Dan Jansen: cuando ganar una medalla vale menos que cumplir una promesa

Era sólo estampar la firma. Las condiciones estaban dadas y parecía inminente que Dan Jansen, el patinador estadounidense que en los Juegos de Invierno de Sarajevo, en 1984, con apenas 18 años había arrancado un cuarto lugar en los 500 metros, se quedaría con la medalla dorada en Calgary 1988. Jansen había logrado la madurez necesaria y estaba llamado a ser dominador de, por lo menos, la próxima década. Pero nunca sé es rey cuando aún no se obtiene la corona.

Sin embargo, poco antes de su presentación en Calgary, Jansen recibió un llamado que no podía ignorar. Sabía de qué se trataba y hasta había trabajado preparándose para escuchar lo que nunca hubiese querido escuchar. Su hermana Jane, que desde algún tiempo padecía una leucemia, se estaba muriendo. El atleta había viajado a Canadá sólo bajo promesa de sus padres de que, si esta situación se presentase, lo llamarían para despedirse.

Probablemente, Jane no conseguiría entender el sentido de las palabras que Dan soltaba entre sollozos, pero él necesitaba decirlas, sacarlas. Ella fue, ni más ni menos, que la persona por la quien Jansen comenzó a patinar, ya que amaba el deporte. Ella fue quien lloró con las frustraciones de su hermano y quien saltaba de alegría con cada título, como si fuese propio. Jansen, en el final de su discurso, le prometió a Jane ganar el oro olímpico en Calgary.

Speed skater Dan Jansen from the United States reacts as he sits on his ice after falling during the men’s 1000m event at the Winter Olympic Games February 18 1988 in Calgary (AFP Photo/Toshio Sakai)
Speed skater Dan Jansen from the United States reacts as he sits on his ice after falling during the men’s 1000m event at the Winter Olympic Games February 18 1988 in Calgary (AFP Photo/Toshio Sakai)

Dos horas antes de su debut en los Juegos canadienses, le llegó la noticia de la muerte. Dan Jansen lo sintió, pero se sentía preparado. Había hecho una promesa que no podía quebrar y saber que su hermana lo estaba siguiendo desde algún lugar lo impulsaría a la victoria. Sin embargo, lo que se vio en la pista fue un deportista perdido, que se cayó en su primer giro. La tristeza se adueñó de casi todos en el estadio, ya que casi todos (excepto sus rivales, tal vez) querían verlo ganar, enterados de la situación.

La revancha podría haber llegado en los 1.000 metros, unas pocas horas después. De nuevo, Jansen se sentía mentalizado para ello, para lograr su objetivo. Era, de nuevo, candidato. Una vez más, cuando todo iba viento en popa, cayó al suelo casi sin explicación.

Albertville 1992, la dura realidad

Durante los próximos cuatro años, el período que superaba la frustración de Calgary con la esperanza de Albertville, Francia, en 1992, Jansen trabajó más duro que nadie en las pistas de Wisconsin, según relataron los vecinos y sus propios colegas. Sentía, todos sentían, que esta vez podría cumplir la promesa de llevarse el oro. Otra vez era el gran candidato, además de ser el que todos apoyaban.

Otra vez la presión de cumplir con una promesa de vida le jugó en contra. Fue cuarto en los 500 metros, su especialidad, y estuvo entre los últimos colocados en los 1.000. Seguía siendo el mejor patinador de velocidad del mundo, aunque sin el título olímpico de poco le valía. Y, sobre todo, continuaba sin poder cumplir con su hermana Jane, que era lo que más le dolía.

“Sentía que le debía una medalla a mi hermana y no había día de entrenamiento que no pensase en que aquel trabajo, ese esfuerzo, era por ella”, dijo, explicando aquella situación Jansen.

It took speed skater Dan Jansen 10 years to win his first gold medal. Just hours after his sister passed away from Leukemia, Jansen competed in the 1988 Games and fumbled. He lost again in the 1992 Games, but in a true story of persistence, he won gold in the 1000m in 1994, and used the win to honor his late sister. (AP)

En vez de dejarse tumbar por la situación desesperante, Jansen entrenó aún más duro y la siguiente oportunidad le llegó antes de lo esperado. Para evitar un cruce entre los Juegos de Invierno y Verano, el Comité Olímpico Internacional decidió que la siguiente cita invernal fuese en 1994, en Lillehammer, Noruega.

Jansen seguía siendo un gran candidato, había destrozado varios récords en el camino, pero sus fallas anteriores en Juegos de Invierno y el nivel sorprendente de jóvenes patinadores, le ponían el desafío cuesta arriba, tal vez como nunca antes. Los Juegos de Lillehammer serían su última oportunidad, la última gran chance de cumplir su palabra, de dejar tranquila su cabeza y besar el cielo pensando en Jane.

Lillehammer 1994, la última gran chance

Todos los noruegos y otros presentes en el estadio para ver los 500 metros estaban apoyándolo, hablando sobre él, sobre su drama. Concentrado, entregándolo todo, Jansen volvió a decepcionar y, sobre todo, a decepcionarse… apenas un octavo puesto en su especialidad y la tristeza de ver como la gloria se le escurría entre los dedos.

Ahora sólo quedaban los mil metros, que no eran su especialidad y donde tendría rivales más fuertes. Según él mismo contó, Jansen intentó olvidarse de la promesa, y soltarse sabiendo que esta vez no era el candidato. Así consiguió llegar hasta la final frente al japonés Inoue, para sorpresa y delirio de todo el mundo. En la definición, el estadounidense patinó como nunca lo había hecho en su vida, a pesar de que ya lo había hecho bien miles de veces.

Su rival, el japonés Inoue, veía como Jansen se desplazaba leve, aumentando más y más la distancia. El estadio estaba en éxtasis. Sólo una última curva lo separaba del oro más esperado. Algunos temieron lo peor. Jansen no. Sólo disminuyó un poco su velocidad frenética para no tener inconvenientes y así llegó al final, logrando un triunfo de película, ante la emoción de sus padres y de todo el público que sentía como si estuviese dentro de un sueño ajeno. Dan Jansen por fin era campeón olímpico, Dan Jansen por fin miraba al cielo y sentía que su deuda con Jane, quien le había enseñado todo sobre patinaje, estaba saldada.

Se abrazó con todos los que pudo, miró al cielo una y otra vez. Poco después, salió a dar la vuelta de honor, la vuelta del campeón, la vuelta del alivio. En sus brazos estaba su pequeña hija de tres años que, como no podía ser de otra manera, se llamaba Jane.

Así ganó su medalla dorada Dan Jansen (video):

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