El sorprendente hallazgo climático que explica por qué han aumentado los ‘home run’ en béisbol

Mientras medio mundo experimenta los efectos devastadores del cambio climático, el béisbol está de enhorabuena: nunca antes se habían efectuado tantos home runs como ahora. No hay mal que por bien no venga, dice el refrán.

La crisis climática es real y está aquí, a la espera de que nuestros gobiernos hagan algo por revertir sus consecuencias que muchos tildan ya de irreparables. De acuerdo con un estudio publicado en la prestigiosa revista Lancet Planetary Health, realizado sobre una muestra de 10.000 individuos, el 84% de los jóvenes está preocupado por el calentamiento global. Dejando al margen esta angustia por el futuro incierto que padecemos cada vez más y más personas, los seguidores del béisbol, sufran o no de ecoansiedad, pueden sacar algo positivo de esta situación traumática. Deportivamente hablando, claro.

Científicos del Darmouth College (Estados Unidos) han dado con un sorprendente hallazgo que explica por qué, desde 2010, han aumentado los jonrones (home run, en inglés) en la Major League Baseball estadounidense (MLB). Según el estudio que han publicado en el Boletín de la Sociedad Meteorológica Americana, el alza de la temperatura del aire ha incrementado en algo más de 50 los home run anuales registrados en los últimos 13 años. La razón que aportan tiene que ver con un principio básico de la física: cuando el aire se calienta, sus moléculas se alejan entre ellas y, por lo tanto, se vuelve menos denso. Esto permite que las pelotas vuelen más lejos al ser bateadas porque encuentran una menor resistencia de frenada. Para quien no entienda de béisbol, un cuadrangular, como también se conoce esta jugada, se produce cuando el bateador golpea la pelota con la potencia suficiente que le permita recorrer las cuatro bases en la misma jugada, completando así una carrera, y anotar hasta cuatro puntos si en cada una de las otras tres espera un corredor de su mismo equipo.

El jugador de béisbol de los Angeles Dodgers, Freddie Freeman, golpea la pelota con la que logró un 'home run' ante los Philadelphia Phillies. ¿Consecuencia del cambio climático o pericia humana? (AP Photo/Mark J. Terrill)
El jugador de béisbol de los Angeles Dodgers, Freddie Freeman, golpea la pelota con la que logró un 'home run' ante los Philadelphia Phillies. ¿Consecuencia del cambio climático o pericia humana? (AP Photo/Mark J. Terrill)

Los investigadores analizaron 100.000 partidos y más de 200.000 pelotas en juego y llegaron a la conclusión de que la probabilidad de lograr un home run aumenta en un 1% por cada grado de calentamiento del aire. En otras palabras, gracias al cambio climático, los bateadores de las grandes ligas son cada vez más potentes. Si el aumento de las temperaturas sigue su curso actual, se estima que en 2050 se producirán unos 155 jonrones al año y 255 en 2100. Esto en el mejor de los casos. Otro de los posibles escenarios al que hace referencia la investigación, nada halagüeño, prevé 192 jonrones anuales en 2050 y 467 a finales de siglo si la emisión de gases de efecto invernadero se dispara.

El impacto del clima en el deporte

Los resultados obtenidos por los científicos del Darmouth College auguran un futuro prometedor para los bateadores profesionales, que verán sus estadísticas infladas en los próximos años. Una excepción, porque el deporte no es ajeno al impacto negativo del cambio climático, que ya altera el normal desarrollo de muchas disciplinas y pone en peligro no solo su práctica sino la salud de los deportistas. Según el último informe del Departamento de Asuntos Económicos y sociales de Naciones Unidas, “el sector del deporte está sufriendo las consecuencias del aumento de las temperaturas, las precipitaciones más intensas y el incremento de los fenómenos meteorológicos extremos”. La agencia alerta de que, en 2050, la mitad de las sedes olímpicas de invierno no podrá patrocinar los juegos de invierno por falta de nieve y hielo y que una cuarta parte de los estadios de los equipos de la liga de fútbol inglesa se inundará total o parcialmente cada año.

Las condiciones climáticas cada vez más extremas alteran los calendarios de competiciones en disciplinas tan dispares como el atletismo, el ciclismo o el tenis. Por ejemplo, las altas temperaturas obligaron en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 a trasladar el maratón y la carrera de marcha a la ciudad de Sapporo por el riesgo a que los atletas sufrieran un golpe de calor o un colapso. Dos años antes, el US Open de tenis incluyó un “descanso del calor” para los deportistas durante los partidos. En 2021, los corredores de la Vuelta Ciclista a España tuvieron que competir con temperaturas de hasta 47°. Esto mientras las autoridades médicas españolas recomendaban a la población quedarse en casa por el riesgo que representaba para la salud.

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Los ejemplos son muchos, pero el deporte tampoco está exento de responsabilidad, en parte, por la huella de carbono que representa la organización de eventos de gran envergadura. Por ejemplo, se calcula que durante el Mundial de fútbol de Qatar se emitieron unas 10 megatoneladas de CO2, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Lancaster (Inglaterra). El mantenimiento de las instalaciones en un contexto de fenómenos climáticos cambiantes también contribuye a una mayor contaminación, además de la carga financiera que supone para las organizaciones de muchas disciplinas deportivas minoritarias que dispara las deudas y pone en riesgo la celebración de las competiciones.

En definitiva, nada bueno puede resultar del incremento de las temperaturas que estamos viviendo, por más que la espectacularidad del béisbol se haya visto beneficiada. Revertir la situación es ya un imperativo. Nos va la vida en ello.

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