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Sidi Moumen: La metamorfosis del barrio chabolista de los suicidas de Casablanca

Casablanca (Marruecos), 15 may (EFE).- Sidi Moumen, el barrio de las afueras de Casablanca donde se criaron los suicidas de los atentados de 2003, ya no es un laberinto de chabolas. Un plan de urbanización y el tranvía que lo conecta con el centro fueron el motor del cambio de esta barriada, hoy parecida a otras de la periferia "casauí".

El 16 de mayo de hace dos décadas, doce jóvenes de entre 20 y 23 años criados en las infraviviendas de Sidi Moumen se hicieron explotar en cinco sitios de la ciudad -la Casa de España, un restaurante italiano, un centro cultural judío, un hotel de cinco estrellas y un cementerio judío- y mataron a 33 personas.

Se habían radicalizado entre sus callejuelas de barro y sus techos de uralita, instruidos por yihadistas entrenados en Francia que se alimentaron de la precariedad, la frustración y el encierro, casi físico, que suponía vivir allí.

De esas chabolas hoy ya no queda prácticamente nada. Ahora, es un barrio como muchos otros de las afueras de la capital económica de Marruecos, humilde, aún conservador, y con una pujante clase media que aprovecha los precios todavía baratos de sus casas.

ENCIERRO SOCIAL E IDEOLÓGICO

En una de sus plazas, frente a una mezquita, junto a los carros de venta ambulante de frutas y verduras tirados por burros, se erige una de las muchas piezas del puzzle del cambio, "Les Étoiles" ("Las Estrellas"), un centro cultural abierto en 2013, unos meses después del gran motor de esa transformación: el tranvía que une el barrio con el centro de Casablanca.

Con el sonido al fondo del tranvía, el centro ofrece clases de teatro, DJ, música, breakdance, hip hop, fotografía o incluso coreano, en una adaptación continua a las últimas tendencias.

Lo fundó el director de cine francomarroquí Nabil Ayouch poco después de rodar en Sidi Moumen su película "Los caballos de Dios", un relato que intenta comprender el camino que llevó a unos jóvenes de las chabolas a matar y dar su vida por ello.

"Era un barrio totalmente aislado donde reinaban dos tipos de extremismo: ideológico, por un lado, y el de la violencia, la droga y la delincuencia, por otro", explica a EFE en un aula Sophia Akhnisse, directora ejecutiva de la Fundación Al Zaoua, que gestiona el centro de cuyas actividades se benefician 700 personas.

Para Akhnisse, la juventud "no tenía alternativas, solo podía elegir entre una cosa y la otra". Era, dice, una especie de "encierro social, pero también intelectual e ideológico".

DE BARRIO OLVIDADO A FOCO INTERNACIONAL

El último censo de población, de 2014, contabiliza en 450.000 los habitantes de Sidi Moumen. Dos años antes, Ayouch grabó su película allí, con actores locales y en las chabolas que quedaban, ya reducidas respecto a 2003.

Entonces, recuerda el director a EFE, "el 90 % de los jóvenes nunca había puesto un pie en el centro de Casablanca porque no había transporte". Y eso les impedía abrirse a otras realidades.

Por eso los comienzos de "Les Étoiles" fueron difíciles. "Los padres desconfiaban mucho, tenían miedo de lo que íbamos a meter en la cabeza de sus niños, no querían dejarles, sobre todo a las niñas", explica.

Pero, poco a poco, ayudados por el plan de urbanización del barrio que realojó a los que vivían en chabolas en edificios nuevos, y por el tranvía que empezó a conectarlos y sacarles de ese encierro, fueron llenando las aulas. El éxito fue tal que la fundación ha abierto cinco centros más en Tánger, Fez, Agadir y Marrakech.

Eso sí, los jóvenes de Sidi Moumen siguen enfrentándose al paro (del 35 % en Marruecos entre los de 15 y 24 años), dice Ayouch, aunque ahora tienen más oportunidades y algunos son hijos de abogados, médicos o arquitectos.

Los atentados trajeron así, resume Akhnisse, "algo positivo" dentro de la tragedia. "Permitieron poner el foco en el barrio. De alguna manera le hizo bien a sus habitantes porque antes estaban olvidados, no se les tenía en cuenta".

Y aunque aún algunos "casauís" que nunca han estado allí creen que sigue siendo un gueto peligroso, dice Akhnisse, se ha convertido en un barrio popular como muchos otros, coincide Ayouch. Ha dejado de ser un agujero negro en el mapa de Casablanca.

María Traspaderne

(c) Agencia EFE