Los inicios desconocidos de Tadej Pogacar: 'el nuevo Caníbal' que doblaba a sus rivales

Eddy Mercx es considerado el mejor ciclista de todos los tiempos. El belga ganó todo lo ganable en la década de los 60 y 70 del siglo pasado y pasó a ser conocido como ‘El Caníbal’. El ciclismo de los últimos lustros nos había acostumbrado a un deporte mucho más metódico, de calendarios, de regulación de esfuerzos y de demasiadas órdenes de equipo. Los ciclistas de las últimas décadas se han mostrado muy especializados. O Grandes Vueltas o Clásicas, escaladores o expertos contra el crono, de primavera o verano. El mismo Induráin decidió durante sus cinco victorias en el Tour de Francia ser un líder ‘suave’, dejando ganar en muchas ocasiones a sus compañeros de fuga. Eso hizo que ‘Miguelón’, total dominador, levantara los brazos menos veces de lo que su valía ha demostrado en las clasificaciones generales. El ciclismo había cambiado con la profesionalización y la estrategia. Se apostó por no arriesgar.

El estilo Mercx era diferente. Ganó 34 etapas en el Tour de Francia, 8 de ellas en una sola edición. Ganó 19 Monumentos ciclistas, con 7 Milán-San Remo y 5 Lieja-Bastoña-Lieja. Diez Clásicas en la Árdenas y 3 Mundiales de ciclismo. Nadie ha ganado más que Mercx. Con este palmarés, es normal que muchos digan eso de que “no veremos un ciclista como ‘El Caníbal’ nunca más”. Pero el nuevo ciclismo y sus nuevas estrellas han llegado para romper los moldes y Tadej Pogacar para ser ‘El nuevo Caníbal’.

Un esloveno, nacido en Klanec hace 23 años, ha heredado el espíritu de Mercx 40 años después. Esa hambre voraz en la carretera que le ha hecho comenzar la temporada ganando las tres carreras que ha disputado -UAE Tour, la Strade Bianche y Tirreno-Adriático- y piensa alargar sus victorias hasta final de temporada luchando por el maillot arcoíris del Mundial. El espíritu canibal se caracteriza por no regalar ni una sola victoria y ganar todas las etapas al alcance, aunque sean de segunda línea y signifiquen esfuerzos que se puedan pagar en grandes objetivos. Pogacar no entiende de pinganillos ni regulación del esfuerzo, quizás porque no fue un aficionado al ciclismo.

Pocos saben que el nuevo dominador del ciclismo internacional estuvo a punto de no dedicarse a la bicicleta. Hace unos días, antes del inicio de la segunda etapa de la Tirreno-Adriático, Pogacar sorprendió con un curioso vídeo dando toques al balón vestido de ciclista en lo que fue el reencuentro del esloveno con un balón. Según cuentan las personas más cercanas, Tadej quería ser futbolista y, de niño, era uno de los jugadores más destacados de la escuela del humilde Komenda Football Club. “Era un jugador bajito, rápido y habilidoso”, cuenta uno de sus entrenadores. Las mismas virtudes que luego le han hecho ser el mejor ciclista del planeta a día de hoy.

Lo que cambió el sueño de Pogacar fue la decisión de su hermano Tilen de apuntarse a la academia ciclista del ROG Ljubliana. Como cualquier hermano pequeño, Tadej quería imitar al mayor. Intentaba montar en su bicicleta pero la menuda estatura le jugaba malas pasadas. Seguramente, una de las más llamativas fue cuando no pudo apuntarse al club de su hermano porque no tenían bicicletas para estaturas tan pequeñas. Tuvo que esperar unos meses, hasta cumplir los 9 años, para empezar a entrenar. Miha Koncilija, un cazatalentos de ciclistas en Eslovenia, quedó alucinado con la manera de pedalear de aquel niño.

Al año siguiente, en 2011, empezó a competir en varias carreras locales. En una de ellas estaba el que a posteriori fue su hombre de confianza: el medallista mundial Andrej Hauptman. Era una carrera infantil y Hauptman se percató que el ciclista más joven de la carrera iba ‘descolgado’ intentando cazar al pelotón. Cuando pidió a la organización que hicieran algo para evitar el sufrimiento de ‘Pogi’, le informaron que el pequeño era el líder de la carrera y estaba a punto de doblar al resto de competidores. Hauptman alucinó. A partir de ahí, lo captó y comenzó a trabajar con él. Pogacar empezó a engancharse al ciclismo y de Urška Žigart, una joven eslovena de la sección femenina del equipo y con la que compartía entrenamientos.

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Tras arrasar en todas las categorías inferiores a ciclistas de mayor edad, en 2016 y con solo 17 años, debutó en el Tour de Eslovenia como el ciclista más joven de la carrera. Al año siguiente, consiguió ser 4º solo por detrás de ciclistas de primer nivel internacional como Roglic, Urán y Mohoric. En 2018, ganó el Tour del Pourvenir y se convirtió en la gran promesa del ciclismo mundial. Solo un año después, estaba en el podio de la Vuelta a España y luchando por una Gran Vuelta.

Un ascenso meteórico y un adelantado a su edad. El maillot blanco de los jóvenes está destinado para menores de 25 años, una edad donde se considera que los ciclistas comienzan a tener la madurez para empezar a destacar. Pogacar lo ganó en el del Tour de Francia y la Vuelta a España con 21 años. Un año después, ya había ganado 2 Tour de Francia con solo 22. Superando todos los récords de precocidad en la historia del ciclismo.

Ahora, con 23 años, Tadej ha ganado lo que muchos de los mejores ciclistas de la historia no lograron en toda su carrera deportiva. Curiosamente, basado en un extraño paralelismo con Eddie Mercx, Pogacar basa su carrera en un ciclismo alegre y valiente, de todos los terrenos, de febrero a octubre y sin estrategias que valgan. Disfruten de ‘El nuevo Caníbal’.

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