El lamentable protagonismo de la prensa deportiva en México

El técnico de América Miguel Herrera, al término del encuentro ante Pumas. / Foto: EFE
El técnico de América Miguel Herrera, al término del encuentro ante Pumas. / Foto: EFE

Existe una delgada línea de respeto entre los medios y el deporte. A diferencia de otras fuentes, los deportes satisfacen la necesidad de competencia y pertenencia, en la que la inversión de tiempo, dinero y lealtad, es lo que más sufre un aficionado cuando su equipo no le da lo que espera a cambio.

La prensa, relacionada estrechamente con los eventos deportivos y sus protagonistas, busca también ser parte del espectáculo deportivo, aunque en esencia, no debe tener ninguna injerencia en el desarollo del mismo, ni en los resultados, ni en la organización. En teoría, la prensa deportiva sólo puede informar y dar opinión objetiva al aficionado.

Todo esto, la esencia misma de la ética de comunicación, no se incluye muchas veces entre los medios y el deporte en México. Lo que sucedió en Ciudad Universitaria entre Miguel Herrera y un fotógrafo, es ejemplo claro de una actitud que sobrepasa la objetividad.

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Hace varios años, a principios del siglo XXI, fue muy sonado un conato de bronca entre Cuauhtémoc Blanco y un reportero radiofónico, justo al terminar un encuentro del América en el Estadio Azteca. Varios medios rodearon a la estrella americanista y uno de ellos le preguntó airadamente si los árbitros ya no le compraban sus caídas en el área. Blanco le respondió ofendido: “¿Qué tú tampoco viste la falta pe***jo?”

Cuauhtémoc Blanco cuando jugaba en el América. / Foto: Getty Images
Cuauhtémoc Blanco cuando jugaba en el América. / Foto: Getty Images

Varios reporteros y personal del estadio tuvieron que intervenir para separarlos, ambos se enredaron en palabras y manotazos, uno defendiendo su drama en la cancha y otro defendiendo su trabajo.

Las situaciones violentas entre el ídolo de Tepito y los medios, eran muy comunes, al grado que la prensa unida convocó a un veto y nadie se acercaba a Cuautémoc Blanco para pedir opiniones o declaraciones después de un partido.

En el pedir está el dar, reza una coloquial frase.

Lo que sucedió entre Miguel Herrera y el fotógrafo “desconocido” va más allá de una actitud objetiva del periodismo gráfico, en al que debe limitarse a ser mudo testigo y lograr que sus instantáneas sean la que definan una situación que permita al público emitir una opinión.

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Lo que se diga, sea un improperio o un pequeño calificativo, es lo de menos. La actitud protagonista, el permitir que la emoción y el sentimiento de la camiseta sobrepase los modales y el desarrollo profesional, es sin duda un problema en la ética de la comunicación.

Miguel Herrera pudo haberse quedado callado y no hacer caso a lo que el fotógrafo le dijo durante el encuentro, en el que su escuadra cayó por la mínima diferencia ante Pumas en el Estadio Olímpico. Quizá si el América hubiese ganado el partido, no estaríamos hablando de este tema. Pero al final, el ‘Piojo’ hizo bien en encarar al agresor y denunciarlo ante las autoridades del inmueble y la Federación Mexicana de Fútbol. No fue sólo un ‘berrinche’ o un ‘mitote’ más del estratega americanista.

La suspensión de un año fue la sanción hacia el fotógrafo de este altercado, del cual ningún medio se responsabilizó, se ‘perdió’ la acreditación, nadie lo conocía. Un episodio más de una tragicomedia mexicana a la que no debemos acostumbrarnos, por más divertida que sea la serie “Club de Cuervos” o la ‘simpatía’ que puedan generar los patéticos momentos de Facundo en eventos deportivos de talla mundial. La prensa es sinónimo de la cultura de un país, las noticias que el público consume y la forma en que lo hace, refleja mucho de una sociedad.