La falta de “Caudillos”, un problema que afecta a la selección argentina

El haber llegado a tres finales en los últimos años (Mundial 2014, Copa América 2015 y Copa América Centenario 2016) y no ganarlas sigue siendo un tema de larga discusión y profundos análisis en el seno del fútbol argentino.

En un país donde salir segundo es un fracaso, donde no se admite otra cosa que no sea salir campeón, las críticas arrecian sobre todo cuando hace 23 años que no se logran títulos con la selección mayor.

El capitán de la Selección fue muy autocrítico y se culpó por su equivocación, que derivó en el penal de Funes Mori a Guerrero y el empate de Perú.
El capitán de la Selección fue muy autocrítico y se culpó por su equivocación, que derivó en el penal de Funes Mori a Guerrero y el empate de Perú.

Argentina cuenta con Lionel Messi, el mejor jugador del mundo. Pero cuando no juega, su ausencia se nota. Reemplazarlo es una misión imposible.

Pero no sólo en esa zona de ataque es donde la Albiceleste sufre. En defensa, por más que no haya sufrido goleadas, se siente la falta del famoso “caudillo”, del hombre que con su sola presencia irradie respeto, tanto hacia sus compañeros como hacia los rivales.

Si nos remontamos al pasado notamos que Argentina siempre tuvo hombres de carácter, líderes indiscutidos en esa posición.

Vayamos cinco décadas atrás y veíamos a un Roberto Perfumo, un futbolista del estilo Beckenbauer, fino, elegante pero con esa cuota de vigor tan necesaria.

Luego llegó Daniel Passarella, “El Gran Capitán” del ’78, a quien sucedió nada menos que Oscar Ruggeri, a su vez reemplazado por Roberto Ayala, este último tal vez no con la rigidez de sus antecesores, pero si con la presencia que se necesita para tan específica tarea.

A partir de ahí Argentina nunca pudo sacar uno igual. Han pasado varios por ese puesto. Desde Demichelis hasta Otamendi. Sin embargo nadie pudo ni puede alcanzar la dimensión de los antes nombrados. Y eso se siente.

En los últimos años Javier Mascherano, quien en el Barcelona devino de volante central a defensor central, se ha ganado el mote de líder por su personalidad.

Sin embargo carga sobre sus espaldas una mochila muy pesada: nunca pudo ser campeón con la selección mayor y ese es un karma difícil de superar.

Pero uno de los pocos indiscutidos (tal vez el único junto a Messi), este jueves cometió un error casi infantil, sobre todo tratándose de un futbolista de vasta experiencia.

El pase-gol que le entregó a Paolo Guerrero, que obligó a Funes Mori a cometer penal, lo transformó en el gran culpable de que Argentina no se llevara los tres puntos de Lima.

Accidentes del fútbol, es cierto. Pero un accidente que no hace más que corroborar la falta de personalidad que muchas veces muestra esta selección y que incita aún más a comparar con los tiempos pasados, aquellos que no dejan de ser recordados cuando la mano viene torcida.

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