Lis Hartel y la poliomielitis: se subió al podio con las piernas paralizadas

Lentamente, de Norte a Sur, la poliomielitis se extendió por Europa en los años transcurridos entre las dos guerras mundiales, afectando a doce países –buena parte de ellos, con serios problemas sanitarios debido a las embestidas. En 1944, Dinamarca sufrió una segunda epidemia, que causó 350 muertes y dejó secuelas en las más de 3.000 personas afectadas que consiguieron seguir con vida.

Con 23 años, Lis Hartel fue una de las que padeció las consecuencias de la polio (antes denominada parálisis infantil). Estaba embarazada. Una de cada 100 personas infectadas por el virus de la poliomielitis recibe el ataque en el interior de la columna vertebral, comúnmente conocido como “polio paralizante”. Hartel fue esa 'una de 100'.

Nacida en 1921 en Copenhague, Lis desarrolló una relación simbiótica con los caballos que dejaba estupefactos a quienes conseguían verla en acción cada mañana, entre el polvo y la nieve del club de campo ubicado casi en el centro de la ciudad. Comenzó a cabalgar poco después de dominar el arte de caminar y, ya adolescente, prometió que nunca dejaría de hacerlo. Galopar, sentir el viento en la cara, saltar. “Ser uno con el caballo, quererlo, respetarlo, escaparnos hacia lo desconocido, flotar…”

Hartel y Jubileé
Hartel y Jubileé

Entrenada desde niña por su madre, Else, fue destacándose poco a poco en las competencias ecuestres juveniles. Odiaba tener que usar cualquier tipo de varas e intentaba evitarle dolores, por más leves que fuesen, a los caballos que montaba. Transformada ya en una "realidad", y con varios trofeos en la vitrina, el experimentado Gunnar Andersen decidió convertirse en su entrenador (con el permiso de Else, claro), para encarar nuevos objetivos.

En 1943 y 1944 se convirtió en campeona danesa de adiestramiento (dressage, en francés). Hasta que la polio interrumpió su vertiginoso ascenso en el mundo de la equitación europea. Recordemos, estaba embarazada cuando el virus la tomó por asalto. Así y todo, consiguió parir una hermosa y saludable niña. “Todo un milagro”, se apresuraron a decir los médicos. Lógicamente, por más eruditos que fuesen, no habrían podido prever lo que sucedería años más tarde.

Lo cierto es que Hartel sufrió la paralización de sus brazos y piernas. En aquel momento, y según contó después, recordó aquella promesa firmada en el viento que hizo cuando era una adolescente. Dejar de montar, abandonar el sueño de convertirse en una gran jinete, no parecía una opción para ella. Se sometió a una exigente recuperación y, después de muchísimo esfuerzo, su tensión muscular regresó. De todas formas, sus piernas no recobraron la sensibilidad de las rodillas hacia abajo.

Hartel y Jubileé
Hartel y Jubileé

 

Fueron tres años de muchísimo sacrificio físico y psíquico: asumir que ya no podría subirse al caballo por sus propios medios, a salto pelado, fue una de las ideas que más la desequilibró. Una vez que entendió que necesitaría ayuda para montar, volvió al ruedo. En 1947, participó de los campeonatos escandinavos, logrando excelentes resultados. Debió asimilar el silencio del público, que observaba tenso como Hartel era trasladada hasta el lomo de los animales con la ayuda de dos hombres. Pero tenia la certeza de que esa desconfianza se convertiría en aplausos apenas unos minutos más tarde. Victorias y más victorias la llevaron a conformar el equipo nacional de Dinamarca que participaría de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.

Aquellos de Suecia serían los Juegos que permitirían el debut del equipo olímpico de la Unión Soviética y la admisión de mujeres y civiles en las pruebas hípicas de adiestramiento, antes restringidas a la participación de militares.

Lis estaba nerviosa. En aquella época, era la única mujer que competiría con el grupo de los hombres, ya que la prueba de adiestramiento era mixta. Poco antes de hacer su primera presentación en Helsinki, tuvo una seria “charla” con Jubileé, aquel caballo que tanto amaba, con quien conformaban un binomio que balanceaba explosión con elegancia.

Hartel, en Helsinki.
Hartel, en Helsinki.

 

Otra vez aquel silencio, mientras Hartel era levantada hasta el lomo de Jubileé. Algunos de sus rivales se miraban de reojo, perplejos ante la escena. Segundos deberían esperar para entender la razón de la convocatoria de esta mujer que había sido alcanzada por la poliomielitis pocos años antes. Con armonía parecía jugar, deslizándose sobre el esplendoroso Jubileé. Sonreía suelta, sin presiones. Lo único que no logró aquella tarde fue evitar el llanto ante la abrumadora ducha de aplausos. Saludó a Jubileé con un beso en el pescuezo y se desplomó sobre él. 

En el suelo la esperaba el sueco Henri Saint Gyr, que sólo dejó de aplaudir para, caballerosamente,  ayudarla a descabalgar. Fue él quien se llevó la medalla dorada, y Hartel obtuvo la de plata, en medio de una ovación. El campeón acompañó a la mujer hasta el podio, donde se mantuvo en pie para recibir los honores. Lloró, lloró y lloró. La mirada retrospectiva la emocionaba. Abrazó fuerte a su hija apenas pudo, con lo que le quedaba de fuerzas.

 

Pero faltaban algunos capítulos en la particular vida de la atleta. En 1954 obtuvo el título mundial en Aachen (Aquisgrán), Alemania. En 1956, ya como fuerte candidata, volvió a colgarse la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Melbourne (aunque los eventos de equitación debieron realizarse en Suecia, debido a las estrictas leyes australianas sobre el ingreso de caballos “extranjeros"). Venció alguna que otra prueba nacional y torneos menores internacionales antes de dejar de competir profesionalmente.

Su vínculo con el deporte y con los caballos, eso sí, jamás encontró un fin. Continuó su carrera en la equitación como entrenadora de jinetes importantes, como el exolímpico Bent Jensen y Nils Haagensen, campeón europeo en 1980 y participante en la prueba de adiestramiento en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.

Pero la de entrenadora no era su única actividad, ya que dividía sus horas difundiendo las virtudes de la equinoterapia. Sus esfuerzos fueron correspondidos por la Asociación Médica de los Estados Unidos, que reconoció este método como una “inestimable herramienta terapéutica”.

En 1970, se creó la fundación Lis Hartel en Holanda, que ofrecía diversos paseos terapéuticos a caballo y luchaba por una mejor calidad de vida para quienes sufrían con la poliomielitis -entre otras enfermedades.

Hartel en el Salón de la Fama. 
Hartel en el Salón de la Fama. 

El Salón de la Fama danés la incluyó entre sus personajes en 1992 y en 2005 fue oficializada como una de las 10 mejores deportistas de la historia del país nórdico. Cuatro años después, el 12 de febrero de 2009, Lis Hartel falleció a los 87 años. Dejó mucho. Enseñó el camino para una vida mejor con la equinoterapia y, sobre todo, convenció a los incrédulos, a los vencidos, de que siempre hay luz al final del túnel.  

 

A continuación, un video con imágenes de su carrera (el audio, lamentablemente, sólo está en idioma original). 

 

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