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Gennady Golovkin, el boxeador admirado por los mexicanos, aunque sea rival de Canelo

Gennady Golovkin en el
Gennady Golovkin en el "cara a cara" con Canelo Álvarez. El promotor Eddie Hearn observa. (ROBYN BECK/AFP via Getty Images)

Gennady Golovkin camina hacia la última gran pelea de su carrera. Siempre ha hablado poco, pero cuando lo hace, sus palabras son punzantes. A dos semanas de enfrentar a Saúl Canelo Álvarez, en un cierre de trilogía tardío, el púgil kazajo no ha tenido reparo en apuntar hacia el orgullo de su rival: "A mí me quieren muchos mexicanos y a Canelo nadie lo ama en Kazajistán", sentenció Triple G en charla con el periodista Ernesto Amador.

La guerra de declaraciones ha sido potente. Quizá con un tono bajo, pero ambos han disparado con frialdad. Canelo lo ha acusado de falso, y Golovkin, manteniendo el dedo en la yaga, cada vez que puede hurga en el positivo a clembuterol de Álvarez en 2018. Lo que un día fue una amistad cordial ha mutado en una rivalidad sin retorno. El campeón kazajo conoce muy bien cuáles son los puntos débiles de Canelo: sabe que sus enemigo no es bien recibido por un sector de la afición mexicana.

Resulta paradójico pero cierto. Golovkin cuenta con mucha aprobación entre la fanaticada tricolor. Y eso es verdad desde mucho antes de que rivalizara con el peleador tapatío. El estilo de Gennady es bien recibido entre los mexicanos porque es agresivo y vistoso: se ven proyectados en la valentía que asume el campeón unificado del peso medio cada vez que sube al ring. No es para menos. Golovkin entrenó durante nueve años a las órdenes de Abel Sánchez, entrenador estadounidense de ascendencia mexicana que lo convirtió en una bestia.

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Desde 2010 hasta 2018, Golovkin realizó un total de veinte defensas del campeonato mundial de las 160 libras. También desde ese 2010 hasta 2022, no ha habido un solo año en que no ostente algún título del mundo: perdió con Canelo en 2018, pero al año siguiente superó a Sergiy Derevyanchenko en Nueva York para volver a reinar en el peso mediano (cetro FIB). En abril de este año unificó su corona contra el japonés Ryota Murata. Golovkin viajó hasta Tokio para hacerse de la corona AMB.

Al tiempo que edificaba su gobierno en la división que enaltecieron Monzón y Hagler, Golovkin también se convirtió en uno de los boxeadores más evitados de cualquier época. Sí porque era un peligro enfrentarlo, pero también porque no garantizaba grandes ganancias. Es decir, tenía todo en contra. Él remó contra eso y se abrió paso en los grandes escenarios para imponer sus modos. Quizá tardó mucho en llegar a Estados Unidos —debutó hasta los 30 años—, pero los conocedores siempre lo ubicaron como un peleador de Clase A.

Gennady Golovkin y Canelo en su primera pelea. (AP Photo/John Locher)
Gennady Golovkin y Canelo en su primera pelea. (AP Photo/John Locher)

Ha seguido su propio ritmo. Golovkin no pertenece al club de los peleadores que se marchan del deporte cuando lo han conseguido todo, porque perfectamente pudo haberse despedido un par de años atrás. Entiende que la pelea con Canelo le dará una bolsa millonaria para retirarse en paz. Y que nadie lo menosprecie. En el boxeo está prohibido dar por muertos a los grandes campeones. Gennady Golovkin lo es, y por eso hasta los mexicanos lo admiran.

Canelo y Golovkin dirimirán mucho más que el reinado indiscutible del peso supermediano. La reyerta lleva consigo una dosis de orgullo que pone a los cinturones de lado. Siempre se trató de eso. Aunque hoy en día se profesen enemistad, ambos se han necesitado durante toda su carrera. Álvarez le ha dado a Golovkin los reflectores que su carrera requería para ser valorada, y Golovkin le ha dado a Álvarez la legitimidad boxística que tanto había echado en falta. El 17 de septiembre próximo, en la T-Mobile Arena de Las Vegas, la historia será escrita para siempre. No habrá vuelta atrás para ni redenciones para ninguno de los dos.

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