Sergi Roberto, el as que Luis Enrique escondió hace seis años

Septiembre de 2009. El filial del Barcelona buscaba en Gavà, un pueblito costero cercano a la capital catalana, la primera victoria de una temporada histórica. El Barcelona Atlètic firmó una temporada espectacular y acabó regresando a Segunda División después de once años pero en el descanso de aquel partido olvidado el marcador señalaba 1-1 y exigía soluciones. Con el estelar Thiago en el Mundial Sub-20 de Egipto y el equipo lastrado por las lesiones, entró en escena un juvenil descarado para cambiar el rumbo del encuentro a base de toque y pase. El niño se llamaba Sergi Roberto; en aquel banquillo mandaba Luis Enrique.

De solución improvisada a pieza clave, Sergi Roberto acabó siendo un fijo en aquel once histórico de Luis Enrique. Seis temporadas después se repite la secuencia de los hechos, pero con una pirueta de guion inesperada que añade doble dificultad al salto: Sergi Roberto está sacándole las castañas del fuego al entrenador asturiano jugando en un puesto que hasta hace unos días le era ajeno.

De exquisito interior con una capacidad notable para llegar a posiciones de remate a carrilero aplicado en la marca y ambición ofensiva. Con Dani Alves en horas bajísimas y el equipo reventado por las bajas, la mejor noticia de la temporada para el barcelonismo es la aparición del futbolista de Reus en el lateral derecho.

El canterano, con un gol que recordó a su pasado como llegador en el juvenil donde llegó a anotar 17 tantos en una temporada, cimentó anoche la remontada que acabaría culminando Luis Suárez. Comenzó a sonar para el primer equipo en 2010, pero nunca terminó de encontrar el sitio. El aire. En un centro del campo plagado de estrellas mundiales, Sergi Roberto se percibía como poco más que un comparsa aseado. Ni de interior ni de mediocentro acabó de cuajar.

Pero este año la película es diferente. Ha intervenido en diez partidos y siempre ha aportado solidez y soluciones. La salida de balón está garantizada por su buen pie y el socio descubre en él valores que el exuberante Alves había enterrado hace tiempo: compromiso defensivo y sentido colectivo. Como en Gavà hace seis años, Luis Enrique se ha sacado un as de la manga.

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