La misma foto, el mismo sueño

Lionel Messi ganó todo lo habido y por haber con la camiseta del Barcelona. En el club catalán edificó una carrera inigualable, que lo catapultó no sólo a la fama eterna sino también a ser considerado como uno de los mejores futbolistas de la historia.

Basta con ver los famosos videos que lo muestran haciendo de las suyas en las divisiones infantiles de Newell’s Old Boys, donde la ilusión óptica hace que la pelota parezca más grande de lo que es, que le llegue hasta las rodillas, confirmando una vez más que esa habilidad “es un don que Dios me dio” (ver la siguiente entrevista donde lo menciona a partir del minuto 22 con 50 segundos)

Pero Messi tiene una deuda pendiente que espera poder pagar en Rusia: ganar el Mundial con la selección argentina.

No es que eso lo vaya a hacer mejor o peor futbolista. Su fama y reconocimiento ya están ganados y no lo va a cambiar el ganar o no el Mundial. Lo quiere para terminar de cerrar el círculo, para llenar su corazón con los colores que más ama: el celeste y el blanco de la camiseta y de la bandera del país que lo vio nacer.

En esta última etapa de preparación, Messi está en Barcelona junto al plantel y el cuerpo técnico de la Albiceleste. Allí le están terminando de darle forma a la ilusión, al deseo, a la obsesión.

Allí, en su segunda casa, donde todo nació quiere renacer la esperanza. Sí, este juego de palabras trata de explicar la similitud de dos fotos, tan lejanas en el tiempo y tan cercanas en el sueño.

Apenas llegado a Barcelona, Lionel se sacó una foto en la ventana del hotel donde se aloja el equipo. Con el Camp Nou, ese templo testigo de sus grandes hazañas, de fondo.

Y no es casualidad que haya aparecido una foto muy similar, pero de hace muchos años atrás, cuando llegó por primera vez a la capital catalana, con las maletas y el alma cargadas de ilusiones, sin ni siquiera imaginarse que ese sería el comienzo de la gran historia.

Dos fotos, dos metas. Una ya se cumplió. La otra está ahí, a la vuelta de la esquina, esperando por eludir a los fantasmas de las últimas tres finales, para que esta vez no mire la copa con los ojos cargados de tristeza. Para que esta vez esa misma copa que supieron levantar Daniel Passarella y Diego Maradona, sea alzada por sus manos. Para que el círculo termine de cerrarse.

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