Islandia, coraje vikingo y un método futbolístico innovador

Países como Italia, Holanda y Estados Unidos miran a Islandia con la envidia con la que se mira a una selección clasificada con honores para la Copa del Mundo de Rusia. La extensión de esta pequeña isla es de 103,000 kilómetros cuadrados y cuenta con una población de casi 330,000 personas. Es ahí donde se mide su grandeza, en cómo este recóndito lugar logró clasificar para Rusia 2018 por primera vez en su historia. Su éxito no llegó de casualidad, sino tras una evolución ejecutada a conciencia. Es el fruto de un trabajo que lleva décadas en funcionamiento, el resultado de una manera de hacer las cosas que sirve de ejemplo para el resto del mundo. Esta combinación se perfecciona gracias a un coraje bien marcado en el carácter islandés, una bravura que se extiende dentro y fuera del terreno de juego, donde los aficionados enarbolaron su canto ‘¡Uh!’ con la misma pasión con la que erigen su bandera. La Federación de Fútbol de Islandia invirtió en infraestructuras durante los años noventa. Crearon estadios cubiertos más acordes con las condiciones climatológicas y gracias a ello su liga se extendió más allá del verano. De ser una competición de pocos meses, pasó a convertirse en una pugna de temporadas a la europea. Los ejecutivos del fútbol islandés se propusieron estar a la altura de los deportes más seguidos en el país: el balonmano y el waterpolo. Por esa razón, calcaron los procedimientos de ambos deportes para crear jugadores de élite capaces de competir en el extranjero y hacer de su selección un equipo aguerrido y de calidad. Durante la primera década del nuevo milenio, el que la superficie de Islandia estuviera cubierta de nieve desde noviembre a abril ya no era un problema. Con ese apartado solucionado y con nuevos complejos deportivos construidos, Islandia ya estaba preparada para formar a jugadores con un programa de fuerzas básicas muy parecido al de La Masía en Barcelona. Pero eso no acabó ahí, también formaron a entrenadores con una cifra deslumbrante: cuentan con 13 directores técnicos per cápita que Inglaterra, De esta manera, en 2011 la selección de fútbol sub-21 se clasificó para la Eurocopa. No pasaron de la fase de grupos, pero esos futbolistas acabaron por ser fundamentales. Cinco años después, aquel grupo joven e imberbe puso a su país en la Eurocopa de Francia 2016. Era la primera vez que Islandia se clasificaba para un torneo de selección absoluta y en esta ocasión sí fueron capaces de pasar de la fase de grupos. Tanto fue así que apearon de la competición a una Inglaterra en horas bajas y cayeron ante los galos en los cuartos de final (5-2). Francia tuvo que sudar para llevarse la victoria ante unos islandeses que expusieron al mundo entero su coraje vikingo. Debido a su papel en la Eurocopa no debería ser una sorpresa ver a Islandia en un Mundial, y no sólo eso, sino que se clasificó como primera de grupo por delante de Croacia con resultados tan sorprendentes como el 0-3 a Turquía. Los frutos se siguen recogiendo y los islandeses participarán en su primera Copa del Mundo con el orgullo de los deberes bien hechos. El resto es cuestión de perseguir el sueño y seguir haciendo valer su método, tan singular como efectivo. Otra de las excepcional manera de hacer las cosas que evidenció Islandia es la gestión de sus entrenadores. El sueco, Lars Lagerback, comenzó como director técnico en 2011 junto a su asistente, el prometedor entrenador islandés, Heimir Hallgrímsson, quien también es dentista. La Federación quiso mezclar la sabiduría de Lagerback tras décadas dirigiendo a distintos equipos (entre ellos a la selección de Suecia desde 2000 a 2009 y a Nigeria en 2010), con la juventud de un producto local que a la postre acabaría siendo el seleccionador. En 2013, director técnico y asistente compartieron el puesto de entrenador y en la actualidad, Hallgrímsson agarró el testigo de manera completa. Juntos y por separado, ambos imprimieron confianza al equipo, conceptos para estar en la élite y competir con selecciones de un calado internacional y experiencia para muchos abrumadora. Sin embargo, para los Gylfi Sigurðsson, Alfreð Finnbogason y Jóhann Berg Guðmundsson ya no hay miedo, sino nada que perder y mucho que ganar… pero sobre todo infinidad de sensaciones que disfrutar.