Las acciones agresivas de la policía son la chispa en las tragedias en el fútbol

Un grupo de personas lleva a un hombre después de un partido de fútbol en el estadio Kanjuruhan en Indonesia. Al menos 125 personas murieron cuando los fanáticos invadieron el campo y la policía respondió con gases lacrimógenos, lo que provocó una estampida. (Foto: AFP a través de Getty Images)
Un grupo de personas lleva a un hombre después de un partido de fútbol en el estadio Kanjuruhan en Indonesia. Al menos 125 personas murieron cuando los fanáticos invadieron el campo y la policía respondió con gases lacrimógenos, lo que provocó una estampida. (Foto: AFP a través de Getty Images)

El gas lacrimógeno se seguía sintiendo espeso en el aire del Estadio Kanjuruhan en Malang, Indonesia, cuando las fuerzas del orden recurrieron a una estrategia que por desgracia es conocida en todo el mundo.

A los agentes no les quedó otra opción más que dispararle a la multitud con el químico, comentó el jefe de la policía en la provincia de Java Oriental, Nico Afinta, “porque había anarquía”. La escala aterradora del desastre aún no estaba clara. Sin embargo, según el jefe, la policía tuvo que actuar. “Estaban a punto de atacar a los oficiales y habían dañado los vehículos”, comentó.

La acusación de que los culpables de otra calamidad en el fútbol eran los aficionados de inmediato evocó la tragedia del estadio Olembé en Camerún —donde, en enero, murieron ocho personas durante la Copa Africana de Naciones— y la que pudo ocurrir en mayo durante la final de la Liga de Campeones, la joya del fútbol europeo, en París.

Esos dos incidentes tuvieron lugar este año, pero es un tema recurrente que data de muchos años atrás: por ejemplo, Puerto Saíd, Egipto, donde murieron 74 aficionados en 2012; y Sheffield, Inglaterra, donde, en 1989, 97 aficionados del Liverpool fueron a un partido de fútbol al estadio de Hillsborough y nunca regresaron a casa.

Son incidentes inusuales, si consideramos la escala del deporte, pero están a punto de ser un escenario común: cuando ocurren tragedias en el fútbol, no suelen ser el resultado de la violencia de los aficionados, sino de un estilo de control policial demasiado entusiasta y, a veces, agresivo que trata a una gran multitud como una amenaza y convierte un partido en un riesgo.

Un oficial de la policía antidisturbios dispara gases lacrimógenos después del partido de fútbol en el estadio Kanjuruhan de Indonesia. (Foto: Antara Foto/Ari Bowo Sucipto/vía REUTERS)
Un oficial de la policía antidisturbios dispara gases lacrimógenos después del partido de fútbol en el estadio Kanjuruhan de Indonesia. (Foto: Antara Foto/Ari Bowo Sucipto/vía REUTERS)

“Es muestra de una mentalidad que con mucha frecuencia está demasiado orientada al orden público en vez de a la seguridad pública”, opinó Owen West, catedrático especializado en vigilancia policial de la Universidad de Edge Hill en Ormskirk, Inglaterra. “Se pueden ver policías vestidos de pies a cabeza con ropa antimotines y con municiones para controlar multitudes. Se convierte en una profecía autorrealizada”.

West comentó que las agencias del orden dan por sentada una necesidad de “controlar” a la multitud y, por lo tanto, suelen ser “demasiado enérgicas y utilizar demasiados recursos”. “Sucede con mucha frecuencia que en realidad la acción policiaca detona la reacción adversa de las multitudes”, agregó.

El desastre del sábado en Malang recordó la tragedia ocurrida en enero en Yaundé, la capital camerunesa, donde ocho personas perdieron la vida aplastadas antes de un partido de la Copa Africana de Naciones entre Camerún y las Comoras.

En ese entonces, la policía decidió que miles de aficionados que intentaban entrar al estadio Olembé iban a ingresar a través de una puerta que estaba “cerrada por motivos inexplicables”, como dijo Patrice Motsepe, presidente del órgano rector del fútbol africano. “Si la puerta hubiera estado abierta, como se suponía que debía estar, no se habrían perdido esas vidas”, mencionó.

Los miembros de las fuerzas de seguridad intentan dispersar a los fanáticos que invadieron el campo de fútbol en el estadio Kanjuruhan de Indonesia. (REUTERS TV)
Los miembros de las fuerzas de seguridad intentan dispersar a los fanáticos que invadieron el campo de fútbol en el estadio Kanjuruhan de Indonesia. (REUTERS TV)

En Puerto Saíd, los aficionados también se encontraron en un callejón sin salida. Ese día, cuando los seguidores del equipo egipcio Al Masry atacaron a los aficionados del rival Al Ahly después de un partido de la Liga Premier de ese país, otros miles de personas en la multitud intentaron escapar de la violencia. No obstante, las puertas del estadio estaban cerradas con llave y no las abrieron para aliviar la presión. Murieron 74 aficionados.

Sin embargo, el uso de gas lacrimógeno recuerda más a las escenas caóticas en París afuera de la final de la Liga de Campeones de este año, entre el Real Madrid y el Liverpool.

La UEFA, el órgano rector del fútbol europeo, ya había arruinado dos de sus previos partidos estrella por no haber podido manejar a las multitudes que ya se anticipaban. Primero, en la final postergada de la Eurocopa de 2020, que se celebró en el estadio de Wembley de Londres en julio de 2021, miles de aficionados se abrieron camino a través de barreras de seguridad para ingresar.

Luego, después de la final de la Liga Europea de este año entre el Eintracht de Fráncfort y el equipo escocés Rangers en Sevilla, España, ambos clubes tomaron la medida inusual de publicar una carta conjunta para quejarse con la UEFA sobre la manera en que fueron tratados sus aficionados.

No obstante, el suceso de París fue el más preocupante de todos. Las autoridades francesas encaminaron a decenas de miles de aficionados del Liverpool a través de pasillos angostos, lo cual provocó cuellos de botella en la entrada del estadio. Muchas personas en la multitud esperaron horas en puertas que abrieron tan solo unos pocos minutos antes del inicio programado del partido o no lo hicieron nunca.

Mientras esperaban, los agentes de seguridad franceses dispararon gas lacrimógeno contra las multitudes aglomeradas.

En un inicio, la UEFA les avisó a los aficionados que ya estaban dentro del estadio, así como a los televidentes que veían desde sus casas, que el juego se había demorado debido a la “llegada tardía” de muchos aficionados, a pesar de que en ese momento sabían que muchos de los seguidores atrapados afuera arribaron horas antes del inicio programado del juego.

Los agentes de la policía antidisturbios entran en acción durante un motín tras un partido de fútbol en el estadio Kanjuruhan de Indonesia, (Foto: Antara Foto/Ari Bowo Sucipto/vía REUTERS)
Los agentes de la policía antidisturbios entran en acción durante un motín tras un partido de fútbol en el estadio Kanjuruhan de Indonesia, (Foto: Antara Foto/Ari Bowo Sucipto/vía REUTERS)

Las autoridades francesas, las cuales en los días posteriores intentaron culpar de los problemas a decenas de miles de aficionados que llevaban boletos falsos, aprovecharon esa imagen. Sin embargo, se exageró muchísimo el dato sobre la cantidad de boletos falsos y una investigación del Senado francés realizada en julio culpó a las autoridades de lo que llamó un “fiasco” en la final, tras determinar que una coordinación deficiente, una mala planeación y varios errores, entre ellos el uso de gas lacrimógeno en contra de los aficionados, habían causado el caos.

Cinco meses después, sus pares en Indonesia se deslindaron de la responsabilidad de la misma manera en sus declaraciones iniciales. Estos culparon de la muerte de al menos 125 aficionados a esos seguidores que habían ingresado al campo de juego en el Estadio Kanjuruhan después de un partido de la liga indonesia entre el Arema y el Surabaya, y no a las autoridades que habían intentado enfrentar esa transgresión al disparar gas lacrimógeno en una zona de la que no se podía escapar con facilidad.

“En este caso, es muy peligroso utilizar una táctica de dispersión como el gas lacrimógeno”, opinó West, el experto en vigilancia policiaca. “Al recurrir a esta táctica, la prioridad en la mente de los agentes debe ser que haya un lugar al que pueda dispersarse la gente. Algunos de los reportajes hablan de pánico, lo cual sugiere una irracionalidad de parte de la multitud. Pero huir de algo que le está haciendo tanto daño a tu respiración, vista y salud en general es una decisión totalmente racional”.

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