Talleres vs. River: Javier Gandolfi, la historia de amistad con Martín Demichelis, los asados en la casa de Marcelo Gallardo y por qué no tiene redes sociales

Javier Gandolfi, en plena función de DT, en Talleres
Javier Gandolfi, en plena función de DT, en Talleres

Javier Marcelo Gandolfi nació en San Lorenzo, en la provincia de Santa Fe, el 5 de diciembre de 1980. Zaguero con fuerte personalidad y sin detalles técnicos de excelencia, hizo su presentación en River a los 17 años, bajo el mando de Ramón Díaz, en la temporada 98/99: solo actuó en 8 encuentros. Tiempo después, regresó en otra etapa, como lo hizo en Arsenal y en Talleres; sobre todo en el último tiempo, cuando la T escapó del sótano a la primera división, en una construcción colectiva comandada por su mariscal del área.

Fueron 22 temporadas de trayectoria, lejos de las luminarias de los fuera de serie. Lejos (cerca, en realidad, porque los sentimientos no saben de triunfos y derrotas), de su gran amigo, Martín Demichelis, mundialista y gran campeón en Bayern Münich, entre otros destinos ilustres. Cordobés, nacido en el mismo mes y en el mismo año (diciembre de 1980), ambos fueron moldeados en Renato Cesarini, colegas de aventuras en la última línea millonaria. Cuando las divisiones menores representaban una escuela de vida para dos jóvenes entusiastas del interior. Se hicieron amigos, se cuidaban. Espalda con espalda, de Rosario al Monumental.

Gandolfi, con voz de mando en Talleres
Gandolfi, con voz de mando en Talleres - Créditos: @LA NACION/Marcelo Aguilar

“Adentro de la cancha, Martín ya demostró su carácter y su temperamento. Es ganador, buena persona, no se casa con nadie, dice lo que tiene que decir y respeta la profesión. Creo que tiene todas las condiciones para ser un gran entrenador. Además, tiene disciplina, algo que es fundamental, que aprendió en Alemania. Sin eso, allá durás muy poco”, describía Gandolfi, que lo tiene (se tienen), como espejo de vida. Más allá del fútbol, claro. De hecho, ambos desprecian la tecnología más urgente. Decía Gandolfi días atrás: “Aprovecho para aclarar que no uso redes sociales. Me enteré que circulan perfiles a mi nombre e interactúan con la gente, les pido perdón si utilizaron mi nombre para sacar algún provecho”. Lo mismo asegura Demichelis.

El abrazo que se van a dar este domingo, a las 21.30, no tiene fecha de vencimiento: es de toda la vida. Con 27 y 26 goles, la T y el líder encabezan el rubro de conquistas a favor, cobijados por dos entrenadores que se inclinan por la audacia, la presión, despreocupados un poco por la retaguardia. Justo ellos, que solían defender a capa y espada. Gandolfi (Cobija, el Capi, Covacha, como a uno más le guste identificarlo, depende del capítulo de su historia) estuvo a un paso de ser el colaborador estrella en el arribo de Micho a River. Sin embargo, se quedó en Talleres, en donde pasó de interino a elegido por la fuerza de los resultados. Y, también, de las buenas producciones y los sentimientos.

Se había acabado su contrato, después de la final de Copa Argentina (derrota por 1 a 0 con Patronato) y, desde allí, un mundo: la hipótesis de Córdoba a Buenos Aires. “Cuando terminé el vínculo lo hablé con Martín y le dije que merecía una charla con Andrés (Fassi). Y cuando Andrés me ofreció el cargo obviamente que no tenía nada que pensar porque acá estoy bien, soy feliz y estoy disfrutando el día a día”, aseguró.

Tranquilos, trotan Mareque, Fernández, Gandolfi 
(adelante), Gallardo, López, Costanzo y González (atrás)
Otros tiempos: Gandolfi, sonriente, de un lado, el Muñeco, del otro; y además, Mareque, Gata Fernández, López, Costanzo y Lucho González

La polémica, de pronto, rozó su figura. “Tal vez, en algún momento, tendrás que buscar a Martín Demichelis para que sea tu ayudante de campo”, expresó el máximo directivo de Talleres, en el verano pasado, y le bajó el precio al entrenador millonario, que fue tentado en 2021 luego de la salida de Cacique Medina. Micho no aceptó la propuesta y continuó un tiempo más formando juveniles en el segundo equipo de Bayern.

Segundos después, Fassi pidió encarecidamente que su frase sobre el técnico de River no cruzaran la sala, dentro del marco de un encuentro institucional. “Esto que quede acá. Les pido por favor que no salga de acá. Somos solamente 600″. Evidentemente, pareció haber olvidado que el acontecimiento fue transmitido en vivo por YouTube.

En la T convirtió su primer gol, en 2003, con el Pato Pastoriza en la conducción y compañeros como el Leche Lapaglia y el Yerbatero González. Siempre cuidó su figura: jugó hasta las cuatro décadas. Alguna vez contó que a los 35 años fue especialmente hasta Italia, para entrevistarse con el nutricionista de Lionel Messi. “Pude conocer una nueva manera de alimentación. Además, el entrenamiento invisible ayuda. Aunque todo es un combo”, describió.

“Los partidos se ganan cuando se intenta jugar”. Esa parece ser su frase de cabecera. En el festival del 4-2 sobre Racing en el Cilindro, se inclinó por su última fórmula, un 4-2-3-1, con Herrera como una suerte del Jordan Pickford cordobés (por su zurda, por su personalidad), un doble cinco que juega y muerde y cuatro violinistas en las alturas. Un recuperado Valoyes, Garro, el paraguayo Sosa y Michael Santos como 9 retrasado. Nahuel Bustos, un crack que suele olvidarse de su clase, entra y sale.

“Estamos en crecimiento, nuestro próximo objetivo es River. Estamos seguros de que, si seguimos por este camino, todo llegará”, expone Gandolfi, siempre prolijamente vestido, con barba de dos semanas. Amigo, también, de Marcelo Gallardo. Es más: su voz fue una de las primeras que tomó nota Enzo Francescoli, ídolo y manager, cuando buscaba sentencias que confirmaran la decisión de su vida: el Muñeco, DT de River.

Cobija lo vio nítidamente, hasta recordó los viejos tiempos en los que los jóvenes de esa época (Mascherano, Gata Fernández), iban a disfrutar de asados en la casa del Muñeco, con las manos calientes del padre, Máximo, sobre la parrilla. “Tuve la suerte de compartir plantel y vestuario con Marcelo y también compartimos momentos con nuestras familias. Sí, es cierto. Cuando comenzó a hablarse de la chance de que fuera el DT, allegados al club me pidieron una opinión. Les respondí que como jugador tenía una gran personalidad y temperamento, que seguramente también la tendría como técnico. Y así fue. Siempre quería un poco más, quería ganar hasta en las prácticas”, contó alguna vez Gandolfi.

“Hay que tener tranquilidad y los pies sobre la tierra. Me gusta trabajar con los resultados positivos y seguir corrigiendo. No analizo resultados, sino rendimientos”. Lo suscribe Gandolfi, el gran amigo, el “descubridor” de Gallardo. El DT que entiende el juego.