Ucranianos del sur de Florida encuentran consuelo en esta iglesia ortodoxa en Cooper City

Mientras las cúpulas doradas de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de San Nicolás brillaban bajo el sol de la tarde, los ucranianos del sur de la Florida se reunieron a finales de marzo en el santuario de Cooper City para recordar a las jóvenes víctimas de la invasión rusa en su tierra natal.

Mujeres, hombres y niños vestían de amarillo y azul, los colores de la bandera ucraniana. Otros lucían camisas tradicionales bordadas con flores. Velas delgadas ardían en dos tazones de plata junto a las puertas de la iglesia, donde el sacerdote y un grupo de feligreses guiaban el servicio conmemorativo para los niños de Mariupol, la ciudad del sureste de Ucrania que ha sido un blanco del ejercito ruso. Los cantos litúrgicos en ucraniano flotaban en el anochecer.

Frente a la iglesia de color crema, los organizadores e integrantes del evento escribieron “NIÑOS” con la luz de las velas. La palabra es similar a otra pintada en alfabeto cirílico afuera de un teatro convertido en refugio en Mariupol, donde se podía leer a vista aérea la súplica por la misericordia. Pero un bombardeo, aparentemente ruso, destruyó el edificio y mató al menos a 300 personas el mes pasado, dijeron funcionarios ucranianos.

“Las letras enormes no los detuvieron”, dijo la organizadora del servicio conmemorativo Julia Lemesh, hablando en inglés y ucraniano, a los dolientes.

Desde hace décadas, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de San Nicolás ayuda a los inmigrantes ucranianos del sur de la Florida a permanecer anclados en las tradiciones religiosas y culturales de su nación. Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero, la iglesia ha organizado servicios de oración y recordación para los muertos, al igual que un taller de ley de inmigración. También sirve como un centro de alivio, enviando suministros básicos a Ucrania y recaudando fondos para los refugiados recién llegados y aquellos que aún se encuentran en la zona de guerra.

Muchos feligreses no saben si volverán a ver a su patria o a sus seres queridos. Pero la iglesia de San Nicolás los empodera a través de la comunidad y la fe para navegar el dolor y la incertidumbre de la guerra y la ocupación, dicen.

“La iglesia es un centro para que los ucranianos vengan e intercambien sus preocupaciones, los temores que sienten, y noticias de sus familiares”, dijo Lemesh, quien también es feligrés. “La gente se apoya mutuamente”.

“No será tan alegre”

San Nicolás y una iglesia católica en Flagami son las dos iglesias ucranianas en el sur de la Florida, aunque hay otras iglesias en la región, incluidas las rusas, que sirven a los fieles ucranianos. Los orígenes de la iglesia de Cooper City se remontan a la década de 1950, cuando la tradición religiosa llegó con los inmigrantes que huían del gobierno soviético, dijo Irina Maxfield, presidenta de la junta de la iglesia y residente de Florida proveniente de la ciudad ucraniana de Rivne.

Los feligreses primero se reunieron en una iglesia temporera y luego en otra construida en Miami a fines de la década de 1960, según la página web de la iglesia. Dos décadas más tarde, compraron un terreno en Cooper City, donde se construyó la San Nicolás actual, la cual abrió sus puertas en el 1992. Unas 50 personas asistían con regularidad a los servicios antes de la guerra, dijo Maxfield.

Ahora, los feligreses llenan las bancas durante el servicio dominical.

“Cualquiera que sienta pena o quiera mostrar su apoyo viene”, dijo Maxfield, quien agregó que hasta 100 o más fieles han venido a los servicios. “La situación es muy triste, pero estamos felices de que la gente se reúna aquí”.

El iconostasio — la pared de íconos que separa el santuario de donde se sienta la congregación — está cubierto de uvas doradas y hojas que rodean innumerables representaciones de María, Jesús, y santos. Una estola violeta cubre un crucifijo junto al altar, también vestido de púrpura por la Cuaresma. Ramos de flores azules y banderas estadounidenses y ucranianas decoran la escena.

Ya se ven indicios de la guerra en el santuario. Un cartel que pide que “Oren por Ucrania” recibe a los visitantes en la entrada por la autopista. Las puertas de madera y los tablones de anuncios que típicamente muestran los horarios de servicio y los anuncios especiales ahora están llenos de anuncios de como donar. En la parte posterior de las banquillos hay oraciones inspiradas por los salmos: No permitas que las iglesias y las escuelas, las tierras y las naciones donde reside Tu gloria sean destruidas y devastadas…

El reverendo Mykhaylo Tsyupka, del oeste de Ucrania, dirige la congregación durante casi tres años. Dijo que la parroquia ha estado suplicando a Dios por la paz en Ucrania desde 2014. Ese año, Rusia invadió y anexó la península de Crimea, que se encuentra entre ambas naciones en los mares de Azov y Negro, y rebeldes separatistas respaldados por Rusia declararon la creación de repúblicas independientes en partes del este de Ucrania. El conflicto había cobrado más de 14,000 vidas hasta diciembre de 2021, según las Naciones Unidas.

Desde la invasión a gran escala de Rusia en febrero, los servicios en San Nicolás son largas listas de oraciones: por los soldados vivos y muertos, por todos los ucranianos, por el gobierno de Kiev, por todos.

“Cualquier ayuda que la gente esté buscando, la iglesia está tratando de brindarla”, dijo Tsyupka. “Y estamos en oración todo el tiempo”.

Cuando Paska, o Pascua, llegue a finales de este mes, la iglesia estará decorada de blanco para la fiesta más importante del cristianismo, la resurrección de Cristo. El año pasado, el altar se llenó de flores níveas. Los fieles se reunieron fuera de la iglesia, con coloridas canastas de Pascua a los pies de los niños.

“Esta Paska no será tan alegre, pero queremos dedicar todos nuestros servicios a orar por la victoria”, dijo Tsyupka.

Un refectorio se convierte en un centro de control de misión

El refectorio, o el comedor de la iglesia, tiene ventanas arqueadas amarillas y mesas con manteles plateados y sillas color vino. Por lo general, se usa para las festividades ucranianas y otras celebraciones, y para las comidas tradicionales posteriores al servicio cocinadas en la cocina de la iglesia. Desde la guerra, opera como un centro donde la iglesia coordina la ayuda para Ucrania.

El día del servicio conmemorativo de los hijos de Mariupol, mujeres con delantales confeccionaban varenikis, rellenos de papas en forma de media luna. Una maquina proyectaba la televisión ucraniana en el escenario del espacio. El zumbido del presentador de noticias anunciando ataques aéreos se mezclaba con la conversación en bajas voces de las cocineras y el sonido de la cuchara sacando el relleno de un bowl blanco.

Las donaciones que se entregarán a Ucrania estaban envueltas en plástico azul y cubiertas con banderas ucranianas y el logo de la iglesia. Cada caja estaba etiquetada con un rotulador negro con su contenido en inglés y ucraniano: Mantas, ropa de niños, pasta de dientes. Los contenedores abiertos estaban repletos de desinfectantes, suministros médicos y gel de baño. Las comidas listas para comer y las bolsas de comida para mascotas se apoyaban contra la torre de paquetes.

San Nicolás ya envió 22 cargas de ayuda por camión y avión para Ucrania en las últimas semanas, en adición a dos anteriores llenas de suministros médicos para un hospital militar en la ciudad portuaria de Odessa. Sus voluntarios han ayudado a albergar y alimentar a por lo menos ocho refugiados recién llegados, incluida una madre con sus tres hijas y una pareja de ancianos que huían de la guerra. La iglesia también recaudó $63,000 en donaciones, que financiaron el envío de suministros y la compra de una pequeña ambulancia para voluntarios de una iglesia en Kiev.

La violencia y los ataques aéreos rusos destruyen carreteras y devastan las ciudades en la nación de Europa del Este. La guerra aisla por completo algunos lugares, como Mariupol. A pesar de los desafíos y los altos costos de envío, San Nicolás continúa recolectando y enviando ayuda.

Evgeniy Kucherenko, un voluntario de 40 años que coordina los esfuerzos de donación, está en la iglesia todos los días para montar las cajas de donación. A veces hay tres ayudantes, aunque en ocasiones hay hasta 10 voluntarios.

“Siempre aparece alguien”, dijo.

“Es como una película”

En la vigilia al aire libre por Mariupol, las risas de los niños jugando interrumpieron un momento de silencio por los niños fallecidos en Ucrania. Cuanto más oscuro se volvía el cielo nocturno, más brillante resplandecía la palabra “NIÑOS” contra el pavimento gris.

“Es nuestro hogar. ¿Por qué deberíamos irnos?”, dijo Zaskalna, de 36 años, administradora de un salón de belleza que vive en Florida desde hace poco más de un año.

Dijo que la vigilia en San Nicolás era una oportunidad para reunirse con otros ucranianos del sur de la Florida, quienes están suspendidos en la misma pesadilla en la que una guerra lejana destruye su hogar.

“Tenemos que hablar del tema”, dijo. “Después de Mariupol, puede ser Kiev, Odessa, puede ser cualquier otra ciudad, los niños de cualquier otra ciudad”.

A unos metros de distancia, la hija menor de una participante de la vigilia, Anastasiia Sibiriakova, rodaba las velas artificiales por el pavimento. Antes de huir a Miami desde Ucrania a fines de marzo, Sibiriakova vivía en Bucha, una ciudad cerca de la capital de Ucrania, con su esposo Serhiy y sus hijas Alisa, 12, Mila, 11 y Olivia, 4.

Ella trabajaba como fotógrafa y coordinadora de círculos de mujeres. Su marido era un jugador de fútbol profesional. La familia había escapado de la anexión rusa de Crimea y reconstruido su vida en las afueras de Kiev, jamás pensando que se verían obligados a abandonar su hogar una segunda vez.

Cuando comenzó la guerra en febrero, Sibiriakova hizo una maleta para la familia de cinco y evacuó a Budapest, la capital de Hungría. Allí, esperaron hasta que una amistad busco sus pasaportes en su casa, dijo. La familia viajó a Boca Raton, donde nació Olivia, para encontrarse con amigos. Se hospedan en la casa de Weston de un rabino y su esposa que Sibiriakova — quien no es judía — encontró a través de un anuncio en línea que ofrecía alojamiento a refugiados ucranianos.

Todos los días, Sibiriakova reza por su familia y por Ucrania. Su hermano está en Kiev, ayudando a los residentes restantes y rescatando perros y gatos de los escombros. Su padre y sus abuelos están en la región sur de Kherson, que cayó en manos de los soldados rusos. Su anillo de bodas se encuentra en su casa en Bucha, esperando el regreso de su dueña.

“Tenemos una vida regular. Tenemos un negocio, casa, escuela. Y ahora, se siente como si estuviéramos viviendo en una película”, dijo, describiendo lo irreales que a veces parecen los eventos de las últimas semanas.

Desde la entrada de la iglesia, un ícono de San Nicolás, protector y santo patrón de los niños, observaba a Olivia y otros niños jugar con las resplandecientes velas blancas. La multitud se llevó las manos al corazón y cantó el himno de Ucrania bajo la mirada atenta del santo barbudo, un himno a una patria en guerra.