St. Louis City y su goleada 5-1 al FC Cincinnati que los certifica como la sensación del año en la MLS

St. Louis City superó por goleada a Cincinnati, el equipo que llegaba como líder de la Conferencia Este. (Scott Rovak-USA TODAY Sports)
St. Louis City superó por goleada a Cincinnati, el equipo que llegaba como líder de la Conferencia Este. (Scott Rovak-USA TODAY Sports)

St. Louis City y Cincinnati FC fungían como una promesa sabatina de partido disputado y parejo hasta la médula. No era para menos: los naranjas llegaban a la cita como líder de la Conferencia Este y St. Louis era el sublíder la Conferencia Oeste. Pero esa ilusión empezó a quebrarse muy rápido en el Citypark, la pequeña (22 mil espectadores) pero vibrante casa de un equipo que en su primera campaña en la Major League Soccer está rompiendo todos los pronósticos.

A los dos minutos, después del cobro de una falta, Jared Stroud encontró un rebote en los bordes del área y prendió el balón con furia para abrir el marcador. La decepción de la visita sería crónica durante todo el partido y más porque no sólo debían jugar contra un equipo enjundioso, sino también contra el empuje de una afición que se hace sentir como muy pocas. La insistencia de St. Louis por anotar recuerda a lo más puro del futbol: la pasión por hacer goles a toda costa.

Cuando no lo consiguen por la capacidad de sus jugadores, que no es poca, lo hacen por empuje, por insistencia: un tiro libre magistralmente cobrado puede pasar a un centímetro del poste, pero el intento se hace. El segundo gol, el que empezó a enterrar las esperanzas de Cincinnati de sacar puntos de Citypark, es el ejemplo de cómo aferrarse al gol. Cuando el disparo de Eduard Lowen entró al arco, había cuatro jugadores de St. Louis en el área rival y tres jugadores en los márgenes del área: atacaron con siete jugadores.

La aventura empezó por la banda izquierda con un doble desborde de John Nelson. Luego Nicholas Gioacchini remató pero su disparo fue bloqueado y ahí apareció Lowen para finalmente cerrar el ciclo de la jugada. Un plan B y un plan C para definir. St. Louis es un equipo muy maduro para ser tan joven y quizá ese es el secreto que les ha ayudado a estar en la cima de la Conferencia Oeste desde su primer partido. No entiende de problemas imposibles de resolver. Para el equipo de Bradley Carnell siempre hay alternativas.

Cincinnati dejó ver fisuras en defensa y no pudo encontrar arriba a Brandon Vázquez, su goleador y joven valor del futbol estadounidense. Cruzaron los brazos ante un escenario que les rebasó y por responsabilidad de un rival que jamás les dejó respirar. En el añadido del primer tiempo, Stroud envió un centro para que Kyle Hiebert materializara una goleada que nadie habría tomado por coherente una hora antes. Y la efusividad por atacar fue la misma: siete hombres en ataque; uno más para hacer la presión en caso de perder el balón, y otros dos más atrás, pero también en campo contrario: únicamente el portero, Roman Burki, permanecía en sus propios dominios.

Ya entregados y resignados, la visita no pudo hacer nada para contener a Gioacchini en el arranque del segundo tiempo. El italo-americano puso el 4-0 que convirtió al estadio en una caldera: júbilo total por un equipo que, si a usted nadie se lo dijera, no creería que empezó a jugar este 2023 por primera vez en el futbol profesional. Porque sí, sus jugadores son expertos, pero su afición lo es quizá todavía más.

Se dice que el futbol no conoce de justicia —cuántas veces un equipo ha llegado hasta el cansancio al arco y pierde el partido en un contragolpe, porque así es este juego—. Pero al St. Louis hasta el futbol le sonríe en estos días y Rasmus Alm lo comprobó. El sueco se animó a disparar fuera del área. El tiro llevaba cierta colocación pero no potencia. Pegó en el poste y Roman Celentano, portero de Cincinnati, se lanzó: el balón rebotó en su espalda y se metió. Lo dicho: la insistencia por buscar el gol ha provocado que estos inexpertos encuentren la alegría hasta por inercia.

Cincinnati encontró el gol de la honra a los 62 minutos gracias a Sergio Santos. Y el resto de equipos deberían ver y analizar ese gol, en apariencia irrelevante, porque evidencia la otra cara de la moneda, es decir, la consecuencia, el precio a pagar, de atacar con tantos jugadores y buscar anotar con obsesión: únicamente dos jugadores quedaron atrás para defender el contragolpe. Uno de ellos, el central Tim Parker, el otro, el lateral derecho Jake Nerwinski. El otro central, Kyle Hiebert, salió a hacer la presión, que es una apuesta de alto riesgo: se puede recuperar rápido si funciona, y si no, se deja expuesto al equipo.

En esta ocasión no importó demasiado, pero St. Louis tiene ese punto flaco que, tal vez, no es posible pedirles que enmienden: dejarían de ser ellos mismos y aminorarían su generación de peligro. Golearon a un equipo potente el sábado, así que más bien quienes deben cuidarse son los otros jerarcas de la MLS que quieran hacerles frente. Pero la debilidad existe y quien quiera aprovecharla deberá encontrar el método ideal. St Louis por ahora disfruta de su liderado en la Conferencia Oeste. Es pronto para hablar de una candidatura al título, pero ya ostentan la etiqueta de equipo sensación y no parecen estar dispuestos a salir de los sitios estelares.

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