Roland Garros: otro impacto de Genaro Olivieri, el argentino que se convirtió en una revelación (y estuvo a punto de dejar todo)

El grito de Genaro Alberto Olivieri, para toda la vida
El grito de Genaro Alberto Olivieri, para toda la vida - Créditos: @CAROLINE BLUMBERG

Ganó el punto, el partido, levantó los brazos, se tapó la cara... y la verdad, no lo podía creer. Nadie lo podía creer. Miró al cielo, buscó cierta complicidad espiritual. Es un auténtico desconocido en el mundo del tenis. Genaro Olivieri estuvo tres meses sin jugar tras la muerte de su papá en la pandemia, pero renació y disfruta de París. El jugador de 24 años, oriundo de Bragado, vivió momentos de angustia con la pérdida de su “compañero de aventuras” y no quería volver a competir, pero se recuperó. Este martes, consiguió un impacto mayúsculo. Y este jueves, dio otro auténtico golpe sobre la mesa: está en la tercera rueda de Roland Garros.

Superó al italiano Andrea Vavassori (148°), un gigante, por 7-6 (7), 3-6, 6-4 y 7-6 (3) y hasta abrazó a su rival, de tan emocionado que estaba. “Tengo que parar la pelota y, si puedo, me quedo a dormir acá en la cancha. No lo puedo creer, no lo puedo creer... Ahora me toca Rune. Un rival importante y seguramente, en un lugar importante, pero todas las canchas tienen las mismas dimensiones”, decía el joven, que ahora se va a citar con Holger Rune, un tenista danés, con fuego en el drive.

Clase y esfuerzo, las razones de Genaro Olivieri para seguir con esperanza en París
Clase y esfuerzo, las razones de Genaro Olivieri para seguir con esperanza en París - Créditos: @CAROLINE BLUMBERG

Se abrazó con Diego Cristin, uno de sus entrenadores. Estaba, también, Pedro Cachin. Y se quedó largos minutos conversando con los argentinos que fueron a verlo en la cancha 13, algo alejada de las grandes luminarias. Fotos, recuerdos, momentos que ya son para toda la vida.

El apellido Olivieri es sinónimo de campeones de pelota paleta en Bragado, en el centro noroeste de la provincia de Buenos Aires, y en muchas localidades cercanas. Los hermanos Carlos y Silvio marcaron una época como pelotaris en los años 80. Genaro, el hijo menor de Carlos y Silvia Moreno, nació con cuatro kilos y medio: tuvo algunas alteraciones en la salud y de niño le diagnosticaron colesterol alto. Un médico les recomendó que lo hicieran practicar deportes. Jugó al fútbol, al básquetbol, hizo natación…, pero a los seis años empuñó una raqueta por primera vez y ya no hubo otro interés.

Genaro, de 24 años, un trabajador del circuito, vive un sueño: llegó a Roland Garros sin experiencia en cuadros principales del ATP Tour, jugó la clasificación y la superó; emocionado, debutó en el main draw del Bois de Boulogne y volvió a celebrar. Dos días atrás, venció al invitado francés Giovanni Mpetshi Perricard (237°; 19 años) por 7-6 (7-3), 4-6, 4-6, 7-5 y 6-1. Profesional desde 2016, en su carrera llevaba acumulados US$ 195.000): ahora, ya ganó más aquí que en toda su vida.

Genaro está feliz porque, a la distancia, hace feliz a los integrantes de su familia (a su mamá y a sus hermanos, Julián y Celina, principalmente). Fueron ellos los que lo empujaron, los que alimentaron sus ganas para volver a empuñar una raqueta después del mazazo más fulminante que pudo haber recibido: el fallecimiento de su papá, durante la pandemia.

El tenista Genaro Olivieri con su papá Carlos, ya fallecido
El tenista Genaro Olivieri con su papá Carlos, ya fallecido - Créditos: @Sebastián Capristo/Le Tenisse

Contaba, días atrás: “Dos días antes de volverme a Argentina se contagiaron todos en mi casa. Emprendimos la vuelta. Llegué y los internaron a mis viejos: mi mamá no tuvo nada grave y a los dos días le dieron el alta. Pero mi papá empeoró, lo trasladaron a la Ciudad de Buenos Aires. Estuvo siete días internado y el 7 de abril, cuando llegamos al hospital, nos avisaron que había fallecido. Nos dejaron ir a despedirlo. Fue una cadena de cosas muy complicadas”. Suspira y sigue, con la misma determinación que mostró esta semana en la tierra parisina: “Cuando murió mi papá dejé de jugar al tenis. Estuve tres meses sin tocar una raqueta. Estaba en Bragado, en casa, ayudando en el estudio contable que tiene mi familia. No quería volver. No encontraba ninguna motivación para jugar”.

Tenista habitual del circuito Challenger y de los torneos ITF, ahora, la vida le da una nueva oportunidad. Se la ganó solito, con una raqueta en la mano, pegándole a la pelota con alma y vida. Va a llegar hasta el puesto número 174 del ranking. Y esto es solo el comienzo.