Rusia expulsada: ¿también su deporte?

Roman Abramovich y la venta del Chelsea en la Premier League
Sebastián Domenech

A Muhammad Ali lo condenaron a prisión en Estados Unidos porque se negó a combatir en Vietnam. Al gran beisbolista puertorriqueño Roberto Clemente lo hostigaron en Nueva York por oponerse a las invasiones de Irak y Afganistán. A John Carlos y Tommie Smith, iconos del podio Black Power de México 68, los echaron de por vida de los Juegos Olímpicos. Y a Colin Kaepernick, que en 2016 se arrodillaba cada vez que sonaba el himno de Estados Unidos, lo dejaron sin equipo en el fútbol americano. Algo parecido había hecho la NBA veinte años antes con Mahmoud Abdul-Rauf, estrella musulmana de los Nuggets. Fue amenazado y su casa en Denver sufrió pintadas del Ku Klux Klan. Eran deportistas enemigos de las guerras. Fueron expulsados de pistas y estadios. Pero no todas las guerras son iguales. Tampoco sus víctimas.

Colin Kaepernick, a la izquierda, en su clara posición de reclamo: de rodillas en el fútbol americano
Colin Kaepernick, a la izquierda, en su clara posición de reclamo: de rodillas en el fútbol americano


Colin Kaepernick, a la izquierda, en su clara posición de reclamo: de rodillas en el fútbol americano

Circunstancias y tiempos distintos, también muchos atletas rusos expresaron su oposición estos días a la invasión de Ucrania. “Stop War”. No alcanzó. Están todos suspendidos. Toda Rusia es cancelada. A la soprano Anna Netrebko y al director Valery Gergiev les exigieron que, además, debían criticar a Vladimir Putin. Perdieron sus contratos en la Opera Metropolitana de Nueva York y en la Orquesta Filarmónica de Munich. La Filmoteca de Andalucía prohibió “Solaris”, película de Andrei Tarkovski. Las óperas de Bélgica y de Varsovia cancelaron “Boris Godunov” el drama de Aleksandr Pushkin. Disney retiró Anastasia de su catálogo infantil. Estudiantes rusos fueron expulsados de universidades europeas. Gatos rusos de los concursos. No habrá autores rusos en la Feria del Libro Infantil de Bolonia ni en la Feria de Turín. Dostoievsky sobrevivió finalmente en una Universidad de Milán, pero su monumento en Florencia sufrió reclamos de demolición. ¿Podremos seguir escuchando a Tchaikovsky y Rachmaninoff? Solidaridad con Ucrania sí. Y Rusofobia. ¿Por qué el deporte iba a quedar afuera?

La suspensión en buena parte de Europa de los servicios informativos de Russia Today y Sputnik impidió a millones conocer el comunicado de la Unión Rusa de Atletas que se pregunta por qué no hubo sanciones similares contra atletas de países de la OTAN cuyos gobiernos estuvieron “directamente involucrados en operaciones militares” que causaron miles de muertes en Yugoslavia, Irak Afganistán, Africa, Asia y América Latina. (¿Twitter o Instagram etiquetarían también este artículo como “afiliado al gobierno ruso” porque difundimos el comunicado?) ¿Indigna más Ucrania porque las víctimas de esta guerra son blancos, cristianos, de ojos azules y de clase media, como describieron, textual, corresponsales de importantes cadenas y funcionarios políticos al millón y medio de ciudadanos obligados a huir de su país? “Inmigración de alta calidad”, dijo uno.

¿Roman Abramovich, el oligarca ruso (solo los rusos son oligarcas) que debe renunciar a Chelsea, es peor que los patrones flamantes de Newcastle, la monarquía de Arabia Saudita que en los últimos días lanzó nuevos bombardeos sobre Yemen? Abramovich, que hace menos de un mes levantaba dentro de la cancha la Copa Mundial de Clubes en Abu Dabi, fue vivado el último sábado por los hinchas de Chelsea. Fue un momento incómodo, porque sucedió durante el minuto de aplausos que dedica la Premier League en apoyo de Ucrania. No hay más víctima que el pueblo ucraniano. Deportistas incluidos. Unos murieron tras la invasión rusa. Otros se alistaron en el Ejército, como sucedió con boxeadores de renombre, tenistas, ajedrecistas, judocas, rugbiers, esquiadores y maratonistas, entre otros. El punto aquí son las sanciones al deporte ruso. El deporte no es una isla. Incluirlo en las sanciones, es cierto, quita una vidriera de peso al gobierno que debe ser repudiado. Sucedió especialmente con la vieja Sudáfrica del apartheid.

El magnate ruso Roman Abramovich se desprendió de Chelsea luego de que se desatara la guerra en Ucrania
El magnate ruso Roman Abramovich se desprendió de Chelsea luego de que se desatara la guerra en Ucrania


El magnate ruso Roman Abramovich se desprendió de Chelsea luego de que se desatara la guerra en Ucrania

Pareciera que hoy no hay lugar para los matices. Para debatir el juego de las superpotencias. El ex goleador Gary Lineker, comentarista estrella de la TV británica, osó hacerlo y tuvo que borrar el tuit. Todos los atletas rusos, aunque sean paralímpicos, tienen que ser echados de los Juegos de Beijing. Lo pidieron atletas paralímpicos de otros países. No hay equipos rusos ni siquiera en los video juegos. Gianni Infantino, el presidente de la FIFA condecorado por Putin en 2019, dejó a Rusia sin chances de ir al Mundial de Qatar. La UEFA echó a Spartak de la Liga de Europa y mudó la final de la Champions de San Petersburgo a París.

Historiadores afirman que fue justamente en París, y no en el Reino Unido, donde nació la “rusofobia”. Un supuesto “testamento” de Pedro el Grande sobre un plan ruso de invadir Europa que Napoleón ordenó exponer en todos los edificios públicos. “Fake news” que ayudó a justificar su ataque fallido de 1812 a San Petersburgo. Lanzada la guerra, dicen especialistas, la rusofobia puede ser un búmeran. Ayudar al discurso bélico de Putin. En su libro “El fin del ‘Homo Sovieticus’”, Svetlana Aleksievich, Premio Nobel de Literatura 2015, recuerda un dicho sobre la guerra en Abjasia, su tierra natal: “Si el agua comienza a arder de pronto, ¿cómo vas a apagarla?”.