Tyson Fury apunta a un jardín que destrozaría su legado

LAS VEGAS, NEVADA - MAY 4: Tyson Fury hits the water bag during his workout at the Top Rank Gym on May 4, 2021 in Las Vegas, Nevada. (Photo by Mikey Williams/Top Rank Inc via Getty Images)

El boxeo actual tiene varios nombres propios de peso y Tyson Fury (Manchester, 1988) es uno de ellos. El ‘Rey Gitano’ está en la parte alta de la pirámide y sus títulos de la WBC y The Ring son un claro ejemplo de que estamos hablando de uno de los grandes. Sin embargo, parece que ya está pensando en el futuro y en una carrera fuera del ring, tal y como adelantó su padre al declarar que Fury pretende dedicarse a las artes marciales mixtas (MMA) una vez que cuelgue los guantes. No se me ocurre una peor idea.

A sus 33 años y con un récord invicto de 30-0-1 (21 victorias por KO), lo mejor que podría hacer Tyson Fury era alargar un poco más su carrera en el cuadrilátero y retirarse con una cuenta bancaria al alcance de muy pocos. Jamás ganará una cantidad de dinero ni siquiera cercana a sus ingresos actuales por pelear en una promotora grande de MMA (véase la UFC o Bellator). Para concretar esto en cifras, decir que el ‘Rey Gitano’ se embolsó alrededor de 50 millones de dólares sólo a lo largo del año pasado, en el que nada más que tuvo un combate (victoria por KO técnico ante Deontay Wilder). ¿Cuánto gana un luchador de la UFC? Conor McGregor fue el peleador mejor pagado en 2020, ingresando poco más de 15 millones de dólares también con un único combate a sus espaldas. Blanco y en botella.

Al factor económico habría que sumar que la UFC (dejaremos Bellator como un supuesto ‘plan b’ de características muy similares) no está necesitada de nuevos luchadores o incorporaciones mediáticas. Todo lo contrario. La compañía de MMA más importante del mundo cuenta con una cartera de peleadores de lo más atractiva, jóvenes promesas con mucha proyección y un buen puñado de caras (no tan) nuevas que se han consolidado en el octógono. La retirada de auténticas leyendas como Khabib Nurmagomedov o Georges St-Pierre no ha hecho daño a una empresa que ha sabido reinventarse durante la pandemia y ha seguido funcionando con muy buen rendimiento.

Israel Adesanya (campeón del peso medio), Kamaru Usman (campeón del peso wélter), Charles Oliveira (campeón del peso ligero), Francis Ngannou (campeón del peso pesado) o el carismático Brandon Moreno (campeón del peso mosca) son auténticas estrellas de una UFC que vende como churros cualquiera de los eventos de pago por visión que encabece alguno de ellos. Si hablamos de Conor McGregor, los churros se multiplican. No necesita del fichaje mediático de un Tyson Fury de turno para hacer caja o sobrevivir. Con lo que tiene le basta y le sobra, y le va bastante bien.

British boxer Tyson Fury celebrates after defeating US boxer Deontay Wilder in the seventh round during their World Boxing Council (WBC) Heavyweight Championship Title boxing match at the MGM Grand Garden Arena in Las Vegas on February 22, 2020. (Photo by Mark RALSTON / AFP) (Photo by MARK RALSTON/AFP via Getty Images)
British boxer Tyson Fury celebrates after defeating US boxer Deontay Wilder in the seventh round during their World Boxing Council (WBC) Heavyweight Championship Title boxing match at the MGM Grand Garden Arena in Las Vegas on February 22, 2020. (Photo by Mark RALSTON / AFP) (Photo by MARK RALSTON/AFP via Getty Images)

Mucho han cambiado las cosas en la UFC de un tiempo para acá. Brock Lesnar fue uno de los grandes atractivos de la compañía y hasta llegó a ser campeón del peso pesado. La bestia de la WWE, del wrestling profesional, repartía mamporros a diestro y siniestro en dentro de la jaula, derrotaba a sus oponentes y vendía muchas entradas y PPV peleando de verdad y no como parte de ese espectacular mundo coreografiado de la lucha libre, que tampoco es que vaya mal de ingresos y fans. Sin embargo, la evolución de las MMA y la llegada de luchadores que eran más que fuerza bruta, wrestling y mucha mala leche dejó sin sitio a un Lesnar que dio paso a peleadores mucho más preparados en su peso como Cain Velázquez, Fabricio Werdum, Daniel Cormier, Stipe Miocic o Francis Ngannou. Deportivamente, Tyson Fury no tendría opción alguna ante ninguno de ellos (no hace falta que estén en su peak). Mediáticamente tampoco su nombre tampoco marcaría diferencias, al margen del puro morbo de ver a uno de los mejores pesos pesados de la historia del boxeo meterse en una jaula.

Las MMA son otro mundo. Boxear bien es sólo una pequeña parte de todo lo que debe saber hacer un peleador. En el primer evento de la historia de la UFC, allá por 1993, en delgaducho y con poquísima experiencia Royce Gracie se impuso a todos sus rivales sin dar prácticamente ni un puñetazo. Haciendo uso del jiu-jitsu brasileño (el Gracie Jiu-Jitsu inventado por su padre), Royce sometió a todos sus contrincantes y se coronó como el primer campeón del Ultimate Fighting Championship. Su primer oponente fue precisamente el boxeador Art Jimmerson, quien se vio humillantemente superado por la situación cuando Gracie le derribó y posicionó perfectamente su peso sobre él. El púgil abandonó sin que el brasileño llegase ni siquiera a someterle. Simplemente se había agobiado y se dio cuenta de que no tenía noción alguna de pelear en el suelo. Era como un león peleando con un tiburón dentro de una piscina.

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Más de uno estará pensando que todo es entrenar y en cierto modo es verdad, sólo que refiriéndose a las MMA se trata de entrenar mucho, durante muchos años. De acumular ‘horas de vuelo’ (horas de jaula) y de ganar experiencia. Jugar directamente en el patio de los mayores es un auténtico suicidio, independientemente de que te llames Fulanito de Tal o Tyson Fury. Y la UFC es el patio de los mayores repetidores, en el que un boxeo (stricking) de primera calidad mezclado con unas nociones de wrestling, algo de jiu-jitsu y una patada aquí y allá no valen para nada. Insisto, para nada.

Allá por diciembre de 2014, la UFC anunció a bombo y platillo el fichaje de una leyenda viva de la lucha libre profesional como CM Punk. La megaestrella de la WWE cambiaba el ring por el octógono y la compañía de MMA explotó al máximo todo el hype que generó su incorporación a la empresa (exacto, eran otros tiempos). Punk protagonizó un documental de varios capítulos en el que se hacía un seguimiento de sus entrenamientos para debutar en la UFC. Se podía ver a un atleta todoterreno con experiencia en el kempo karate y conocimientos un poco más que básicos de jiu-jitsu bajo la tutela de Rener Gracie y mucha disciplina esforzarse al máximo para tener éxito en su nueva aventura profesional.

Dos años de duros entrenamientos y muchos sacrificios junto a nombres propios de las MMA como Anthony Pettis que se materializaron en una auténtica paliza de 2:14 minutos a manos de un debutante en la UFC como Mickey Gall, que terminó sometiéndole con una estrangulación. Dos años más tarde tuvo una nueva oportunidad y volvió a caer derrotado, esta vez ante un desconocido Mike Jackson, dando una pobre imagen que provocó su despido de la compañía. Qué necesidad hay de que Tyson Fury sea el próximo CM Punk, cobrando mucho menos que por boxear y teniendo que entrenar mucho (muchísimo) más que por dominar en el ring. Lo dicho, muy mala idea, ‘Rey Gitano’, muy mala idea, por mucho que juegues a entrenar con todo un icono como Nick Diaz.

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