De la Boca a París o Barcelona, el fanatismo no tiene fronteras

Hincha de un club de fútbol se nace, no se hace. Una frase que no conoce fronteras, que se aplica en cada rincón del planeta.

Ser hincha es un sentimiento. Se disfruta, se goza, se sufre. En igual medida, en la misma dimensión. Aquí no cuentan los grandes y poderosos. Aquí vale la lealtad a los colores.

Las distancias no son un impedimento para que esa pasión se esfume, se olvide. Por el contrario. Se agranda, crece como consecuencia de la nostalgia.

En cada país, en cada ciudad, hay muchos de quienes debieron dejar su tierra para buscar nuevos horizontes. Sin embargo por sus venas sigue corriendo sangre con los colores del equipo favorito.

Ejemplos sobran por miles, por millones. Uno de ellos es Carlos Muguruza. Este es un porteño de ley, fanático de Boca, que emigró hace poco más de 30 años a París.

Tenista frustrado, se dedicó a estudiar comercio, aunque terminó en el negocio gastronómico. Carlos es dueño de “Volver”, un restaurante argentino en la Ciudad Luz que es visitado por sus compatriotas que juegan en el PSG, como Ángel Di María, Giovani Lo Celso, Javier Pastore y hasta el uruguayo Edinson Cavani. Tiene su restaurante repleto de fotos con todos, con Messi y una dedicatoria firmada en una camiseta Argentina y hasta con otro fanático de Boca: Juan Martín del Potro.

¡Ah! Lo más importante: su restaurante es el lugar de reunión de los hinchas de Boca de la Ciudad Luz cada vez que el equipo juega en la lejana tierra natal o en algún otro lugar del mundo.

Carlos, quien viajó a Barcelona para ver al su equipo del alma por la Copa Joan Gamper, no perdió la picardía de las eternas bromas al eterno rival.

“Gallardo cuando está en París viene siempre a comer. ¿Sabes lo que nos chicaneamos (bromeamos)? Al principio lo quería convencer de que se viniera a dirigir a Francia, pero él tiene la cabeza en River. Quiero que se vaya rápido, ja, ja…Pero no pasa nada, la suerte se va a acabar”, comenta entre risas.

A poco menos de 24 horas de enfrentar al Barcelona, Carlos disfruta junto a miles de fanáticos de todo el mundo que llegaron para ver el partido. Grita, canta, festeja por anticipado lo que será una fiesta.

Más allá de cual sea el resultado final, el objetivo es uno: ver a Boca, alentar como si estuviera en la mismísima Bombonera, un lujo que no se da todos los días…

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