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El rugby, del inolvidable Tokio 2020 al bochorno de los Springboks y los Lions

Los fijianos viajaron en un avión de carga... con pescado congelado
Los fijianos viajaron en un avión de carga... con pescado congelado

El rugby internacional viene de mostrar dos caras totalmente opuestas. Por un lado, embebido por el espíritu olímpico, hubo en Tokio jornadas inolvidables, y no sólo para los argentinos con la medalla de bronce de los Pumas 7′s, sino con hombres y mujeres jugando con pasión, entrega amateur y respeto. Historias que fueron retratadas por los enviados especiales de LA NACION a los Juegos. Por el otro, en el más alto escalón en cuanto a poderío técnico y económico, los Springboks y los British&Irish Lions brindaron en Sudáfrica un espectáculo deplorable fuera y dentro de la cancha, mostrando signos preocupantes de hasta dónde se puede llegar cuando lo único fin es ganar.

Los jugadores de Fiji celebran con las medallas de oro tras vencer a Nueva Zelanda en la final olímpica
Adam Davy - PA Images


Los jugadores de Fiji celebran con las medallas de oro tras vencer a Nueva Zelanda en la final olímpica (Adam Davy - PA Images/)

La experiencia de Tokio es un paso más en las aspiraciones del rugby por crecer en popularidad y cantidad de jugadores. Nueva Zelanda ratificó su cultura en este deporte atrapando el oro en las mujeres y la plata en los hombres, mientras que Fiji volvió a maravillar con su juego, alcanzando el segundo oro consecutivo. Los fijianos dieron una lección de entrega: estuvieron 4 meses sin ver a sus familias, se entrenaron en un gimnasio que armaron ellos mismos en un garaje y cuando estaban en Nueva Zelanda por viajar a Japón, se encontraron con todos los vuelos cancelados a raíz de la pandemia. ¿Cómo fueron hasta Tokio? En un vuelo de carga que llevaba pescado congelado.

En el otro extremo de este escenario están los Lions, la empresa más poderosa del rugby. Sus jugadores se mueven en vuelos privados y detrás de ellos hay un staff digno de una diplomacia. La organización recauda millones de libras esterlinas en concepto de publicidad, merchandising, agencia de viajes y derechos de imagen y televisión. Cada cuatro años el combinado británico-irlandés visita a cada una de las tres potencias del Sur. Cuando ello sucede, es el acontecimiento rugbístico del año. Para cualquier jugador inglés, galés, escocés e irlandés, no hay nada más importante que ser un Lion. Cualquier neozelandés, australiano o sudafricano espera cuatro años para enfrentar y ganarle a los Lions. Es una tradición que se remonta a 1888. Cada serie es el sumun del rugby profesional.

Hubo un primer despropósito en llevar adelante la gira a un país explotado por el coronavirus, la falta de vacunas y los estallidos sociales. Luego, en jugar los partidos sin público, cuando si hay algo que representaba el espíritu de los Lions es la legión de gente que los acompaña vestidos con sus camisetas rojas. Pero como en los Juegos de Tokio, privaron los intereses comerciales. Faltaba lo peor en lo deportivo.

Elton Jantjies (Sudáfrica) contra Kyle Sinckler (L) y Mako Vunipola, de los Lions
RODGER BOSCH


Elton Jantjies (Sudáfrica) contra Kyle Sinckler (L) y Mako Vunipola, de los Lions (RODGER BOSCH/)

Primero fue el entrenador de los Lions, Warren Gatland, quejándose del árbitro designado para el primer test. Después fue Rassie Erasmus, coach de los Springboks campeones del mundo en 2019 y hoy al frente del juego del rugby sudafricano, quien tras perder ese partido presentó públicamente en la semana un video de una hora analizando cada jugada en la que él creía que su equipo había sido perjudicado. Un bochorno. Erasmus llegó a decir que el árbitro australiano trató de mejor manera al capitán de los Lions que al de los Boks. Ahora, Gatland, que perdió, volvió a quejarse de los arbitrajes. Malos perdedores.

Con semejante clima, el segundo test fue espantoso en gran parte de su desarrollo. Jugaron a ver quién pegaba más y quién le hablaba más al árbitro para sacar ventaja. Hubo deslealtades y protestas por todos lados. Erasmus se metió en ambos tests como “aguatero”: se sonrió irónicamente cuando hubo un fallo contra los Boks y hasta entró en la cancha para pedirle al capitán, Siya Koliisi, que le reclamara al árbitro. Todo a los ojos de millones de personas.

Y en cuanto al juego, con tantos analistas, tantos especialistas y disponiendo de los mejores jugadores de 4 países, ¿a Gatland no se le ocurrió algo mejor que patear la pelota al cielo como única fórmula de desnivelar? Es de esperar que el sábado, cuando se defina la serie, Springboks y Lions no vuelvan a dañar al rugby. Además del plan de juego, necesitan un plan de comportamiento.