Aunque se suele recordar entre risas, la historia real de Zaire en Alemania 74 es de auténtico terror

La única participación de Zaire en una fase final de la Copa del Mundo trascendió lo futbolístico. Su desafortunada actuación en Alemania 1974 incluyó situaciones dantescas tanto dentro como fuera de los terrenos de juego y oculta una dramática historia donde el terror le gana a las risas.

La selección de Zaire antes de su partido contra Brasil en Alemania 1974. Foto: Werner OTTO/ullstein bild via Getty Images.
La selección de Zaire antes de su partido contra Brasil en Alemania 1974. Foto: Werner OTTO/ullstein bild via Getty Images.

El dictador Joseph-Désiré Mobutu fue, posiblemente, el principal responsable del apogeo del fútbol zaireño a finales de la década del 60. Conocedor como tantos otros de su clase de la importancia del fútbol como instrumento perfecto para mejorar su imagen e incrementar su popularidad, profesionalizó la actividad e impulsó al combinado nacional, que bajo su tutela conquistó las ediciones de 1968 y 1974 de la Copa Africana de Naciones (la primera como Congo-Kinkasha) y se convirtió en el primer seleccionado de África Central que logró clasificar a una Copa del Mundo.

Lo hizo en 1974 después de haber dejado en el camino a Togo, Camerún, Ghana, Marruecos y Zambia. Zaire, dirigida por el técnico macedonio de origen serbio Blagoje Vidinić, quedó encuadrada en el Grupo B del Mundial de Alemania junto a Escocia, Yugoslavia y Brasil. No se esperaba mucho de aquella selección, que sorprendió a periodistas y aficionados por sus hábitos, entre los que se encontraba el consumo de carne y la brujería, y es que su delegación incluía un grupo de hechiceros cuya tarea era la de proporcionar "ayuda espiritual".

El debut de la selección de Zaire en el Mundial se produjo en el Westfalenstadion de Dortmund ante Escocia y se saldó con derrota (0-2). El resultado, más que digno teniendo en cuenta la jerarquía de los jugadores escoceses, entre los que se encontraban Kenny Dalglish, Billy Bremmer y Denis Law, entre otros, enfureció a Mobutu. El dictador, poco consciente de la inferioridad futbolística de los suyos, decidió suspender a los futbolistas de su selección de sueldo y dietas. Según él, no se las merecían.

Previo al segundo partido, contra Yugoslavia en el Parkstadion de Gelsenkirchen, se desató un conflicto entre Blagoje Vidinić y los brujos que acompañaban a la delegación hasta ese momento, y es que el seleccionador decidió apartarlos y prohibirles acercarse a sus jugadores. Según ellos, el serbio de origen macedonio temía que sus hechizos y fetiches ayudasen a vencer a sus compatriotas. Como fuera, sin hechicería ni salario, el rendimiento del equipo fue pésimo y la derrota, inapelable: 9 a 0. El guardameta Kazadi Mwamba fue sustituido después de haber encajado el tercer tanto a pedido de los directivos de Zaire que se encontraban en el estadio presenciando el encuentro. Nadie se atrevió a pedir explicaciones.

Ndaye Mulamba, centrocampista de aquella selección, protagonizó una de las decisiones arbitrales más surrealistas de la Copa del Mundo cuando el árbitro Omar Delgado lo confundió con Mwepu Ilunga, quien le había propinado una patada, y lo expulsó: "Los árbitros no nos distinguen y ni siquiera lo intentan. Solo ven nuestro color y piensan que somos todos iguales. Le dije que no fui yo y mi compañero le dijo que había sido él, pero no quiso escucharnos".

Zaire tenía que enfrentarse a Brasil, último campeón, en el tercer partido a disputarse otra vez en el Parkstadion de Gelsenkirchen. Con la moral por los suelos por los resultados y por la presión a la que estaban siendo sometidos, los futbolistas zaireños recibieron la visita de los guardias de Mobutu el día antes. El mensaje estaba claro: "si perdían por más de cuatro goles, ninguno iba a regresar a su casa". Tranquilizador. Afortunadamente para ellos, la selección brasileña apenas ganó 3 a 0 y nadie se quedó sin poder regresar a su hogar.

Ni siquiera Mwepu Illunga, protagonista de una escena que a día de hoy continúa malinterpretándose. Faltaban unos pocos minutos para el final y Brasil tenía un tiro libre a su favor cerca del área zaireña. Cuando el árbitro dio la orden, Mwepu, que se encontraba en la barrera, salió corriendo y pateó el balón lo más lejos que pudo. El gesto fue tomado como un acto de ignorancia futbolística, cuando en realidad se trataba de un gesto de desesperación y protesta por las amenazas y el trato recibido durante el Mundial: "Lo hice a propósito. Quería marcharme del partido e intenté forzar mi expulsión. Sin embargo, el árbitro no fue severo y solo me mostró una tarjeta amarilla".

Terminada su participación en la Copa del Mundo, los futbolistas de Zaire pudieron regresar a sus hogares. El reconocimiento que habían conseguido a partir de haber ganado en dos ocasiones la Copa Africana de Naciones y de haber conseguido clasificar a la competición más importante a nivel selecciones pasó al olvido y fueron repudiados. Por si fuera poco, Joseph-Désiré Mobutu los castigó dejándolos sin recursos económicos e impidiéndoles participar de las eliminatorias para el Mundial a disputarse en Argentina en 1978.

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