Barbosa ya puede descansar en paz

"La máxima pena por un delito en Brasil son 30 años. Yo he cumplido condena toda mi vida por lo que hice”. La triste frase pertenece a Moacir Barbosa Nascimento, mejor conocido como Barbosa, el portero de la selección brasileña en la famosa final del Mundial 1950.

Barbosa nació en Campinas el 27 de marzo de 1921. Debutó en primera con el Clube Atlético Ypiranga en 1940, pero su mejor etapa la vivió en el Vasco da Gama entre 1945 y 1955, equipo con el que ganó 6 Campeonatos Cariocas y una Copa Sudamericana de Campeones.

Luego jugó en Santa Cruz y Bonsucceso, regresó a Vasco en 1958 y se retiró en 1962 en Campo Grande.

Con la Canarinha, Barbosa fue campeón del Campeonato Sudamericano 1949, siendo una de las figuras del equipo e ídolo de la afición.

Un año más tarde comenzaría la pesadilla que lo acompaño por el resto de su vida. Fue señalado como el máximo culpable del “Maracanazo”, al encajar los dos goles de Uruguay. Nunca se lo perdonaron, siempre cargó con esa pesada mochila a pesar de ser considerado uno de los mejores porteros de la historia de su país.

Una vez que dejó el fútbol trabajó en la Superintendencia de Deportes de Río de Janeiro. Olvidado, recluido en su propio mundo, masticó la desdicha de la injusticia. Tan mala era su fama que, según cuentan algunos testigos, en 1993 fue a visitar a la selección que se preparaba para el Mundial del año siguiente. No lo dejaron entrar. Decían que era “mala suerte”.

Barbosa murió el 7 de abril de 2000 a los 79 años. Muy pocos se acercaron a darle el último adiós. Era la imagen de la derrota, según los mediocres.

A partir del 8 de julio de 2014 Barbosa ya puede descansar en paz. Lo suyo resulta insignificante al lado de la humillación del 7 a 1.

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