El terreno sobre el que se construyó este estadio solía ser de su propiedad… y lo quieren recuperar

Un aficionado de los Dodgers en el estadio en Los Ángeles el 15 de abril de 2023. (Carlos Gonzalez/The New York Times)
Un aficionado de los Dodgers en el estadio en Los Ángeles el 15 de abril de 2023. (Carlos Gonzalez/The New York Times)

LOS ÁNGELES — A poco más de un kilómetro del estadio de los Dodgers un sábado reciente por la mañana, Vincent Montalvo podía escuchar el clamor de la multitud que se encontraba dentro del campo de béisbol.

Era el Día de Jackie Robinson y más de 50.000 aficionados ocupaban sus asientos para presenciar un juego contra los Cachorros de Chicago. Pero Montalvo no planeaba asistir.

Han pasado más de 30 años desde la última vez que puso un pie dentro del estadio de los Dodgers. Su padre lo llevó de niño al campo de béisbol, en los años ochenta, durante la época de la “Fernandomanía”, el frenesí en torno al lanzador estrella Fernando Valenzuela, de origen mexicano.

Por desgracia, la decisión aparentemente inofensiva de ir al juego agravó una herida ya infectada en la familia Montalvo y la comunidad latina de la ciudad. Lidiar con esa herida ha sido difícil para los Dodgers, que, conscientes de esa ella, han tratado de encontrar un equilibrio entre reconocerla y ampliar la enorme base de aficionados latinos del equipo.

Mucho antes de que los Dodgers de Los Ángeles ganaran su primera Serie Mundial en el Dodger Stadium en 1963 y Sandy Koufax lanzara el primer juego perfecto del equipo en 1965, el terreno en que se construyó el estadio era el hogar de cientos de familias radicadas en las comunidades de Palo Verde, La Loma y Bishop.

La ciudad de Los Ángeles obligó a esos barrios y sus residentes a reubicarse en los años cincuenta, según explicaron las autoridades, porque tenían planeado construir viviendas asequibles. El problema fue que, a fin de cuentas, ese terreno se entregó a los Dodgers, que a finales de los años cincuenta se habían mudado de Brooklyn, Nueva York, a esa ciudad, para que construyeran un campo de béisbol. Ahora, a esa área se le da comúnmente el nombre de Chavez Ravine, término que se ha convertido en sinónimo de Dodger Stadium.

Vincent Montalvo, nieto de un residente que se vio forzado a abandonar su hogar cuando el gobierno de la ciudad de Los Ángeles limpió el terreno que rodea lo que ahora es el Dodger Stadium, el 15 de abril de 2023. (Carlos Gonzalez/The New York Times)
Vincent Montalvo, nieto de un residente que se vio forzado a abandonar su hogar cuando el gobierno de la ciudad de Los Ángeles limpió el terreno que rodea lo que ahora es el Dodger Stadium, el 15 de abril de 2023. (Carlos Gonzalez/The New York Times)

Los abuelos de Montalvo nacieron y crecieron en Palo Verde. Aunque el padre de Montalvo no lo sabía antes de asistir a ese juego en los años ochenta, el abuelo de Montalvo se ofendió porque fueron al estadio de béisbol que causó la desaparición de su barrio.

“Nunca volvimos a ir”, comentó Montalvo.

La historia de ese desalojo se encuentra bien documentada en libros, artículos noticiosos y videos. Pero en los últimos años, los descendientes de algunas comunidades marginadas de California han logrado obtener indemnizaciones por terrenos expropiados, ya sea dinero o la devolución de la tierra. Alentados por ese movimiento, los descendientes de tres comunidades de Los Ángeles creen que ha llegado su oportunidad de buscar justicia. Según argumentan, deberían devolverles el terreno en que se construyó el estadio de los Dodgers.

Les compraron el terreno o los expulsaron

Desde hace mucho tiempo, el abuelo de Montalvo se ha negado a hablar sobre su vida en Palo Verde. No obstante, con el transcurso de los años, Montalvo ha recopilado cierta información sobre la comunidad; por ejemplo, que muchos residentes se mantenían gracias a que cultivaban sus propios alimentos.

“Ese lugar era como su pequeño oasis”, afirmó Montalvo.

Pero a principios de los años cincuenta, la ciudad de Los Ángeles comenzó a forzar a los residentes de Palo Verde, La Loma y Bishop a abandonar el lugar mediante compraventas voluntarias y expropiaciones, pues tenía planes de construir un complejo de viviendas subvencionadas en el área.

Estas viviendas nunca se construyeron y, a fin de cuentas, después de que los Dodgers se mudaron a Los Ángeles, el equipo compró el título de esa tierra. Una condición de la compra fue que el equipo debía construir un estadio con capacidad por lo menos para 50.000 personas.

El proceso de retirar a 300 familias del área fue largo y, para muchos residentes, doloroso. Aunque muchos le vendieron su terreno a la ciudad, otros se resistieron.

La última familia fue desalojada por instrucciones de las autoridades en mayo de 1959. Hay una fotografía tristemente célebre en la que se ve que unos agentes cargan a Aurora Vargas, una mujer conocida como Lola, para sacarla de su casa. Un artículo que apareció en Los Angeles Times el 9 de mayo de 1959 describió la escena como una “larga escaramuza”. Según el periódico, Vargas pataleaba y gritaba y unos niños “lanzaban llantos histéricos”.

Muchos años después, Melissa Arechiga, de 48 años, se enteró de la historia del desalojo por su madre y de que Vargas era su tía Lola. Arechiga no lo podía creer.

“Cuando me lo dijo, me sonó como algo salido de una película”, explicó Arechiga.

El arranque de un movimiento

Montalvo y Arechiga se conocieron en 2018 y fundaron Buried Under the Blue, organización sin fines de lucro que busca crear conciencia acerca de la historia del desalojo de los residentes de Palo Verde, La Loma y Bishop.

Ahora que los movimientos de restitución de tierras han ganado fuerza, Montalvo y Arechiga han estado trabajando para definir qué significan para ellas las indemnizaciones y cómo obtenerlas.

“Sabemos que vamos a contracorriente”, indicó Montalvo. “Pero también sabemos que, a nivel político, es el momento de las reparaciones en todo el estado”.

Buried Under the Blue y los descendientes de la gente desalojada cuentan con apoyo político de personas como Eunisses Hernandez, integrante del ayuntamiento de Los Ángeles, quien afirmó que cuentan con su respaldo.

En el Dodger Stadium

En Chavez Ravine se encuentra uno de los campos de béisbol más icónicos, entre las montañas San Gabriel y el centro de Los Ángeles. En el estadio de los Dodgers se realizan decenas de juegos cada año, al igual que conciertos y otros eventos. Uno de los equipos más adinerados del Béisbol de las Grandes Ligas juega ahí.

A algunos les parecería inimaginable que expulsaran de ahí a los Dodgers.

“Va a ser muy muy difícil”, afirmó Hernandez. “No van solo contra una pequeña empresa. Se trata de una marca y una compañía que es conocida en todo el país y en el mundo entero, así que creo que la gente debe organizarse y sumar todo el apoyo posible para respaldar su causa”.

Cuando los aficionados llegan al estadio de los Dodgers en estos días, casi de inmediato escuchan el sonido del español en distintas formas.

Hay aficionados que hablan en español y otros que hablan en spanglish. Julio Urías, lanzador de los Dodgers originario de México, sale al campo al son de la canción “Soy sinaloense”, de Gerardo Ortiz.

Adrian Burgos, profesor de la Universidad de Illinois especializado en temas como raza, deportes y sociedad, dijo que forzar a los residentes a salir de ahí “estableció una relación muy mala entre la comunidad mexicoestadounidense y los Dodgers”.

“En realidad no cambió mucho hasta que apareció Fernando”, afirmó Burgos, en referencia a Valenzuela. “Empezó a hacer aceptable que los mexicanos apoyaran a los Dodgers”.

Margaret Salazar-Porzio, curadora del Museo Nacional de Historia Americana que ha trabajado con iniciativas como “Latinos and Baseball: In the Barrios and the Big Leagues”, explicó que la llegada de Valenzuela a los Dodgers fue una especie de “reconciliación simbólica con muchos latinos en Los Ángeles en esa época”.

‘Historias dolorosas’

Desde los años ochenta, los Dodgers han seguido fortaleciendo su base de aficionados latinos con ayuda de jugadores como Urías, que estuvo en el montículo en la última salida del equipo para conquistar la victoria en la Serie Mundial de 2020.

Pero el equipo, que no hizo comentarios para este artículo, no ha dejado de batallar para reconciliarse con los residentes desplazados y sus descendientes.

En 2000, directivos del equipo, entre ellos el antiguo presidente Bob Graziano, se reunieron con antiguos residentes y sus familias para una ceremonia en una iglesia. El periódico Los Angeles Times informó que un antiguo residente incluso abrazó a Graziano en la ceremonia, además de que comulgaron juntos.

La mayoría de los antiguos residentes de Palo Verde, La Loma y Bishop rondan los 90 años. Arechiga y Montalvo comentaron que, a pesar del paso del tiempo, sus abuelos todavía suelen negarse a hablar de esa época de su vida.

Corregir sus “historias dolorosas”, dijo Montalvo, es una motivación para luchar por conseguir las indemnizaciones.

Recuperar la tierra y expulsar a los Dodgers es casi imposible. Con todo, Arechiga afirma que su familia tiene esperanzas.

“También se preguntan: ‘¿Será posible? ¿Es una meta alcanzable?’”, señaló Arechiga. “Creemos que sí”.

c.2023 The New York Times Company