Un vistazo al interior de una 'habitación' de 200 dólares por noche en la Copa del Mundo

Gihana Fava y Renan Almeida, fanáticos brasileños de fútbol, se dirigen a su habitación rentada tras registrarse en Fan Village, en la Copa del Mundo, en Doha, Catar, el 22 de noviembre de 2022. (Erin Schaff/The New York Times)
Gihana Fava y Renan Almeida, fanáticos brasileños de fútbol, se dirigen a su habitación rentada tras registrarse en Fan Village, en la Copa del Mundo, en Doha, Catar, el 22 de noviembre de 2022. (Erin Schaff/The New York Times)

DOHA, Catar— Luego de que Sheng Xie, un aficionado al fútbol de 33 años originario de Vancouver, Columbia Británica, reservara su vuelo para la Copa del Mundo, comenzó a buscar alojamiento.

Usando el sitio web oficial del torneo, Xie se decidió con rapidez por un lugar relativamente asequible llamado Fan Village. La habitación mostrada en la foto se veía funcional y limpia. Tenía dos camas individuales, wifi, aire acondicionado y un refrigerador, todo por unos 200 dólares la noche.

Xie no se dio cuenta de que la habitación estaba, en esencia, dentro de un contenedor.

“¿Qué reservé?”, se preguntó Xie en las últimas semanas cuando comenzó a ver fotos en las redes sociales de la construcción de su lugar de alojamiento.

Lo que encontró al llegar fue un mar de coloridas cajas de metal, alineadas una al lado de la otra en filas ordenadas, identificadas con letras y números, que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Su contenedor era uno de miles instalados apresuradamente en un campo de tierra cerca del aeropuerto. Los trabajadores afirmaron que había unos 4000. Un mapa en la entrada mostraba planes para más de 7500, además de una sección reservada para los empleados. Era como una ciudad Lego de un piso.

Caminando por las hectáreas bien iluminadas de césped artificial colocado sobre el suelo pedregoso; más allá de la carpa gigante que fungía como comedor, la caja grande que albergaba una tienda de abarrotes y todas las cajas pequeñas que vendían comida, café, productos farmacéuticos o artículos para fanáticos del fútbol; y no muy lejos del gimnasio al aire libre y los espacios del tamaño de una cancha de fútbol donde la gente podía reunirse para ver los partidos de fútbol en una pantalla enorme, Xie encontró su habitación, en la sección E8, detrás de una puerta de metal.

Por dentro, era idéntica a la que había visto en la foto. El aire acondicionado lo había mantenido suficientemente fresco y el wifi funcionaba. Había dos ventanas pequeñas para que entrara un poco de luz. Se sintió aliviado al corroborar que las puertas podían cerrarse con llave.

Gihana Fava y Renan Almeida, fanáticos brasileños de fútbol, en su habitación rentada tras registrarse en Fan Village, en la Copa del Mundo, en Doha, Catar, el 22 de noviembre de 2022. (Erin Schaff/The New York Times)
Gihana Fava y Renan Almeida, fanáticos brasileños de fútbol, en su habitación rentada tras registrarse en Fan Village, en la Copa del Mundo, en Doha, Catar, el 22 de noviembre de 2022. (Erin Schaff/The New York Times)

El martes por la noche fue su quinta noche. Si tuviera la oportunidad,¿reservaría de nuevo allí?

Xie lo pensó un poco. Acababa de sugerir que su alojamiento actual podría proporcionar un modelo digno para albergar a personas en situación de calle en lugares como Estados Unidos y Canadá, lo que no suena en absoluto como un buen aval para un lugar vacacional.

“Probablemente diría que sí”, afirmó.

Catar tiene una población de apenas unos 3 millones de personas, y los aficionados de todo el mundo que abarrotan los estadios de la Copa del Mundo en Doha para ver cuatro partidos al día tienen que dormir en algún lugar. La mayoría encontró hoteles, de los cuales Doha ofrece varias marcas de lujo. Otros reservaron lugares en uno de los pocos cruceros atracados específicamente para la ocasión.

Sin embargo, para muchos fanáticos —en particular para los más aventureros o frugales— el lugar que encontraron está en un campo que se siente, en su mayor parte, aislado.

Catar, después de todo, sabe cómo construir franjas masivas de viviendas utilitarias para residentes temporales. Los confines polvorientos de Doha están repletos de enormes vecindarios no muy diferentes a este, con nombres como Asian Town (Ciudad Asiática) y el Área Industrial, que son campamentos permanentes para trabajadores migrantes que realizan la mayor parte de los trabajos de construcción y servicios en Catar. Los organizadores de la Copa del Mundo parecen haber empleado ese concepto como una solución para albergar a los aficionados.

No todas las opciones eran tan “encajonadas” como un contenedor adecuadamente equipado. En una villa para aficionados más exclusiva llamada Al Khor, ubicada a 40 minutos en automóvil al norte del centro de Doha, cerca de la playa, el concepto es “campamento árabe”.

Los visitantes se hospedan en tiendas de lona engalanadas con muebles, plomería, televisores y un refrigerador. Hay una piscina, un restaurante, una colección de tiendas efímeras y una “zona divertida” con una gran hoguera y televisores de pantalla gigante. Los precios anunciados esta semana superaban los 400 dólares por noche.

En el extremo inferior del espectro presupuestario se encuentra Caravan City, una colección de 1000 remolques blancos con forma de caja, sobre ruedas. Allí, los precios comienzan en alrededor de 115 dólares por noche.

Pero la opción mucho más común fueron los contenedores, rebautizados inteligentemente por los organizadores como “cabinas”. En esencia, son parques de caravanas temporales, campamentos con temática futbolística, y hay tres de ellos por toda Doha.

El que se llama Free Zone, donde se alojó Xie, tiene un ambiente silencioso, entre aviones que vuelan a baja altura que aterrizan y despegan del aeropuerto cercano, y eso se debe en gran parte a la ausencia de alcohol en las instalaciones. (Los hoteles son unos de los pocos lugares en Catar donde está permitida la venta de alcohol). Hay una especie de calle principal, un camino de grama amarillento que sirve como pasarela para una mezcla diversa de fanáticos del fútbol.

Gihana Fava y Renan Almeida, una pareja comprometida para casarse el próximo año, llegaron de Brasil. Al igual que Xie, reservaron un lugar en la villa sin saber muy bien qué esperar, pues estaba a buen precio. Los hoteles en el centro de la ciudad estaban ya reservados o excedían por mucho su presupuesto, afirmó Almeida.

Después de un largo vuelo (y uno perdido), la pareja pasó casi tres horas el martes esperando en una fila para registrarse. Fava y Almeida finalmente recibieron una llave, llegaron a una habitación y descubrieron que ya estaba ocupada.

Acto seguido, encontraron una nueva habitación, literalmente. Sin embargo, estaba ubicada en el límite de la villa, muy lejos en la sección S4, apartado de todo. Tenía dos camas individuales, no la tamaño queen que habían reservado. Todo estaba cubierto por una capa perceptible de polvo. Los de la limpieza todavía no habían llegado a su unidad.

A Fava le preocupaba que alguien más pudiera haber recibido la llave equivocada y entrara a su unidad en medio de la noche. ¿Podrían dejar sus pertenencias de forma segura allí cuando se fueran a los partidos?

Alguien tocó la puerta. Fava y Almeida estaban seguros de que era otro huésped con la habitación equivocada. Pero era un trabajador que quería asegurarse de que el refrigerador funcionaba. Al parecer estaba funcionando bien.

La pareja probó la ducha. Les roció un fuerte chorro de agua caliente. Sonrieron.

“Le dije a Gihana que debemos bajar nuestras expectativas y esperar lo peor, porque esto no es un hotel”, afirmó Almeida.

© 2022 The New York Times Company