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St. Louis, el nuevo equipo de la MLS que desborda carisma: les pasa de todo y lo disfrutan

St. Louis venció a Charlotte en un partido en el que hubo de todo. (AP Photo/Joe Puetz)
St. Louis venció a Charlotte en un partido en el que hubo de todo. (AP Photo/Joe Puetz)

Los estrenos siempre son emotivos en el futbol. Y para el St. Louis no pudo ser mejor. Ya en su primer partido habían demostrado que su aporte a la MLS descansaría en lo insólito: un error que pasa una vez en la vida les abrió la puerta para empatar ante Austin (3-3) y sumar el primer punto en su historia. Pero el reto real, el más grande, era presentarse ante su gente en el Citypark y abrir paso a una historia que en el pasado se vio truncada: durante al menos diez años esta ciudad intentó tener futbol profesional sin éxito.

Hoy ya nadie se los puede contar. Son equipo de la MLS y en el comienzo de su ruta han dado indicios de que no serán un equipo del montón. La historia les tenía reservada una broma de mal gusto: el primer gol en la historia de su estadio lo anotó el visitante. Charlotte se puso al frente con un sólido cabezazo de Enzo Copetti. El nueve visitante remató con cierta comodidad, y el partido se puso cuesta arriba para St. Louis. Una semana atrás, ya habían superado un 1-3 para terminar empatando el partido. No era algo nuevo para ellos.

Y el empate, es decir, el primer gol de ellos en su casa, también vino con paradoja incluida: llegó por medio de un autogol de Bill Tuiloma. De muchos autogoles se suele decir que es más fácil fallarlos que meterlos, o que si el jugador desdichado se hubiera propuesto a hacerlo, jamás lo hubiera logrado. Y este caso cumple con esos preceptos, porque la jugada dejó boquiabiertos a todos: un centro de rutina, fue cabeceado para atrás por Tuiloma, pero lo hizo con una técnica que podría envidiar cualquier centrodelantero del mundo. Claro, el rubor fue inevitable para él, porque dejó sin opciones a su portero, Pablo Sisniega, y entregó el empate. A los aficionados lo que menos les importó es que fuera autogol: querían desahogar tanto tiempo de espera. Cuántas veces, desde la fundación del club en 2019 (y cuando ese mismo año se anunció que para 2023 competirían en la MLS), habrán soñado con esa noche y con ese momento.

El desempate llegó por obra de Eduard Lowen. Una mano inocente del delantero Swiderski puso contra las cuerdas a Charlotte. Lowen definió con tranquilidad para despertar un júbilo que a muchos podría resultarles familiar, por haberlo escuchado antes. Por momentos del partido la atmósfera remitía a los estadios clásicos de la Premier League inglesa: los alaridos, la pasión, los cantos, los gritos. Ese murmullo que recorre toda la grada cuando una gran jugada se frustra o cuando una gran jugada nace.

¿Cómo explicar que un equipo recién estrenado en la Primera División ya tenga un estadio lleno y sea capaz de despertar tal emoción entre sus aficionados? Dicen que los sentimientos derivados del futbol no hay que entenderlos, pero aquí vale la pena: St. Louis esperó mucho por esto. Su fervor es, en realidad, el estallido contenido durante muchos años de ver a otros gozar del futbol. Y eso se confirmó cuando Klauss de Mello finiquitó el partido aprovechando un error conjunto del zaguero Adilson Malanda y del arquero Sisniega. La suerte le sonríe al nuevo equipo de la MLS cuando se trata de errores garrafales. Aunque durante todo el partido Charlotte intentó tener más el balón, sus posesiones fueron estériles contra un equipo que tiene contundencia y que no perdona los desaciertos. El mexicano Sisniega había tenido una atajada clave antes de su fallo, pero enseguida perdió los créditos comprometiendo el balón en la salida.

St. Louis apenas lleva dos partidos en la MLS y sería pronto para postularlos a la élite de liga. Pero han dejado claro que no tienen la menor intención de ser un equipo de paso. Esperaron por esto y van a disfrutar cada segundo. Son el equipo que a ninguna competencia le viene mal: pasionales, carismáticos y entretenidos. Misuri puede sentir confianza en sus muchachos.

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