El alma de la Libertadores: final “caliente” en Parque Patricios

Si algo caracteriza por historia a la Copa Libertadores son las noches calientes, de lucha, noches picantes donde las polémicas son parte grande de su esencia.

Siempre fue igual. Quien no recuerda o habrá leído acerca de aquella épicas batallas de los años 60 o 70, donde se forjó esa fama.

Este martes volvió a vivirse una jornada cargada de emociones y, en este caso preciso, de escándalo y reproches.

Fue en el Palacio Tomás Adolfo Ducó, la casa de Huracán, donde le local recibía al legendario Peñarol en el marco del Grupo 4.

Con el resultado empatado a cero y cuando todo hacía prever que nada raro iba a suceder, en los últimos minutos de juego se produjeron dos jugadas donde el árbitro ecuatoriano Omar Ponce anuló dos goles consecutivos, una para cada equipo.

Duela a quien le duela y más allá de las “calenturas” propias del momento, en ambas acertó.

Comencemos por la de Huracán. El reloj marcaba el tiempo de descuento y el Rolfi Montenegro anotaba el que sería el gol de la victoria del Globo.

Sin embargo a instancias del juez de línea el árbitro invalidó la acción por posición adelantada del delantero Ramón Ábila de manera correcta, ya que el mismo estaba parado próximo al trayecto del balón obstaculizando la visión del portero uruguayo Gastón Guruceaga.

Inmediatamente después, tras la protestas, llegó la segunda acción que levantó las quejas, esta vez del lado de Peñarol.

Tiro de esquina, cabezazo del propio Guruceaga que terminó en el fondo del arco local. Sin embargo Ponce no lo convalidó por falta del propio arquero a su colega Marcos Díaz.

Más allá de los fuertes reclamos, nada hay que reprochar. El árbitro cumplió con el reglamento y el 0 a 0 resultó inamovible.

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