Temores por covid dan paso a lesión oculta de Biles: Tim Culpan

(Bloomberg) -- En la antesala de los Juegos Olímpicos de Tokio, se sabía que el covid-19 era un gran peligro para los deportistas, los funcionarios y la comunidad local. Hasta ahora, los esfuerzos por controlar su propagación en los Juegos parecen haber tenido éxito, incluso cuando los casos están aumentando más ampliamente en Japón. Pero ahora es momento de evaluar otro riesgo para la salud que ha sido, en gran medida, persistentemente ignorado en los deportes de élite durante décadas.

Simone Biles nos recordó esta lesión oculta al retirarse de la competencia de gimnasia por equipos el martes por la noche (el miércoles abandonó la competencia individual all-around). En mayo, la estrella del tenis Naomi Osaka puso de relieve estos peligros al retirarse del Abierto de Francia. Docenas antes que ellos han luchado contra uno de los problemas más frecuentes –pero no discutidos– del deporte, se han visto marginados por él y lo han superado. Ahora, finalmente, parece seguro hablar de “lesión mental”.Después de tropezar al caer de su salto, Biles se retiró del recinto acompañada por el médico del equipo para regresar con la pierna derecha vendada. Los espectadores especulaban sobre un esguince o un desgarro físico. Pero la destacada gimnasta estadounidense explicó más tarde que no era su cuerpo el que necesitaba “recomponerse”.“Físicamente, me siento bien, estoy en forma”, dijo al programa Today de NBC. “Emocionalmente, eso varía según el tiempo y el momento. Venir aquí a los Juegos Olímpicos y ser la estrella principal no es una tarea fácil”. A principios de semana, la joven de 24 años reconoció la carga en una publicación de Instagram, diciendo a sus 5,1 millones de seguidores: “Sé que le resto importancia y hago que parezca que la presión no me afecta, ¡pero a veces es difícil jajaja!”.

Biles y Osaka recibieron una respuesta en gran parte comprensiva, un reflejo de la creciente conciencia actual sobre los problemas de salud mental que se han visto exacerbados por la era del covid. Pero no siempre ha sido así. En los Juegos de Atenas 2004, el equipo femenino de remo de Australia había retrocedido al quinto lugar en la final cuando una miembro del equipo simplemente dejó de remar cuando faltaban 400 metros para llegar a la línea de meta. Fue acusada de debilidad mental y ampliamente criticada por sus compañeros y en los medios de comunicación. Años después, ella dijo que ir más allá de sus límites físicos y mentales la había llevado a colapsar.

La burbuja de Tokio contra el covid, que obliga a los deportistas a viajar a los Juegos sin familiares ni amigos, permanecer dentro de límites definidos y someterse regularmente a pruebas para detectar el virus, ha asegurado que el recuento de casos dentro de la Villa Olímpica se haya mantenido bajo durante la primera semana. Eso ayudó a reivindicar la decisión de los organizadores de seguir adelante a pesar de los riesgos y el escaso apoyo dentro de Japón.

Sin embargo, lo que mantuvo a deportistas y funcionarios a salvo físicamente también aumentó las presiones mentales y emocionales incluso antes de la ceremonia de apertura. A principios de este mes, la basquetbolista australiana Liz Cambage dijo que era demasiado y se retiró de la selección nacional, señalando que la falta de una red de apoyo, como familiares y amigos, era algo “aterrador” y que había estado sufriendo ataques de pánico. “Depender de medicación diaria para controlar mi ansiedad no es lo que quiero ahora. Especialmente entrando en competencia en el mayor escenario deportivo del mundo”, publicó en Twitter.

Si bien esperamos mucho de las estrellas del deporte, la confesión de Cambage es un recordatorio de que los deportistas se autoexigen mucho. Lo que a veces parece arrogancia, con pretenciosas afirmaciones de ser el mejor de todos los tiempos –como señaló Biles– también debería considerarse una mentalidad necesaria para competir al más alto nivel. Se necesita una autoconfianza increíble para creer que puede saltar sobre un trampolín, elevarse, contorsionarse y girar su cuerpo varias veces en el aire antes de caer con seguridad en tierra firme. Semejante exigencia mental no deja lugar a dudas.

Entonces, si reconocemos que es mejor que un deportista con un hombro desgarrado o un esguince de tobillo se margine de un evento, debemos aceptar que un deportista cuya mente no está en su mejor momento también debe restarse. Y eso es lo que hizo Biles. También fue esa la decisión de Osaka cuando se retiró después de la segunda ronda de Roland Garros, tras repetidos intentos de los organizadores para que asistiera a conferencias de prensa.

Nuestra comprensión tanto de la fuerza mental como de la actividad neurológica en el deporte se ha desarrollado de manera espectacular a lo largo de los años. Médicos e investigadores han tratado de encontrar la conexión entre el cerebro y el cuerpo en el ámbito del rendimiento de élite y, al hacerlo, comprender mejor cómo interactúan la fortaleza física y la mental. En 1996, el científico sudafricano Tim Noakes postuló que el cuerpo no funciona en un vacío, sino que está estrechamente regulado por el cerebro. Su teoría del cerebro como gobernador central –que el cansancio no es un estado fisiológico sino una emoción derivada del cerebro utilizada como protección– fue controvertida en ese momento, pero ha ganado mayor aceptación y ha ayudado a avanzar en nuestra comprensión de los verdaderos límites físicos. Esto se puede demostrar en numerosos experimentos de investigación donde se asignó a personas la tarea de hacer ejercicio hasta que estuvieran absolutamente exhaustas, y luego se les pidió que realizaran un breve pero intenso esfuerzo, lo que sería una prueba de que dicha fatiga era una percepción y no era necesariamente de naturaleza física.

Sin embargo, percepción es realidad. Preparadores físicos, entrenadores y especialistas en medicina deportiva ayudan a un deportista a desarrollar las habilidades necesarias y lo ponen en la mejor forma física para rendir al máximo. En décadas recientes, se han contratado psicólogos deportivos para ayudarlos a mantener un óptimo estado mental, enfocarse y alcanzar esos límites físicos.

La otra cara de la moneda es la “lesión mental”. Cuando desarrollamos nuestros cuerpos a su máxima capacidad y luego nos esforzamos para rendir al límite, lo más probable es que se produzca un colapso físico. Todo deportista entiende que las lesiones no son solo una dura realidad, sino que el plan de entrenamiento adecuado se optimiza para evitarlas. También saben que la sobreexigencia empeorará el problema, y que lo mejor es descansar y reparar el cuerpo antes de iniciar un proceso de recuperación.

Esa misma estrategia debe adoptarse con la oculta “lesión” de la perturbación mental. Deben optimizarse regímenes de entrenamiento para salud psicológica y deben implementarse programas de recuperación cuando se producen colapsos nerviosos. Desafortunadamente, pocos deportistas realmente comprenden su propia salud mental. Yo también estallé en llanto al final de una carrera de triatlón Ironman, sin saber si la respuesta emocional era la alegría de terminar los agotadores 226 kilómetros de natación, ciclismo y carrera o la decepción de no hacerlo mejor.

Deportistas aficionados y de élite derraman lágrimas similares antes, durante y después de las competencias, sin comprender mucho la causa o su estado mental subyacente. Todos sabemos que el rendimiento de élite está en la mente, pero todavía carecemos de claridad en torno a los mecanismos que sustentan ese proceso.

Afortunadamente para todos nosotros, tenemos el liderazgo de héroes como Simone Biles para que surquen territorios tan inexplorados en nuestro nombre. Al comprenderse a sí misma, sus necesidades y el camino a seguir, se ganó el título de GOAT (Greatest Of All Time) y convirtió estos Juegos en un nuevo ejemplo de excelencia deportiva.

Nota Original:Covid Fears Give Way to Biles’s Unseen Injury: Tim Culpan

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