Felipe Muñoz y el único día que México dominó la natación en los Juegos Olímpicos

(FILE) This picture shows Mexican Felipe Munoz, winner of the gold medal winner in a swimming competition, during the 1968 Olympic Games held at Mexico City.   AFP PHOTO7JUAN CARLOS RAYON/MEXSPORT (Photo by JUAN CARLOS RAYON / AFP)        (Photo credit should read JUAN CARLOS RAYON/AFP via Getty Images)
Felipe Muñoz, ganador de la medalla de oro en natación en los Juegos Olímpicos de México 1968. | Foto: JUAN CARLOS RAYON/AFP via Getty Images)

Solo un día en la historia olímpica un mexicano ha sido el mejor de la alberca, el más rápido, el más ágil y el más inteligente.

Fue el 22 de octubre de 1968 en la prueba de 200 metros pecho donde Felipe Muñoz Kapamas (3/Febrero/1951), entonces un jovencito de 17 años, se quedó con la medalla de oro, la primera de México en esos Juegos donde competía como local y la única del país en la historia de la natación olímpica.

La presea de Felipe fue una cuestión de orgullo, de honor y de convencimiento propio.

“El mundo no creía en nosotros, pensaban que nosotros los mexicanos no íbamos a ser capaces de organizar un evento de esa magnitud”, recuerda Muñoz en entrevista para el Comité Olímpico Mexicano. “Los Juegos siempre se habían realizado en ciudades de países desarrollados, México no lo era y había mucho escepticismo, no creían en nosotros”, insistió.

Los Juegos de ¿la paz?

Los Juegos de 1968 de inauguraron en el estadio de Ciudad Universitaria el 12 de octubre rodeados por dudas ya que era la primera vez que las competencias olímpicas se desarrollaban en una ciudad a más de dos mil metros de altura sobre el nivel medio del mar. Además, las protestas estudiantiles habían sido álgidas en las semanas previas.

Deportivamente México era un país de pocos triunfos que apenas había ganado una medalla de tercer lugar cuatro años antes en los Juegos de Tokio con el boxeador Juan Fabila, y también un bronce en Roma 1960 con el clavadista Juan Botella. Si bien México había medalla en todos los Olímpicos a partir de 1932, solo en Londres 1948 (cinco medallas) se habían obtenido más de dos podios.

“Cuando los Juegos inician y le empezamos a demostrar al mundo que no solamente podíamos hacer lo mismo que ellos, sino hasta mejor en muchas cosas, pues el mundo estaba literalmente admirado”, recuerda Felipe Muñoz, que aquella noche fue la primera medalla de oro de México en esos Juegos Olímpicos. “Me sentía muy orgulloso primero de lo que estábamos haciendo (como organizadores) y luego porque le demostramos al mundo que también podíamos tener campeones olímpicos”, afirma.

El origen, de la travesura a la disciplina

Felipe Muñoz siempre fue inquieto y comenzó en la natación a los 12 años en el club Vanguardia hasta que fue expulsado de ahí. Se refugió en la Unidad Morelos del IMSS, donde entrenaba el profesor Nelson Vargas. El destino le ayudó a concretar ese podio olímpico porque los apoyos a los deportistas en aquel tiempo fueron destacados, ser sede motivó a las autoridades incluso a construir las instalaciones de entrenamiento del Centro Deportivo Olímpico Mexicano, al norte de la capital del país.

México había logrado la sede olímpica desde octubre de 1963, cuando superó en la votación a las ciudades de Detroit (Estados Unidos), Lyon (Francia) y Buenos Aires (Argentina). Cuando en el país se supo el resultado de la votación, Felipe Muñoz empezó a imaginarse ahí. “Cuando logramos la sede de los Juegos Olímpicos, ese día empecé a imaginar que podía yo representar a México, que podía competir, estar en una final. Todo lo que estaba viviendo ya me lo había imaginado, estaba muy contento porque tenía la oportunidad de vivir mi sueño”, recuerda Muñoz.

Pero el triunfo de Felipe no fue una cuestión de suerte. Detrás de él había una concentración desde 1966 en el CDOM bajo el mando del entrenador estadounidense Ronald Jhonson y del mexicano Nelson Vargas, quien trabajaba como asistente. Jhonson había llegado a México y le encargaron a los juveniles, y de ahí pulió el mejor resultado de la selección olímpica.

Unas semanas antes de los juegos, Felipe nadó en Santa Clara en 2:29.30 minutos y derrotó al estadounidense Brian Job. Semanas después el americano cobró la revancha en Nebraska. Como fuera, el duelo estaba definido para el 22 de octubre.

A día Felipe Muñoz llegó el nadador más rápido en las rondas eliminatorias y se ganó el derecho a nadar en la final en el carril cuatro, flanqueado por el soviético Vladimir Kosinsky, en el tres, y el estadounidense Job, en el cinco.

No era el favorito. Estaba el campeón del mundo, el campeón estadounidense, el alemán, el japonés que tenía más oportunidades de entrenar que nosotros”, recuerda Felipe. “Yo sabía que tenía chance si seguía las indicaciones de mi entrenador, si me podía calmar porque los nervios son muy difíciles. En unos Juegos Olímpicos tu principal adversario eres tú, tu mismo, te tienes que calmar, tienes que calmar los nervios. Me lo había dicho ya mi entrenador Ronald Jhonson, que me tenía que calmar y hacer lo que ellos mismos me habían dicho que tenía que hacer”, comparte.

Derrotar el nerviosismo

Los aficionados mexicanos abarrotaron la Alberca Olímpica esa noche del 22 de octubre. Unas horas antes, en la subsede de Guadalajara, México había perdido en la semifinal del futbol. Así que Felipe era una esperanza emergente de ganar medalla y así sucedió.

La instrucción fue mantenerse en el grupo competitivo y cerrar con mucha fuerza, contar brazadas para mantener el ritmo y no desesperarse. Así que en una competencia de dos vueltas Felipe era quinto después de los primeros 50 metros, cuarto después de 100 y de ahí emprendió la remontada hasta tocar en 2:28.7 minutos, su mejor y más importante tiempo de la historia. Cinco décimas atrás llegó el soviético Kosinsky y 1.2 segundos después el estadounidense Job. México le había ganado a las dos potencias de la Guerra Fría.

“Yo no soy un héroe”, dijo Felipe aquella noche tras ganar la medalla de oro. “Soy, simplemente, un deportista que ha comprendido que para llegar a donde se desea hay que poner toda el alma de por medio”, añadió el nadador, según recuerda el libro ‘Medallistas olímpicos mexicanos.

En esos mismos Juegos Olímpicos México ganó una segunda medalla en la nación, ahora con la sirena María Teresa Ramirez, bronce en los 800 metros libre. En los días siguientes vinieron dos oros más en boxeo y en total México terminó con nueve medallas, hasta hoy la mejor actuación de la historia olímpica.

Felipe Muñoz siguió en la natación y se enfocó a llegar, a los 21 años, a los Juegos Olímpicos de Munich 1972. Serían, según la lógica, unos Olímpicos a los que llegaría con mayor madurez, con la frialdad de la experiencia y como favorito para refrendar el podio. Logró calificar, fue abanderado mexicano en la ceremonia inaugural y terminó quinto en la misma prueba, una competencia en la que sus siete rivales eran diferentes a los que derrotó en la final de México 1968.

La natación había cambiado mucho a nivel mundial, pero también los apoyos y los respaldos a los deportistas mexicanos, que pasada la euforia de México 1968 volvieron a las mismas carencias de siempre.

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