Atlético de Madrid - Olympique de Marsella: 10 años de peligrosa enemistad

El trofeo de la Europa League que se disputarán Atlético y Olympique. Foto: Jean-Christophe Bott/Keystone via AP.
El trofeo de la Europa League que se disputarán Atlético y Olympique. Foto: Jean-Christophe Bott/Keystone via AP.

La semana pasada, el Atlético de Madrid consiguió derrotar por 1-0 al Arsenal y así certificar su clasificación para la final de la Europa League, que se disputará el miércoles 16 de mayo en la ciudad francesa de Lyon. Para levantar el título por tercera vez en su historia, los colchoneros deberán superar al último rival: el Olympique de Marsella, que derrotó al Red Bull Salzburgo en la otra semifinal. En principio los españoles parten como favoritos, tanto por palmarés reciente como por ser ahora mismo el club que ocupa la segunda posición en el ranking UEFA (los marselleses son 46º).

Sin embargo, hará bien la hinchada rojiblanca en extremar las precauciones. Y no solo por lo que pueda ocurrir en el césped, que también, sino por un reencuentro con la afición francesa que se prevé tenso y hasta peligroso. Basta recordar el último precedente de enfrentamiento entre ambos clubes, en el ya lejano otoño del año 2008. Atlético y Olympique participaban en la Champions League y estaban encuadrados en el grupo D, junto al Liverpool y el PSV Eindhoven.

Para el 1 de octubre, en la segunda jornada, estaba programada la visita del Marsella al Vicente Calderón. Aquel Atleti pre-cholista era muy distinto al milagro actual: con Javier Aguirre en el banquillo y jugadores como Agüero, Forlán (ausente aquel día), Maxi o Leo Franco, simplemente haberse clasificado para el máximo torneo continental, del que faltaba desde hacía once temporadas, ya era un logro. Los franceses vinieron a Madrid con nombres como Valbuena, Cheyrou, Ziani o Zenden, el legendario Eric Gerets como entrenador… y con varios miles de ultras.

Estos aficionados radicales marselleses, que se definen a sí mismos como de “extrema izquierda”, protagonizaron toda clase de incidentes. Entre ellos, se les ocurrió arrancar asientos del sector del estadio que se les había asignado (la parte alta del fondo norte) y arrojarlos a las fuerzas de seguridad presentes en la zona. Una carga del cuerpo de antidisturbios de la Policía Nacional española se saldó con varios heridos y detenidos. Entre ellos, Santos Mirasierra, un hincha francés (de ascendencia española) que fue condenado a tres años y medio de cárcel por atentado contra la autoridad y lesiones (un agente sufrió una brecha en la cabeza que necesitó siete puntos de sutura), aunque solo permaneció unos meses entre rejas; él siempre mantuvo que lo único que hizo fue empujar a un policía al que vio “maltratar” a una mujer.

Los ultras, en su defensa, aseguraron que habían recibido insultos racistas por parte del público español. La policía, bajo responsabilidad del entonces ministro del Interior, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, indicó que su actuación había sido “correcta y proporcionada”. Sin embargo, la UEFA consideró que el Atlético de Madrid, como propietario de la instalación donde se habían producido los hechos, no solo no podía considerarse víctima, sino que era el culpable de la situación. Por tal motivo recibió como sanción una multa económica y el cierre del Calderón por un partido: el enfrentamiento contra el PSV de esa misma fase de grupos hubo de disputarse sin espectadores.

El marcador de 2-1 con el que se saldó aquel duelo entre madrileños y marselleses ha caído en el olvido. Lo que la hinchada madrileña sigue recordando es el sentimiento de agravio e injusticia, intensificado por el hecho de que el presidente de la UEFA en aquella época, Michel Platini, es de nacionalidad francesa. Aunque los años han cerrado algunas de las heridas, durante un tiempo fue habitual que el Frente Atlético iniciara, y los demás espectadores secundaran, cánticos contra Marsella, contra el propio Platini y abucheos al himno de la Champions que se emite por megafonía antes de cada partido.

En Francia, por su parte, lo que causó indignación fue el encarcelamiento de Mirasierra. El Olympique intercedió por su liberación, que se consiguió (bajo fianza) apenas horas antes del último choque de aquella misma fase de grupos, un Marsella – Atlético (0-0) en el Vélodrome un par de meses después, al que pocos rojiblancos se atrevieron a ir, toda vez que el club español llegó a denunciar amenazas de muerte previas. En aquella ocasión la ausencia de público visitante y la noticia de que Santos estaba en la calle consiguió calmar los ánimos.

Sin embargo, el rencor no ha desaparecido. Ambas aficiones se consideran perjudicadas por lo ocurrido entonces; una por la clausura del estadio, la otra por ver a uno de sus miembros en prisión. Se da el factor añadido de que, de por sí, ya hay hostilidad debido a las diferencias ideológicas: los más radicales del Atlético tienden a situarse en posiciones ultraderechistas, y los complejos pactos de alianzas de unos y otros pueden involucrar a fanáticos de terceros equipos. La rojiblanca y la blanquiceleste son, además, dos de las hinchadas con fama de más animosas y exaltadas de Europa occidental. Y si se prevé un desplazamiento masivo de miles y miles de indios desde Madrid, les phocéens lo tienen más fácil, ya que de su ciudad a Lyon hay poco más de 300 kilómetros. Una final debería ser una fiesta en la que el único protagonista fuera el fútbol, y así ha sido en todas las que han vivido los rojiblancos desde 2010 (el OM no llega a la última ronda desde la derrota contra el Valencia en 2004), pero en este caso concreto más vale ir con muchísimo cuidado.

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