Trabzonspor-Basel: el día en que el fútbol sirvió para unir a la devastada Turquía y celebrar un triunfo

El mosaico de los hinchas de Trabzonspor en homenaje a la tarea de los rescatistas durante los terremotos que azotaron a Turquía y Siria
El mosaico de los hinchas de Trabzonspor en homenaje a la tarea de los rescatistas durante los terremotos que azotaron a Turquía y Siria - Créditos: @Twitter @@Trabzonspor_EN_

Turquía se unió detrás de una pelota. Diez días después de los devastadores terremotos que azotaron a ese país y a Siria, la pelota volvió a rodar. La competencia local está suspendida hasta nuevo aviso, pero el partido de los dieciseisavos de final de la Europa Conference League entre Trabzonspor y Basel, de Suiza, se jugó igual. Y no hubo sólo un equipo turco en cancha, sino todos. El estadio estuvo casi repleto, pese a los cero grados y el frío invierno. Y asistieron miles que pagaron por una entrada virtual y vieron el encuentro en sus casas. La recaudación irá directo a los fondos de ayuda a los damnificados, igual que los juguetes y los víveres que se juntaron en las puertas del estadio Senol Gunes.

Fue todo un acontecimiento. Antes de que comenzara el partido, las tribunas hicieron un silencio conmovedor durante cuatro minutos y 17 segundos. El tiempo no es casual: la primera vez que la Tierra tembló en Hatay y otras ciudades del país lo hizo a las 4.17 AM. Se callaron los de Besiktas y los de Galatasaray; los de Trabzonspor y los de Fenerbahce; los de Basaksehir y los de Kasimpasa. Hubo hinchas de la mayoría de los clubes de la Superliga turca. Todos con sus camisetas y con la bandera roja de aquel país. Todos, detrás de una misma causa: la unidad en tiempos de catástrofe, la peor de este siglo.

“Un solo color, un solo corazón”, era el lema del partido, publicado en las redes sociales de Trabzonspor y replicado en los perfiles de todos los demás clubes. Rivales, no enemigos. Acostumbrados al violeta y azul, los de Trabzon (donde jugó José Sosa, por ejemplo) se vistieron de negro. En realidad, de luto. Una congoja que dio paso a la emoción cuando los asistentes agitaron las banderitas rojas. Y en la cancha apareció un mosaico gigante de un rescatista salvando a un niño de una muerte segura. En su casco, las banderas de los países que mandaron ayuda para encontrar sobrevivientes. A su lado, el perro Proteo, cuya tarea también era encontrar vida bajo los escombros. El pastor alemán también falleció, pero por las inclemencias del clima turco. “Thank you”, se leyó en una parte del mosaico. Turquía (o lo que queda de ella) le agradecía al mundo.

“Desde lo emocional, se trata del partido más difícil de todas nuestras vidas”, dijo el entrenador turco Abdullah Avci. A los 59 años, el propio DT sufrió la catástrofe en primera persona. La calle en la que vivía durante su época de futbolista de Kahramanmaraşspor (en Kahramanmaraş, uno de los epicentros de los sismos) ya no existe más. Muchos de sus amigos de entonces perdieron familiares, que engrosan la lista de más de 41 mil muertos. Avci, un héroe en Trabzon después de lograr el título nacional el año pasado, salió a la cancha en busca de un triunfo; casi una ofrenda para el público local. Para el país, en definitiva. Y lo consiguió.

Durante 90 minutos, el fútbol consiguió apartar la tristeza de todo un país. Aunque no sin drama. Porque el primer gol del partido llegó en el segundo tiempo. A los 20 minutos, el danés Jens Stryger-Larsen encontró un rebote y anotó. Su compañero Trezeguet quiso abrazarlo para festejar, pero lo hizo con tanta vehemencia que su brazo izquierdo le dio de lleno en el rostro: convirtió el gol, pero se partió el labio. Cuando pudo recuperarse, el goleador fue derecho al banco de suplentes local a buscar una camiseta turca. Con ella posaron todos los futbolistas locales. Poco importa que los turcos sean minoría entre sudamericanos y otros europeos. Jugaban por Turquía. Y por su gente.

Sería el único gol del partido, pero alcanzaría para ganar. Una victoria balsámica para todos los clubes y para todo un país. Para un estadio que cantó por todas y cada una de las provincias turcas afectadas por la catástrofe cuando el minuto del partido coincidía con su ubicación en el orden alfabético. “Adana, presente”, gritaron en el minuto 2. Lo mismo con Malatya o con Hatay. Hubo tiempo para todas. “Turquía y Siria, estamos con ustedes”, se leyó al pie del campo. Y fue lo primero que vieron los jugadores al ingresar al campo de juego. Como para que supieran lo que se jugaban; para que tuvieran claro por quiénes jugaban. Lo hacían, en definitiva, por todos los que ya no estaban.

Eren Elmali, uno de los jóvenes de Trabzonspor, no pudo contener la emoción. El joven lateral izquierdo se tomó la cabeza y lo único que pudo hacer fue agacharse. Acababa de terminar el minuto de silencio, ese homenaje protocolar que la UEFA dispuso para todos los partidos de Champions, Europa y Conference Leagues. Sacó fuerzas de donde no tenía y siguió adelante. Como muchos en las tribunas; como miles en sus casas.

Con todo el fútbol turco detrás, Trabzonspor consiguió la victoria que necesitaba para viajar a Suiza con algo de tranquilidad. Sus días, sin embargo, están lejos de la calma. Turquía vive pendiente de las tareas de rescate en esa zona de desastre que tembló hace diez días. Desde entonces, el fútbol pasó a un segundo plano.