Santiago Giménez, Edson Álvarez y por qué Países Bajos adora a los mexicanos; y eso no es tan bueno

Santiago Giménez y Edson Álvarez, los dos jugadores mexicanos que más destacan en la actualidad en Países Bajos. (NESimages/Geert van Erven/DeFodi Images via Getty Images)
Santiago Giménez y Edson Álvarez, los dos jugadores mexicanos que más destacan en la actualidad en Países Bajos. (NESimages/Geert van Erven/DeFodi Images via Getty Images)

Santiago Giménez, Edson Álvarez, Jorge Sánchez, Érick Gutiérrez. Los mexicanos en el futbol de Países Bajos están de moda. Desde 2006 lo han estado casi siempre. Cuando Carlos Salcido fichó por el PSV Eindhoven, después del Mundial de Alemania, se abrió una puerta de entrada al futbol europeo para los futbolistas aztecas. Es verdad que Joaquín del Olmo ya había jugado ahí, en 1996, pero su estancia fue breve y no representó un parteaguas.

Después de Salcido, las llegadas de los jugadores mexicanos han sido constantes: Héctor Moreno (2008 y luego en 2015), Francisco Maza Rodríguez (2008), Ulises Dávila (2011), Jesús Tecatito Corona (2013), Andrés Guardado (2014), Hirving Lozano (2017) y la última oleada, encabezada desde 2019 por Edson Álvarez y cuyo último representante ha sido Santiago Giménez con el Feyenoord. A los jugadores mexicanos les viene muy bien el futbol neerlandés.

Con las puertas de las Cinco Grandes Ligas regularmente cerradas, el talento nacional ha tenido que entrar a Europa siempre por la puerta de Países Bajos, en un futbol que represente una prolongación de la etapa formativa: sin la presión de los equipos poderosos de Europa, ahí pueden tener un desarrollo adecuado para que, eventualmente, puedan ser vendidos a otros clubes. Esa es la lógica con la que opera el mercado neerlandés (y que también ejecutan Portugal, Francia o Bélgica): comprar barato para vender caro. Básicamente fungen como reclutadores de talento de los jerarcas de Europa.

Pero es ahí donde el proceso se nubla para los jugadores mexicano en particular, aunque no sea un mal exclusivo: dar el salto a una liga mejor de Europa suele ser muy frustrante. Cuando Salcido y Maza se fueron a la Premier League y Bundesliga, respectivamente, duraron muy poco (un año y año y medio), porque llegaron a Europa cuando ya no eran tan jóvenes y vieron como la mejor opción volver a México (Tigres y América) en lugar continuar en el futbol de élite. Y también hay otra frustración que ejemplifica Hirving Lozano.

Chucky llegó en 2019 al Napoli después de dos años de puro brillo en el PSV. Era el jugador estrella: costó 40 millones de euros. Hoy en día, que el Napoli está firmando su mejor año desde la época de Maradona, Lozano debe conformarse, entre irregularidad y lesiones, con ser suplente mientras observa cómo un jugador que costó 10 millones de euros, Khvicha Kvaratskhelia, se convierte en inmortal.

Y lo mismo pasó con Corona, que tras un buen año con el Twente pasó al Porto. Fue un jugador constante en Portugal, en una liga también diseñada para formar jugadores, y sólo pudo salir hasta los 29 años al Sevilla —ha tenido la mala suerte de lesionarse en su primera temporada completa y que esa temporada sea también en la que el equipo pelea por no descender—. Los casos de Guardado y Moreno también son peculiares, porque ambos jugaron en la Eredivisie en un momento en el que, por edad, debían estar en otra liga. El Principito lo hizo desde 2014 hasta 2017, después de no encajar en el Bayer Leverkusen y antes de una larga aventura en el Betis de España que sigue hasta hoy.

Moreno llegó, por primera vez, a Países Bajos en 2008 al AZ Almaar. Después, en 2011, se marchó a España. Para 2015 el movimiento natural habría sido partir a una liga o equipo de gran nivel. Regresó adonde todo había empezado, la Eredivisie, pero con el PSV. Tras dos años se marchó a la Roma, pero ahí vino un golpe de realidad. Apenas duró seis meses y, al paso de los años, confesó que en ese futbol, el italiano, se dio cuenta de que en realidad no sabía defender.

Y en realidad, como se decía arriba, esto no es único de los jugadores mexicanos. Basta con ver cómo le ha ido a las últimas perlas neerlandesas y a otros jugadores extranjeros que destacaron rápido en esa liga. De Light no se asentó en la Juventus y da tumbos en el Bayern; van de Beek jamás consiguió vencer a la banca en el Manchester United; Sergiño Dest no pudo ni en Barcelona ni en Milán; Antony ha decepcionado tras los 95 millones que el United pagó por él el año pasado; Hakim Ziyech dejó atrás sus mejores días desde que llegó en 2020 al Chelsea.

Los casos de éxito son contados en los últimos años. Quizá la excepción a la regla es Frenkie de Jong, y eso que ha pasado por momentos de muchas dudas en el Barcelona. La norma es clara: la Liga de Países Bajos no es una garantía de éxito a largo plazo —como tendría que serlo si apuesta por la compra-venta— y tampoco, eso se sabe, de buen nivel contextual: es raro que equipos de la Eredivisie compitan por los títulos europeos año tras año (por lo mismo a Álvarez le ha costado tanto trabajo salir del Ajax pese a llevar ya cuatro años ahí). Pero quieren a los mexicanos. Casi a todos les ha ido bien —únicamente Corona y Dávila no fueron campeones de algo; Giménez apunta a serlo en su año de debut— y la mayoría adquirió la etiqueta de ídolo. Eso, aunque su utilidad posterior sea cuestionable, también tiene mérito.

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