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Salvador Cabañas, el ídolo que no abandonó al peor América de la historia. Y ellos sí

Salvador Cabañas celebrando junto a Sebastián Domínguez. (REUTERS/Sergio Moraes)
Salvador Cabañas celebrando junto a Sebastián Domínguez. (REUTERS/Sergio Moraes)

Era el peor América de la historia. No daban una. Pero estaba él, ese delantero nacido en Asunción, Paraguay, en 1980. Salvador Cabañas. Un nombre muy genérico. No había fuera de la norma en ese delantero "chaparro y gordo", como lo calificó José Luis Trejo, su primer entrenador en México. Qué equivocación más grande. Bastaba que tomara el balón para saber que se trataba de un futbolista categórico, de esos que resuelven partidos y sacan el pecho cuando todo parece perdido.

En 2008, el todopoderoso América, equipo siempre vinculado a las luces y la ostentación, estaba convertido en una auténtica caricatura. En el torneo local terminaron marchaban en el último lugar de la tabla general. Las portadas de periódicos y los programas de debate devoraban al equipo de Coapa. Nadie lo podía negar: era sumamente placentero verlos en el suelo. En medio de una crisis deportiva e institucional pocas veces vista, Las Águilas tenían un compromiso internacional que, en teoría, debía hundirlos todavía más y hacer que su pésimo estado de ánimo fuera motivo de burla ya solo en México sino en todo el continente.

Y todo iba acorde a lo esperado. En los octavos de final de la Libertadores 2008, América perdió la ida por 4-2 contra Flamengo en la cancha del Azteca. Ya nadie los podía salvar. Quizá podían darse por bien servidos con no sufrir una goleada en la vuelta, a jugarse en el mítico Estadio Maracaná. Pero hubo alguien que nunca estuvo de acuerdo con el espíritu pusilánime que invadía al americanismo. Cabañas era el último bastión de dignidad azulcrema. Y lo demostró esa noche del 30 de abril en el estadio más legendario de Sudamérica. En el mismo campo en el que Uruguay venció a Brasil en 1950 para provocar la tristeza absoluta en todo un país, el tanque paraguayo salió decidido a revolcar fantasmas y restituir el orgullo americanista.

Un remate suyo de carambola, en el primer tiempo, bombeó al arquero local para poner el 1-0. La hazaña ya tenía un mínimo trazo. Enrique Esqueda acercó más a la visita mexicana. Con el 2-0 (4-4) se hacía necesario que el América anotara otro gol, pues los dos tantos que el Fla había marcado en el Distrito Federal le aseguraban el pase a semifinales. Al 77', con la gesta todavía al alcance pero diluyéndose minuto a minuto, Cabañas ejecutó un tiro libre lejanísimo. Poseído por las almas de Cuauhtémoc Blanco y Carlos Reinoso, el paraguayo mandó el balón a guardar ante al asombro del Maracaná.

Lágrimas de incredulidad locales y regocijo para los azulcremas que se metieron entre los mejores equipos del continente a pesar de dar pena en la campaña local. Esa noche, Cabañas materializó una de las hazañas más grandes en la historia del futbol mexicano, aunque al final las vitrinas del club, y las suyas, se hayan quedado esperando por una copa (cayeron en semis contra LDU Quito).

Cabañas fue un referente de la Selección Paraguaya. (REUTERS/Marcos Brindicci)
Cabañas fue un referente de la Selección Paraguaya. (REUTERS/Marcos Brindicci)

Chava ya tenía dos años como referente del América. Llegó en 2006 después de un paso brillante en Jaguares de Chiapas, equipo en el que recaló por obra del directivo José Antonio García, que en un principio lo había contemplado para jugar en el Atlante. Sus goles plenos de calidad, derroche físico y, cómo no, una gran dosis de magia, cautivaron a todo el futbol mexicano, pero en especial al América. Cabañas permaneció durante tres años y medio en Coapa. Podía jugar en mil lugares, pero se mantuvo fiel a Las Águilas.

No dejó al América en el peor momento de su historia. La vida y el futbol están llenos de ingratitud: el América sí lo dejó solo a él en el peor momento de su carrera y de su vida. El 30 de enero de 2010 Cabañas recibió un balazo en el Bar-Bar de la Ciudad de México. Salvó la vida pero su carrera se terminó en pleno apogeo.

Cabañas perdió su fortuna tras el atentado en el Bar-Bar. (NORBERTO DUARTE/AFP via Getty Images)
Cabañas perdió su fortuna tras el atentado en el Bar-Bar. (NORBERTO DUARTE/AFP via Getty Images)

Tenía ofertas del futbol inglés y era el líder del ataque paraguayo que, cinco meses después, brillaría en el Mundial de Sudáfrica. Todos los sueños de esfumaron en el baño de aquel bar maldito. Los millones y los autos de lujo se acabaron. Su representante y su esposa lo dejaron en la quiebra. Los medios solo lo buscaron para preguntarle por el JJ, su agresor. América le organizó un partido de homenaje contra Paraguay en 2011. Y nada más. Cabañas y sus abogados alegaron que el club ni siquiera pagó en su totalidad los gastos hospitalarios.

El futbol tiene mucha crueldad como para ser un juego. Cabañas no los dejó cuando ellos más lo necesitaban. Pero ellos lo dejaron cuando dejó de ser útil, cuando ya no tenían obligaciones que cumplir con ese ídolo que no ganó títulos, pero que, en noches como la del Maracanazo, le recordó a todos, ultras y antis, de qué se trata el americanismo.

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