Vicente Del Bosque, el pacificador

Vicente Del Bosque, el pacificador

Vicente Del Bosque es el hombre al que cualquier escuadrón de policia querría a su lado en el momento de desactivar una bomba. Ya sea para cortar el cable correcto, decir la palabra justa, o mandar un mensaje si cabe más profundo con su silencio, el seleccionador español se ha convertiro en el apagafuegos preferido del reino.

Se le puede echar lo que sea encima, que él encuentra la forma de manejarlo. Y es que lleva toda la vida haciéndolo. Su cadera como centrocampista del Real Madrid en los 70 era notable. Junto al argentino Quique Wolf, al alemán Uli Stielike o al español Pirri, Del Bosque fue el timón de la máquina blanca durante una década, viviendo su mejor y peor noche en el 81, cuando el Real Madrid perdió la final de la Copa de Europa ante el Liverpool.

El destino le tenía guardado un puesto en el olimpo, pero como entrenador, no como futbolista. Con el Real Madrid, Del Bosque fue un salvavidas dos veces, tras el despido de Benito Floro en 1994 y tras el de Valdano dos años después. En ambas ocasiones dejó poso en el equipo, con su mano izquierda toreando los muchos problemas del equipo. Pero qué decir de cuando se hizo cargo del equipo en noviembre de 1999, con el conjunto a dos puntos del descenso tras un muy mal arranque de Liga bajo el mando de Toshack, y con un equipo totalmente desbalanceado -- en todos los sentidos.

El hoy seleccionador español arregló la situación de manera quirúrgica: Comprobó que la defensa era un agujero, le dio el puesto en la portería a un jovencísimo Iker Casillas, le resguardo con cinco defensas por delante e incluso rehabilitó (justo para que ayudara en la Champions League y pudiera ser traspasado por gran parte del dinero que costó) a Nicolás Anelka.

Tras ese meteórico arranque, ganando la Octava Champions League del club contra viento y marea, Del Bosque siguió toreando con todo lo que se le vino encima: La Era Galáctica, el subidón de egos en el vestuario, la perdida de valores del club y la descompasanción de la plantilla... y salió ganador, firmando dos Ligas, otra Champions, una Super Copa de España y otra de Europa, además de la Copa Intercontinental.

Luego, ya en la Selección Española, Del Bosque volvería a ser todo un ejemplo de cordura y saberestar en los momentos difíciles. Manejó de igual manera la euforia tras ganar la Euro 2008, al llegar al puesto, que tras perder las semis de la Confederaciones el verano siguiente. Y lo mismo ocurrió tras ganar el Mundial 2010 o la Euro 2012, y tras salir a las primeras de cambio en el Mundial 2014.

De Del Bosque nunca ha habido un arranque de ira, una palabra malsonante, un voz más alta que otra. Muchos le tachan de soso por ello, hasta de falso, pero el propio entrenador ni se inmuta y sólo pide respeto. Ha sido capaz de bajar al barro y mojarse cuando ha tenido que luchar por jugadores que él consideraba importantes para el futuro del grupo, como Munir o Diego Costa, y que se dirimían entre debutar con España o con las otras selecciones a las que optaban por sus nacionalidades, pero tampoco le ha temblado el pulso cuando ha tenido que dejarlos fuera y apostar por otros pese al compromiso "moral" adquirido.

Antes de esta Euro 2016, Del Bosque y España han afrontado tantos problemas como en las últimas cuatro grandes citas juntas, pero el seleccionador ha vuelto a mostrar su cintura.

Ni la exclusión de Saúl e Isco, ni los pitos a Gerard Piqué, ni la transición en la porteria, ni siquiera el affaire De Gea dos días antes del debút le han inmutado. Es quizás una de las ventajes de tener curtidas las espaldas, de haber estado en las buenas y en las maduras, y de haber crecido en un mundillo que no regala nada y que sólo premia a los que de verdad lo merecen.

Otros en su situación hubieran puesto el grito en el cielo, hubieran pataleado, hubieran hablado de complot, de que la prensa se les mete hasta en las barbas... hubieran explotado, vamos. Pero Del Bosque no. El dueño de La Roja quería dejar a Casillas en el banquillo ante la República Checa y finalizar así la "dulce transición" con David De Gea en la portería de la Selección, y ni siquiera las noticias sobre la presunta implicación del portero del United en un caso de prostitución y abuso sexual le hicieron cejar en su empeño de plantar a De Gea en el campo en Toulouse.

Una vez echó el balón a rodar en el terreno de juego, todo lo demás quedó a un lado, y tras los 90 minutos (más aun tras la victoria con gol de Piqué, justamente) la unidad de la nación parece salvada. Porque la Selección Española, en las buenas sobre todo, significa mucho más que un conjunto de 23 buenos jugadores jugando con el escudo nacional en el pecho.

Y para cuando no vienen tan buenas, la Federación encontró al mejor pacificador. Por eso está claro que no quieren que se vaya tras la Euro 2016, aunque el propio Del Bosque haya tomado ya la decisión de jubilarse; quien sabe si con su segunda Euro bajo el brazo.

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