Opinión: Ancelotti y los peligros de la mano blanda

Florentino Pérez debería haber escarmentado en asunto de mimos hace muchos años. Lo recuerda hoy Alfredo Relaño en su columna, la época de los 'Galácticos' acabó como el rosario de la aurora porque las prebendas no suelen casar bien con el rendimiento.

Los decretazos en materia de onces son el mejor inhibidor del hambre. Ahora, cuando aquellos errores galácticos parecían superados, es Carlo Ancelotti, el que se dedica a hacer equilibrismos sobre la delgada línea que separa reconocimiento profesional de concesiones.

Ignoro si por recomendación presidencialista, pero el italiano se ha hartado de repetir que la BBC e Isco jugarán sin discusión hasta nuevo aviso. Les ha regalado la condición de innegociables (la misma de la que gozaron en su día Ronaldo, Beckham o Figo) y ha sentado un par de precedentes peligrosos que le hacen flaco favor al equipo y además fomentan el debate insano entre el aficionado.

No es serio ni aconsejable que Cristiano Ronaldo se empeñe en exprimir cada minuto mientras no logre recuperarse de sus palpables problemas físicos (las segundas partes del luso son para mirar a otro lado). Tampoco que lo haga por sistema un Bale emperrado en recordar el obsceno monto de su fichaje en cada carrera. Y sucede con algún otro, desde el arco hasta la delantera.

Puede que el Madrid acabe mejorando porque la enfermería se vaciará y la calidad nítida del grupo tirará del carro, pero las caricias de Ancelotti con la mano blanda hacen más daño que los capones. Porque no ayudan en ninguna zona del campo. No estimulan el esfuerzo de los once que participan cada semana y tampoco el de los que esperan su turno en la banda con mínimas esperanzas de participar. Unos se agotan, otros al entrar empeoran lo había en el campo. Que se lo digan a Jesé...

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