargo. Kroos y Modric volvieron a ser las sombras de los jugadores que deslumbraron a todo Europa hace apenas dos meses. Jugando al tran-tran, sin ritmo alguno ni vena marcada en el cuello, Dele Alli, Erikssen y compañía les pasaron por encima como aviones. Bezema volvió a dejar la sensación de ser el figurita del patio del colegio: que se sabe tan bueno técnicamente que no quiere mancharse luchando un sólo balón. Pero si alguien llamó la atención durante el partido por su acuciante decadencia ese fue Marcelo.

Cristiano Ronaldo / Goal.com
Cristiano Ronaldo / Goal.com

La figura del brasileño recuerda más a la de un veterano en una pachanga dominical que a la de un estilizado jugador de élite. Sus sobrepeso le hace intrascendente en el juego de ataque del equipo y muy peligroso en el defensivo. Trippier parecía Cafú subiendo la banda y superando al carioca jugada tras jugada. El primer gol llegó en un movimiento calcado a gran acción de ataque previa del Tottenham. Ni haber olido el peligro antes empujó a Marcelo a intentar corregir el error. El brasileño fue barrido del campo, sobre el césped de Wembley. El número de balones perdidos por el brasileño debió superar de lejos la cifra ya de por si sonrojante de su actuación en Girona, pero ni así Zidane lo mandó al banquillo.

Y es justo en ese punto donde reside lo verdaderamente preocupante de esta situación.

Tras dos años de éxitos, Zidane tiene la oportunidad de demostrar que de verdad no se casa con nadie, y que es capaz de rotar con sentido –basando esas rotaciones en méritos y no sólo en una negociación de minutos consensuada previamente con los pesos pesados del vestuario– para ayudar a que el equipo salga del bache. Ante el Tottenham, el francés falló en su primera prueba de altura. Marcelo y Kroos jugaron 90 minutos de regalo, con Theo Hernández y Dani Ceballos comiéndose las uñas en el banquillo. Modric tuvo 80 minutos mientras Marcos Llorente debió pensar que de nada le sirvió ser el mejor recuperador de La Liga el año pasado si en una noche en la que nadie parecía capaz de plantar cara al mediocampo del Tottenham él no disfrutaba ni de un minuto de juego.

La pelota está ahora en el tejado de Zidane. Muchos son los entrenadores que han caído por su lealtad con los jugadores que le llevaron al éxito. Mourinho en el Chelsea, Del Bosque con España y, en cierta medida, Simeone ahora mismo en el Atlético de Madrid, no fueron capaces de mantenerse un paso por delante de los acontecimientos para hacer los cambios necesarios, y se hundieron con el barco. Está por ver si Zidane puede ahora salvar al equipo del inminente choque con el iceberg.

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