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El poderío de los Andes se hace sentir en la fiesta patrimonial del Gran Poder boliviano

La Paz, 3 jun (EFE).- Un derroche de colores y música, junto al sincretismo entre la religiosidad y la tradición andina, se vieron este sábado en la fiesta boliviana del Gran Poder, el mayor desfile folclórico de La Paz reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2019.

La también llamada "Fiesta mayor de los Andes" nació a principios del siglo pasado con fiestas indígenas en barrios populosos de La Paz, pero se convirtió en un desfile folclórico y masivo alrededor de 1940.

Las 75 fraternidades que participan en el desfile recorren unos 8 kilómetros bailando diversas danzas bolivianas desde el populoso barrio Garita de Lima, en el noroeste de la ciudad, hasta el centro de La Paz, en devoción del Señor Jesús del Gran Poder, patrono de la fiesta.

Los alrededores de la Garita de Lima se convirtieron desde temprano en mercadillos callejeros llenos de comerciantes ambulantes que ofrecían accesorios para dar los últimos toques a las vestimentas de los danzarines y músicos, desde botones, agujetas o bandas elásticas hasta servicios de maquillaje y peinado para las mujeres.

El desfile estuvo precedido por un grupo de "amautas" o sabios aimaras que llevaban braseros con incienso e hicieron peticiones de prosperidad a las deidades andinas y al Señor del Gran Poder.

Tras ellos iban dos carrozas que llevaban una pintura y una imagen de Jesús del Gran Poder, flanqueadas por decenas de bailarines y monaguillos, y luego una comitiva de autoridades liderada por el alcalde de La Paz, Iván Arias, junto a representantes de los folcloristas paceños y otros funcionarios municipales.

"Hay tres palabras que definen a la fiesta del Gran Poder. Fe, porque partimos de creer que somos finitos, que somos mortales, que hay alguien superior. Devoción, porque nos preparamos todos los días para ser mejor gente, y esperanza porque pedimos ser cada vez mejores", dijo Arias a EFE.

El alcalde expresó su satisfacción porque las metas trazadas para que esta versión del Gran Poder sea más ágil y ordenada se fueron cumpliendo al menos hacia la mitad de la jornada.

La fiesta "no es sólo un baile, mueve economía, mueve fe", destacó la autoridad y recordó que el año pasado sólo en el día del desfile la celebración generó un movimiento económico de 50 millones de dólares.

BAILE Y DEVOCIÓN

La fraternidad que ingresó primero fue la "Unión de Bordadores", que interpretó la Diablada, que escenifica la eterna lucha entre el bien y el mal, representados por el arcángel San Miguel y Lucifer.

Al pasar frente al templo del Gran Poder, ángeles y diablos se rindieron a los pies de la imagen antes de continuar su camino.

Luego fue el turno de la Morenada Comercial Eloy Salmón, la primera de varias fraternidades que interpretaron esa danza que es la reina del desfile.

La Morenada es la preferida por los aimaras porque les permite exhibir su poder económico en lujosas máscaras, trajes, vestidos y joyas.

Una de sus figuras es la emblemática chola paceña, la mujer aimara con la larga cabellera recogida en dos trenzas, que luce sus mejores galas en esta festividad, incluido su tradicional bombín de colores oscuros, además de pollera, blusa y manta con tonos encendidos y joyas valiosas.

Los hombres, llamados "morenos", lucen pesados trajes bordados con lentejuelas, perlas y cuentas, además de máscaras coronadas con enormes plumas que se mueven de un lado a otro al ritmo del paso lento y acompasado de esta danza.

Numerosas fraternidades de Morenadas intercalaron con otras danzas bolivianas como el salay, que se baila haciendo zapateos, o el waka tokori, una sátira de las corridas de toros popularizadas en el altiplano boliviano desde la colonia.

En esta danza, las mujeres van vestidas como lecheras con la particularidad de llevar varias polleras, mientras que los hombres llevan un traje que emula a los toros y también están los kusillos, los alegres personajes andinos que se parecen a los arlequines o bufones europeos y que bailan a su propio ritmo con ágiles piruetas.

Un espectáculo aparte es el que ofrecen las bandas de músicos que acompañan a los bailarines, bien uniformados y con exhibiciones de sus propias coreografías.

Gina Baldivieso

(c) Agencia EFE