The Undertaker, la promesa del basquetbol que prefirió ser una leyenda de la WWE

The Undertaker durante WrestleMania 27. (Paul Abell/AP Images for WWE Corp.)
The Undertaker durante WrestleMania 27. (Paul Abell/AP Images for WWE Corp.)

The Undertaker es el personaje más exitoso de la lucha libre estadounidense, el invento más privilegiado de la World Wrestling Entertainment (WWE). El hombre que, por excelencia, llegó para repartir el miedo. Por treinta años, llenó de oscuridad al deporte; se erigió como la representación vivificada de las tinieblas. Nadie jamás podrá igualar su misticismo; aunque si hubiera elegido continuar en el basquetbol, quizá su legado no habría sido el mismo.

Muy pocos nombres relacionados a la disciplina traspasan de lleno el cuadrilátero para encajar con la cultura popular. Por sus participaciones en Hollywood, es común relacionar a The Rock, John Cena y Batista con los encordados. Sin embargo, el fenómeno del Hombre Muerto es tan grande que hasta aquellos que no siguen de cerca la industria reconocen su existencia.

Su ejemplo se equipara a ídolos de todos los tiempos como Hulk Hogan, Stone Cold, Bret Hart, Shawn Michaels, Eddie Guerrero y Rey Mysterio. Pero está muy por delante de ellos en cuanto a lo que proyectaba a través de su caracterización. Un ser sobrenatural de pocas palabras, casi salido de una novela de terror, cuyo único mensaje claro consistía en la destrucción sobre el ring.

The Undertaker celebra en WrestleMania 28, luego de vencer a Triple H. (AP Images/Marc Serota)
The Undertaker celebra en WrestleMania 28, luego de vencer a Triple H. (AP Images/Marc Serota)

Antes de ingresar al circuito luchístico, solía practicar basquetbol en Texas. Sus 2.08 metros de altura lo delataban en el escenario. Soñaba con llegar a las grandes ligas europeas. Richard Hoogendoorn, uno de sus antiguos entrenadores, reveló a Bleacher Report que durante la década de los ochenta le consiguió un contrato con un equipo francés en el que recibiría 80 mil euros al año.

Pese a la propuesta tan atractiva para emigrar al Viejo Continente, respondió de una forma poco esperada. A los 21 años no deseaba perseguir más el esférico, sino que estaba seducido por el arte del pancracio. A través de un segmento con el actor Kevin Hart, así como en el podcast del comentarista Joe Rogan, manifestó que no quería ser la última opción del banquillo en algún destino como Lituania.

Así inició la ruta de Mark Calaway, el hombre detrás del personaje, en la lucha libre. Redirigió su camino a Dallas, el sitio donde comenzó su historia. En 1987 enfrentó a Bruiser Brody, gladiador de la época que lo lastimó durante su primera experiencia como profesional. Lo trascendente del mano a mano radicó en el respaldo de Percy Pringle, el mánager que lo acompañó en los instantes más laureados de su trayecto.

Entonces, ganó fama en el circuito. Tres años más tarde, su vínculo con la WWE era un hecho. De este modo, se olvidó de ser un gigante con tal de encarnar a un ente emanado de las penumbras. El atuendo en negro, alternado con gris y morado, potenciaba su tema de entrada fúnebre. La ausencia de expresiones faciales, adherida a la mirada fija en el rival, indicaba algo nunca antes visto; era como un muerto en vida.

La idea de trasladar el cementerio al espectáculo se reforzaba al aplicar el martinete, movimiento con el que azotaba la cabeza de sus oponentes sobre la lona. Con ello, los enviaba a “descansar en paz” de forma simbólica. En suma, al acuñar términos de ultratumba en castigos y combates. Prueba de ello, su intervención en luchas de ataúd, al igual que en duelos para enterrar a sus enemigos.

La condecoración más trascendente de The Undertaker es su racha de victorias en WrestleMania, la función anual más importante de la WWE. Entre 1991 y 2013, conquistó 21 triunfos al hilo en la denominada Vitrina de los Inmortales. Acabó con muchos consagrados como Triple H, Ric Flair, Kane y Edge. Incluso retiró a Shawn Michaels.

Brock Lesnar lo cambió todo en 2014. Vince McMahon, el CEO de la compañía, estableció que él sería el encargado de propinarle la primera derrota en el magnoevento a su protegido. Lesnar no necesitaba un impulso, pues su presencia bastaba para llenar coliseos, aunque era el único luchador del momento con la suficiente credibilidad para ejecutar tal enmienda.

The Deadman tampoco se negó a perder la marca, sino que acató la decisión por el bien del negocio. Entendía que, con 49 años y luego de más de quince cirugías, no debía alargar más el retiro. Era un indispensable en la ruta hacia WrestleMania, no así en el presente del emporio. Regresó a los siguientes shows y volvió a ganar. De una manera similar, concedió su segundo desliz en 2017 ante Roman Reigns, con el que lo proyectó como la nueva cara de la empresa.

Tras su adiós del deporte en 2020, dejó su racha en 25-2. El sentir de la comunidad es que nunca debió de haber caído. Él prefirió pagar con lealtad hacia los intereses del directivo que hizo conocido su trabajo a nivel mundial. En abril, el mito hecho carne de la lucha libre estadounidense será inducido al Salón de la Fama de la WWE. El mismo que descartó la gloria del baloncesto, pero hoy es una leyenda del cuadrilátero.

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