Una familia se hará millonaria gracias al nuevo estadio del Chelsea

Vista aérea del actual Stamford Bridge, estadio del Chelsea. (Omnisport)
Vista aérea del actual Stamford Bridge, estadio del Chelsea. (Omnisport)

Stamford Bridge es el nombre del estadio donde disputa sus partidos como local el Chelsea, uno de los equipos más poderosos del fútbol inglés en la actualidad. Inaugurado en 1877, el coliseo del oeste de Londres es incluso más antiguo que el equipo al que acoge; durante su larguísima historia ha vivido numerosas reformas, hasta estabilizarse en el aforo de poco más de 41.000 espectadores que tiene hoy. Insuficientes, a juicio de la directiva de los blues, y no les falta razón ya que habitualmente las gradas se llenan por completo; por eso, ante la imposibilidad de trasladarse a otro lugar por motivos burocráticos, el club ha desarrollado un nuevo plan de ampliación que pretende crecer hasta 60.000 localidades.

El proyecto se ha enfrentado a las reticencias de los vecinos por todo tipo de motivos. En primer lugar, las obras serían largas y dificultosas, ya que cerca del campo pasan dos líneas de ferrocarril y una carretera de tráfico muy denso. Además, los residentes, en uno de los barrios de mayor nivel de renta de la capital británica, están preocupados por el efecto que pueda tener para su nivel de vida y las congestiones que se puedan generar con la llegada de casi 20.000 nuevos seguidores a sus calles. Finalmente el plan se aprobó y está previsto que las obras de demolición del campo actual y construcción de una estructura nueva comiencen pronto, tras salvar de mejor o peor manera todos los escollos. Todos, menos uno.

Una sola familia ha estado a punto de tumbar toda la operación. Son los Crosthwaite, residentes desde hace 50 años en la calle vecina al estadio. Se quejan de que, si se aplica el diseño del estudio de arquitectura suizo Herzog & De Meuron, las gradas del campo serán mucho más altas (50 metros en vez de los 35 actuales), lo que implica que taparán la luz del sol de la que ahora mismo disfruta su casa, un bien preciadísimo en la fría Inglaterra. Nicholas Crosthwaite, un banquero jubilado, y su esposa Rose, de quien el diario The Sun afirma que tiene “vínculos con la duquesa Camila”, alegan que al menos cinco habitaciones de su hogar quedarían a la sombra. También dicen que el problema se podría evitar si parte de los 17.000 asientos en palcos VIP que prevé la reconstrucción se sustituyeran por butacas normales.

Por ese motivo la familia pedía una indemnización de 20 millones de libras, que parece disparatada pero no lo es tanto teniendo en cuenta la situación del mercado inmobiliario londinense: su residencia, que tiene ya medio siglo de antigüedad, está valorada en cuatro millones. Mientras no se resolviera este litigio el Chelsea, aunque tuviera permiso de obras, no podría empezar a acometerlas. El club inicialmente ofrecía solo un millón, algo inaceptable para los Crosthwaite, aunque tras meses de negociaciones se ha llegado a un acuerdo razonable, según ha asegurado un portavoz del club. La cantidad no se conoce, el mismo representante del equipo dice que es “confidencial”, pero probablemente sea más bien baja, cercana a las pretensiones del club y no a las de la familia, ya que la autoridad local de Hammersmith y Fulham determinó que el espacio aéreo sobre el estadio también le pertenecía. Otras cincuenta familias se veían afectadas por la misma situación, pero todas salvo los Crosthwaithe habían llegado previamente a acuerdos con los blues.

Ya sin trabas administrativas para empezar a construir y gastarse los 1.000 millones de libras que se estima que costará la obra, ahora queda otro frente que resolver: dónde jugará el Chelsea mientras se desarrollan los trabajos. Se habían sondeado las opciones de Twickenham (el estadio nacional de rugby) o de Wembley, con este último como favorito; el problema es que ahora mismo el legendario campo es la casa temporal del Tottenham mientras se reforma White Hart Lane, y al Chelsea no le entusiasma la idea de compartir. No obstante, suponiendo que todo vaya según las previsiones, los Spurs tendrán su nuevo templo este mismo verano, lo que liberaría Wembley para Abramovich y sus chicos. Se calcula que la edificación del nuevo Stamford Bridge durará menos de cuatro años.

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