Nahuel Guzmán y su actitud de pésimo perdedor que sólo ensucia su propio nombre

Nahuel Guzmán fue a buscar a Rodolfo Cota una vez finalizado el partido entre León y Tigres por las semifinales de la Concachampions. (Hector Vivas/Getty Images)
Nahuel Guzmán fue a buscar a Rodolfo Cota una vez finalizado el partido entre León y Tigres por las semifinales de la Concachampions. (Hector Vivas/Getty Images)

Nahuel Guzmán quedó retratado al instante y por su propio compañero André-Pierre Gignac. Mientras el francés saludaba a los jugadores de León, después de que Tigres quedara eliminado de la Liga de Campeones de la Concacaf (marcador global de 4-3 favorable a los Esmeraldas), Guzmán protagonizó un penoso incidente: fue a buscar a Rodolfo Cota, portero de León. Primero Guzmán fue a reclamar al árbitro, ahí hubo un primer encontronazo. Cota se dirigió a festejar con la afición y, en particular, con su familia, como se vio en el video que desde la tribuna grabó su esposa.

Pero el Patón lo siguió y trató de interceptarlo, sin que sus propios compañeros entendieran muy bien por qué lo estaba haciendo y hasta su entrenador, Robert Dante Siboldi, intentó alejarlo del conflicto, pero no hubo caso. La reacción de Guzmán fue patética en forma y fondo. Después de una serie que dejó un grato sabor para los aficionados, lo mejor sería irse con dignidad y reconocer al rival, justo como lo hizo Gignac, que destacaba al fondo de la imagen, ajeno a todo el barullo, por la forma en que aplaudía a su afición después de reconocer a los vencedores.

Nada mejor que perder con clase. Y Guzmán debería saberlo, porque es un jugador con la experiencia y jerarquía necesarias para entender cómo se debe actuar después de algo así. Él ha dicho que se ha creado una falsa imagen suya, que son exageraciones y que los medios le han cargado la mano. Siempre tiene alguna coartada para hacer creer que él es quien padece la actitud de los demás. Jamás es culpa suya.

“Pueden buscar más de los 400 partidos y si encuentran alguna acción realmente agresiva, con intención de lastimar a algún árbitro o a algún colega, yo me retiro del futbol”, dijo en marzo pasado, luego de las quejas del entrenador Óscar Pareja, del Orlando City, relativas a la pérdida de tiempo intencionada de Tigres. Sin embargo, para Guzmán la colección de evidencias es amplia: codazos, patadas, empujones a colegas, y reclamos infinitos a árbitros.

Lo de ayer sólo ratifica esa imagen. Guzmán no sabe perder y el contraste se puede hacer hasta con el referente principal de su equipo. Es indudable la calidad que tiene Nahuel como portero: durante nueve años se ha mantenido como uno de los mejores de la Liga MX y lo ha ganado prácticamente todo. Cuatro títulos de Liga y una Concacaf, además de disputar las finales de la Copa Libertadores 2015 y el Mundial de Clubes 2021.

Está claro que, a estas alturas, con 37 años y toda una carrera hecha, no le importa lo que se opine de él más allá de Nuevo León. Pero, ciertamente, esa imagen de mal perdedor, de jugador provocador, le ha costado el reconocimiento de la afición en términos generales. Si únicamente se hablara de sus cualidades, su nombre despertaría muchos más elogios en el público (a la altura de Miguel Calero o Hernán Cristante). Y eso que, de todas formas, también sus errores han sido una constante en todas las épocas (hasta los aficionados de Tigres se han acostumbrado a las 'Nahueladas').

Se puede decir que Nahuel Guzmán le da sazón a una liga que regularmente es insípida, pero en este caso era innecesario terminar así, después de dos partidos en los que se habló de futbol porque los dos equipos jugaron al máximo nivel y dieron un recital de goles. Gignac dio el ejemplo a Guzmán y a los contados jugadores de Tigres que quisieron seguirle el paso al portero. No pudo el Patón evitar los goles dentro del campo y lo único que le quedó fue tratar de robarse el show de otra manera, la más penosa e incómoda posible.

Porque fue eso: incómodo de ver. Mientras Cota lo ignoraba, sin la menor posibilidad de siquiera engancharse con él, Nahuel lo retaba en con gestos y palabras que más que dar miedo daban pena. De todas formas es verdad: a Nahuel Guzmán se le va a extrañar cuando no esté más. Nadie le puede quitar su nombre dentro del futbol mexicano, por más que él se empeñe en construirse fama de mal perdedor.

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