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El mensaje que transmite Simone Biles es más real que el "espíritu olímpico"

-TOKYO,JAPAN July 26, 2021: USAs Simone Biles is consoled after competing on the vault and withdrawing from competition due to an injury in the womens team final at the 2020 Tokyo Olympics.  (Wally Skalij /Los Angeles Times via Getty Images)
Wally Skalij /Los Angeles Times via Getty Images

Más lejos, más alto, más fuerte. La historia del deporte profesional ha sido siempre una historia de superación y épica... un relato de héroes sin matices, de voraces devoradores de títulos que aprietan los dientes y lo aguantan todo. Hasta que no pueden más. No sé dónde está el problema con la salud mental, si en el propio deporte o en la sociedad. No sé si son los profesionales los que eligen no decir "ansiedad", "depresión" o "estrés" hasta que es demasiado tarde o si somos nosotros los que preferimos pensar que nuestros ídolos no comparten nuestras miserias.

Solo que las comparten. Las han compartido siempre, por poco que se hablara de ello. Si no podías aguantar el calor, tenías que apartarte del horno. Robert Enke. Yago Lamela. El "espíritu olímpico" de superación está muy bien pero no es real. La realidad es el sufrimiento, la realidad son las dudas, la realidad es el temor a decepcionar. La realidad, en definitiva, es una chica de 24 años, con millones de seguidores, con millones de expectativas, que escribe en su muro de Instagram: "A veces, siento que tengo que sujetar el mundo y hago como si la presión no me afectara... pero vaya sí me afecta".

La retirada en plena competición de Simone Biles llega apenas unos meses después de la de Naomi Osaka en Roland Garros. De hecho, Biles mencionó a la japonesa como inspiración para dar este arriesgado paso adelante. Ausencias y "descansos" habíamos visto muchos a lo largo de los años, pero, ¿ser el mejor o la mejor del mundo y decir "basta" al poco de empezar la competición? ¿Darte cuenta, en directo, de que no puedes más, que no aguantas ni un segundo más de estrés? Eso es inédito. Eso no lo habíamos visto nunca. ¿La mejor deportista de la historia con la mirada perdida en una final olímpica diciéndole a sus compañeras "no puedo subirme ahí, lo siento pero no puedo"? Nadie podría haberlo imaginado.

Uno se siente tentado de pensar que es algo propio de estos tiempos, pero no está tan claro. Hay una parte innegable: el juicio se ha universalizado. Se podría decir que junto al exceso de crítica también se ha producido un exceso de halago, pero ninguna de las dos cosas son buenas. No le ayudan a nadie. Que Biles cuelgue de una red social una foto suya de agencia para expresar su incomodidad, su tristeza, su agobio, es bastante significativo. Me abro en canal y os dejo los comentarios. Me expongo a vuestra crueldad o vuestra compasión y que sea lo que Zuckerberg quiera.

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Los deportistas ya no viven en burbujas. Los deportistas, ahora, como todo el mundo, son objeto de la crítica periodística pero también de la crítica personal, despiadada. Eso sí que es nuevo y hay que sobrellevarlo. No todo el mundo vale y no tiene que ver estrictamente con su capacidad de superación en el terreno de juego o en el gimnasio de turno. Para cuando llegas ahí, ya estás derrotada, ya no puedes más. Nadie puede decirle a Simone Biles que, tras la ausencia de sus padres en la infancia, tras los abusos sexuales en la adolescencia y tras exhibirse durante ocho años en cada competición, a un nivel que solo le recordamos a Nadia Comaneci, es una competidora "blanda".

Es imposible hacer lo que hace Biles siendo "blanda". Imposible, desde luego, hacerlo durante ocho años y superarte en cada ocasión hasta el punto de que son los jueces los que tienen que ponerte freno. Tal vez esa exigencia de superarse continuamente -de nuevo, "más lejos, más alto, más fuerte"- nos debería haber hecho pensar que algo no iba bien, que había algo patológico en esa necesidad de demostrarle al mundo que ella era diferente, que nadie la podía igualar. Biles se ha bloqueado como nos bloqueamos todos sin saber si el detonante es deportivo o personal. En un mundo de ansiolíticos, a Biles le ha dado el ataque de ansiedad que usted ha tenido tantas veces. Biles es real, y por un lado duele darse cuenta de ello porque rompe el cuento de hadas pero, por otro lado, ser real, ser humana, es la única manera de afrontar los problemas.

En cualquier caso, ya digo, no está tan claro que esto sea cosa de mentes frágiles en tiempos frágiles. Un nuevo ejemplo de "la generación de cristal". ¿Saben quién está considerado el mayor competidor de todos los tiempos? Michael Jordan. ¿Saben quién se retiró en lo más alto de su fama y su hegemonía porque "no encontraba motivación para seguir"? El mismo Michael Jordan. Fue tal la cantidad de cosas que se sumaron en aquel verano de 1993, muchas de las cuales venían de atrás y otras fueron de una brutalidad inimaginable -el cadáver de un padre amadísimo, compañero de todos los juegos, con un balazo a la orilla de un riachuelo- que Jordan, el hombre de fuego en los ojos, se tuvo que echar a un lado. No podía más. Ese fue su límite. Cuando su cabeza se recompuso, reencontró la motivación y volvió a dominar su disciplina.

Esa es nuestra esperanza con Biles. Que esa cabeza, a la que, de repente, le ha caído un mundo encima, se recomponga al ver que ha conseguido algo más importante que una medalla: ha conseguido rendirse. Rendirse siempre debería ser una opción y debería ser parte de ese espíritu de competición. Darte el permiso a cuidarte, darte el permiso a no seguir un camino que te ahoga. Educar a rendirse antes de explotar. Aprender a rendirse antes de ver unas barras asimétricas como si fueran enormes molinos japoneses. En eso está Biles, y seguro que la están metiendo prisas. Cinco medallas de oro esperan. Hace solo dos días que le pedíamos que disfrutara, solo eso. El consejo sigue siendo el mismo. Y si no lo consigue, que vuelva a casa y se cuide. Sin traumas ni culpas ni insalubres historias de superación.

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