El rugby femenino bajo la lupa: entre los poderosos de siempre y los obstáculos que debe enfrentar la Argentina para su expansión

La neozelandesa Ruby Tui marca un try en la victoria sobre Australia por 41-17
La neozelandesa Ruby Tui marca un try en la victoria sobre Australia por 41-17 - Créditos: @MICHAEL BRADLEY

Por un momento, la mirada central del rugby está depositada en las mujeres. En Nueva Zelanda se está llevando a cabo –comenzó el último sábado– la Copa del Mundo femenina con la participación de 12 países. La final está pactada para el 12 de noviembre en el Eden Park de Auckland, que en 1987 y 2011 recibió la definición del torneo masculino, en ambos casos con el triunfo de los All Blacks. Aquí, las locales, las Black Ferns, son las defensoras del título –lo obtuvieron también en otras cuatro ocasiones– y las grandes candidatas. Pero además de la importancia de lo que suceda en el césped, este torneo es un ensayo vital para que la World Rugby pueda medir hasta dónde el rugby jugado por mujeres está en condiciones dar un salto en la participación y en la difusión.

La pandemia golpeó con dureza al rugby. El Mundial femenino debió jugarse el año pasado y fue postergado por esa razón. Algunos coletazos de la crisis se están observando nada menos que en Inglaterra, la cuna del rugby y donde el presupuesto que maneja la Rugby Football Union (RFU) es considerablemente mayor al del resto de las Uniones que forman el Tier1.

Worcester Warriors –donde estaba el argentino Santiago Medrano– resignó los contratos de todos los jugadores y el staff al ser suspendido de todas las competiciones por incumplir los patrones financieros que exige la liga profesional. Las deudas ascendían a más de 20 millones de libras esterlinas. En esta semana también salió a la luz el brete económico en el que se encuentra Wasps, uno de los clubes ingleses con más historia y ahora con señales de poder seguir el mismo camino que Worcester. Varias figuras del rugby de ese país han instado a la RFU a que tome decisiones que impidan una debacle.

Stacey Fluhler, de Nueva Zelanda, es tackleada durante el partido contra Australia
Stacey Fluhler, de Nueva Zelanda, es tackleada durante el partido contra Australia - Créditos: @MICHAEL BRADLEY

En ese contexto de reducción de ingresos y de un mercado que no abre todavía suficientes fronteras, la World Rugby busca que la expansión del femenino contribuya para que el rugby sea un deporte más global. Lo mismo ocurre con el Seven, donde las mujeres por ahora tienen un desarrollo más fecundo que en el XV. Pero el camino es largo y complicado. Miremos un espejo: el plantel de Saracens, campeón de la liga inglesa, quizá la más poderosa, tiene apenas 9 jugadoras profesionales, según le contó uno de sus entrenadores, el argentino Juan Figallo, en una entrevista en junio con LA NACION.

Nueva Zelanda e Inglaterra jugaron 4 de las últimas 5 finales del Mundial. La diferencia con el resto es amplia. En su debut en esta edición, las Red Roses golearon 84 (14 tries) a 19 al debutante Fiji. En el torneo están todas las selecciones del 6 Naciones, las 3 potencias del Sur, Fiji y por la región americana, Estados Unidos y Canadá. Sudamérica viene muy atrás en historia y en desarrollo. Recién está empezando a armarse y, sobre todo, en el Seven. Dentro de ese panorama, la Argentina está aún más relegada. Las Yaguaretés terminaron cuartas en los Juegos Odesur.

En este Mundial: victoria de Nueva Zelanda ante Australia

El mayor inconveniente aquí reside en que no hay mujeres en las categorías infantiles, que en la Argentina son indispensables y formativas 100 por ciento. Son pocas en Juveniles y mayoritarias en la división Superior, donde llegan desde otros deportes. Y en la enorme porción de los clubes, las mujeres juegan al hockey. Incluso, como deporte recreativo optan por el fútbol.

Si a eso se le agrega una cultura aún machista –”el rugby es para los hombres”– y que los padres prefieren que sus hijas no se golpeen, el cuadro es todavía más complicado. Hay esfuerzos individuales y de clubes que se involucran buscando que el rugby de femenino se amplíe, pero falta desde las estructuras un interés genuino que no pase sólo por una cuestión de discurso y de marketing, sino por el compromiso y la difusión.