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Wout van Aert o el ciclismo entendido como un "holocausto caníbal"

Belgian Wout Van Aert of Team Jumbo-Visma celebrates after winning stage four of the Tour de France cycling race, a 171.5 km race from Dunkerque to Calais, France on Tuesday 05 July 2022. This year's Tour de France takes place from 01 to 24 July 2022. BELGA PHOTO JASPER JACOBS - UK OUT (Photo by JASPER JACOBS / BELGA MAG / Belga via AFP) (Photo by JASPER JACOBS/BELGA MAG/AFP via Getty Images)
Wout van Aert celebra su triunfo espectacular en la cuarta etapa del Tour de Francia con el pelotón de fondo. (Photo by JASPER JACOBS/BELGA MAG/AFP via Getty Images)

La Côte du Cap Blanc-Nez es un puerto de cuarta categoría. Una cuesta, en realidad, de 900 metros y un 7,5% de pendiente media, nada que ver con esas pistas de garaje que colocan de vez en cuando en la Vuelta. Con todo, al estar a once kilómetros de meta, parece un buen momento para que Jumbo rompa la carrera y deje atrás a Jakobsen, a Philipsen, a Grönewegen, a Ewan... a todos los sprinters que le pueden hacer la vida imposible a Van Aert en una llegada de velocidad pura y condenarle a un nuevo segundo puesto.

Eso piensa todo el mundo y para eso se prepara el Ineos, que coloca a sus hombres muy arriba, conscientes de lo que han visto ya en varias clásicas, conscientes de lo que se vio en la París-Niza a principios de año, con el triplete Laporte-Van Aert-Roglic en condiciones muy similares. Curiosamente, quien no parece enterarse es el UAE de Pogacar. Tampoco el propio Pogacar. Supongo que piensan que será un tirón fácil de seguir, lo justito para meter una quincena de segundos a los sprinters y poco más. Se equivocan.

Van Aert no corre para ganar, corre para exhibirse. Por eso, muchas veces, no gana. Después de llevarse el Tour de Flandes este año, su gran némesis, Mathieu van der Poel afirmaba que este año había decidido reservar más, dar menos espectáculo... y llegar más fresco a los finales de carrera. Sería un enorme error. Van der Poel es una referencia en el ciclismo actual no por su palmarés -dos monumentos, una etapa del Tour- sino por su actitud. Igual que Van Aert. Gente que no se rinde nunca, que no piensa en si mañana dolerán las piernas, en si quizá podrían luchar, a lo Sean Kelly, por un sexto puesto en la general final.

Y así, los dos minutos que pasan desde la base hasta la cima de la cota se convierten en el mayor espectáculo visto en mucho tiempo en una etapa llana de una gran vuelta: el primero que impone un ritmo sideral es Nathan van Hooydonck, formando un grupo con cinco Jumbos y tres Ineos que toman en seguida unos metros de ventaja. Cuando van Hooydonck explota, sigue Benoot. Más ritmo, más exigencia. Ahí está Laporte, ahí está Van Aert, ahí está Vingegaard y ahí está, cerrando el grupo, Primoz Roglic. Quien no está es Tadej Pogacar. ¿Habrá llegado el momento de intentar meterle unos segundos y dejarle con el susto en el cuerpo?

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No, porque Van Aert no piensa en mañana, ya lo hemos dicho. Van Aert piensa en hoy y piensa a la vez en la historia. Piensa en ganar de amarillo dejando a todos atrás y luego ya veremos. El ritmo de Benoot acaba con Roglic y delante se quedan solo Van Aert, Adam Yates y Jonas Vingegaard, con unos segundos de ventaja. De nuevo, surge la duda: ¿debería pensar Jumbo en la general y que Van Aert tire de Vingegaard aun a costa de poder perder la etapa? Sabríamos lo que habrían hecho otros equipos, pero lo que hace Van Aert nos deja a todos con la boca abierta.

A falta de ya solo 200 metros y sin gregarios, se vuelve a levantar imperial de la bicicleta, saca un punto extra no se sabe de dónde y despatarra a Yates y a Vingegaard justo antes de coronar. Ya está donde quiere estar: solo, de amarillo, en la cabeza. Y de amarillo se lanza hacia la meta, aún a diez kilómetros y con apenas diez-quince segundos de ventaja. Otro lo daría por imposible, pero Van Aert no contempla la derrota incluso cuando es inevitable. Decide correr su contrarreloj y aprovechar que, atrás, ni Quick Step ni nadie tiene hombres para conducir la fuga.

La ventaja crece a los 20 segundos, pronto a los 25... y para cuando los equipos de los sprinters consiguen reagrupar a todos sus hombres, ya es demasiado tarde. Van Aert va a ganar la etapa y va a pasar a la historia. Tres veces segundo (contrarreloj y dos sprints) y una vez primero (cota cerca de meta) en cuatro etapas. El hombre perfecto. El hombre que no entiende de cálculos ni de tácticas sino de espectáculo y fuerza bruta. Sabemos que en las montañas le tocará trabajar para otros o colarse en una fuga, como hizo en el Ventoux el año pasado... pero da igual. Los niños que se enganchen ahora al ciclismo mirarán la tele y pensarán que quieren ser como él, que quieren atacar de esa manera, bajar como un bólido, celebrar como un águila imperial.

No perderán el tiempo haciendo cálculos para ver quién queda quinto, sexto o séptimo. Les darán absolutamente igual los puntos UCI. Se quedarán con las exhibiciones de Van Aert y bien hará Van der Poel en reengancharse al espectáculo, por el bien de todos. Le echamos de menos. Hoy, en la etapa de pavé, seguro que nos recompensa por estos días de espera trabajando para Philipsen. El ciclismo en su día fue paciencia y uno o dos ataques. El ciclismo, ahora, es un holocausto caníbal. Una lucha fiera por cada novecientos metros peligrosos. Quien no lo entienda, se está equivocando de deporte... y de afición.

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